Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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miércoles, 24 de enero de 2024

LOS GITANOS DURANTE EL RÉGIMEN FRANQUISTA - Els gitanos durant la dictadura franquista

 El régimen franquista de la postguerra reforzó su poder a través del terror y la propaganda. De esta forma, pretendió convertir a los españoles en un pueblo sumiso, obediente y conformista, para establecer una sociedad uniforme basada en las directrices y principios del nacionalcatolicismo; al tiempo que ejercía una represión contra todos los que se oponían a la dictadura militar. Las detenciones, los juicios con nulas garantías procesales, las depuraciones y las ejecuciones se sucedieron especialmente tras los largos años de la posguerra, durante los cuales, varias personas gitanas fueron llevadas ante tribunales militares por colaborar con la guerrilla antifranquista.

ENLACE VIDEO INTERACTIVO:

EN CASTELLANO: https://www.youtube.com/watch?v=oUfkJbS1JIA

EN CATALÁN: https://www.youtube.com/watch?v=jQG-jCG5mLU

Dentro de esta resistencia destacaron numerosas mujeres gitanas, participando a veces en operaciones tan audaces, como el atentado con paquete bomba realizado en Granada contra el capitán de la Guardia Civil de esa ciudad. Una acción que conllevó una fuerte represión en las personas de Manuela Maya Fernández, Mercedes Romero Robles y Remedios Heredia Flores, todas ellas acusadas de ejercer como enlaces de la guerrilla.

Esta etapa fue extremadamente dura para los gitanos españoles. Además de la deshumanización y criminalización que sufrían, debieron afrontar el hambre y las múltiples carencias que trajo consigo la guerra, pero también las epidemias que debilitaron a una población malnutrida, sin agua corriente ni electricidad y sin las más mínimas condiciones higiénicas. En estas circunstancias, el gitano fue señalado como un peligroso agente transmisor de enfermedades, lo que incrementó el rechazo y la desconfianza hacia su presencia.

La población gitana quedó encuadrada dentro del conjunto social de «gentes con manifiesto desaseo y parasitada habitualmente», es decir, en el grupo de los «vagabundos, pordioseros y gitanos», sobre los cuales debía ejercerse una labor de supervisión, examen, registro, encierro y aislamiento.

Víctimas también de una represión cultural, sus costumbres fueron perseguidas y relacionadas con prácticas delictivas y viles, contrarias al régimen franquista, el cual decretó en 1941 la obligatoriedad del idioma castellano quedando prohibidas todas las demás lenguas, incluido el caló, que pasó a ser considerado una jerga delincuente.

La Ley de Vagos y Maleantes republicana se mantuvo, pasando a ser un instrumento de represión contra los opositores al franquismo y los elementos marginales. La represión se le encargó a la Guardia Civil, en cuyo Reglamento para el Servicio de mayo de 1943, se le encomendó la vigilancia y el control de movimientos de las personas gitanas. El gitano, como permanente sospechoso, siguió obligado a demostrar su inocencia y llevar en sus desplazamientos todo tipo de documentos para no ser detenidos y puesto a disposición de la autoridad judicial. Un estricto control que en el gitano creó un alto grado de recelo, temor y hasta odio hacia los efectivos de este instituto armado.

También las demás fuerzas de seguridad del Estado mantuvieron a los gitanos bajo la estricta aplicación de la Ley de Vagos, que transformada posteriormente en la Ley de Peligrosidad Social, siguió sustituyendo el castigo por la educación preventiva, lo que incluyó al gitano dentro de un proceso de racionalización criminológica, por el que se le tipificó como un individuo racialmente primitivo y delincuente, carente de toda presunción de inocencia.

El final de la Segunda Guerra Mundial con la victoria de los países demócratas y comunistas, España quedó aislada, tanto en el ámbito económico como en el cultural y social. La economía agraria, aun anclada en el siglo XIX, se desmoronó y las condiciones de vida de los pueblos y aldeas empeoró, abriendo la puerta a una emigración hacia las ciudades y a antiguas rutas migratorias como Argentina y Argelia.

El gitano, inmerso en esta sociedad cambiante, donde la máquina comenzaba a sustituir a los jornaleros en el campo, se vio abocado también a un éxodo rural hacia las grandes ciudades, en donde hubo de abandonar sus oficios tradicionales, para pasar a ser explotado en las grandes ciudades como proveedor de mano de obra barata y no cualificada en trabajos duros y peligrosos. Recluidos en barrios periféricos de construcciones ilegales, con deficientes condiciones higiénico-sanitarias, ausencia de servicios públicos básicos e incomunicados con las principales áreas de la ciudad, que favoreció la aparición de procesos segregativos.

El chabolismo constituyó una respuesta urbana de adaptación a una forma de vida y de economía en donde el comercio ambulante, la busca o el chatarreo fueron la mejor réplica a los nuevos tiempos. Las condiciones infrahumanas y de espacio derivadas del fenómeno chabolista se agravaron por la climatología y por la especulación que amenazaba a los poblados.

Las administraciones públicas comenzaron entonces a emprender programas para su erradicaci
ón, pero sin contar con la opinión de los propios interesados, a través de realojos en bloques de pisos en barrios también periféricos, que siguieron favoreciendo la segregación respecto al resto de la ciudad.

El fracaso de esta política recayó sin embargo en los propios gitanos, a los que se les culpó de poseer una nula intención de «integrarse», de organizarse en clanes, de traficar con drogas. Una criminalización que los mantuvo bajo la estricta aplicación de la Ley de Peligrosidad Social.

Olvidados, ocultos en bolsas de pobreza, comenzaron a ser visibles con la aparición del movimiento asociativo gitano, que iniciado entre 1971 y 1978, comenzó a reclamar la cobertura de necesidades básicas, la mejora del estado de sus viviendas, la puesta en marcha de servicios públicos, la lucha contra el tráfico de drogas, el reconocimiento de su cultura, y la consecución de cuantas medidas sociales permitieran promocionar a la comunidad gitana hacia la ciudadanía plena.

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