De Carmen Bastián hay más incógnitas que certezas. De lo poco que sabemos de ella, se halla en un artículo de José Castro Serrano, en la llamada Ilustración Española y Americana de enero de 1875, un año después de la muerte de Marià Fortuny. Una información más literaria que histórica.
El cambio de rumbo en la vida de Carmen
comienza en 1870, cuando tras su etapa magrebí, Marià Fortuny se instala en
Granada junto con su cuñado Ricardo Madrazo.
En principio, con la intención de pasar
un corto tiempo, pero que finalmente se alargó algo más de dos años. Por las
mañanas visitaba distintos lugares para confeccionar bocetos del natural, para
por las tardes darles forma para una nueva composición. Una de estas mañanas, según
Castro: “Fortuny vagaba por el barranco de la Zorra contemplando paisajes,
escogiendo vistas y saturando sus nervios con los esplendores de aquella
insigne naturaleza, le llamó la atención y se paró de improviso ante una cueva
de gitanos que se hallaba en plena actividad de familia”. La razón de su
curiosidad se debía a que ante la puerta, junto a la fragua, “prendidas ambas
manos en dos cordeles y cantando a compas, según que tiraba del uno o dejaba
escapar el otro, una muchacha encantadora, cuyo cuerpo casi se mostraba al
desnudo por entre los guiñapos de su traje, daba vientos a la hoguera; y a los
vientos, armonía con las inflexiones de su danza y de sus cantares”.
En el momento quedó prendado de su hermosura
y quiso tomarla de modelo, para lo que le preguntó a Bastián -diminutivo de
Sebastián-, padre de la joven, si permitía que la pintase, a lo que respondió
que la decisión le correspondía a su mujer. No hubo problemas, la madre y la
misma Carmen, que aún no contaba con los quince años, aceptaron; y a la mañana
siguiente, su hermano, también llamado Bastián, la llevó a Siete suelos, la fonda donde paraba el pintor y que se hallaba
adosada a la puerta del mismo nombre en la Alhambra.
Centrándonos
en el cuadro titulado con el nombre de la modelo Carmen Bastián, volvemos a
encontrarnos nuevos misterios. En primer lugar: el título. En la parte
posterior del marco se hallaba escrito “Carmen Bastián”, por lo que los
posteriores dueños lo titularon así. De todas formas resulta extraño que
Fortuny dejara constancia de su identidad, ya que siempre mantuvo el anonimato
de sus demás modelos.
Otro detalle que llama la atención, es que se
trata de un retrato, una modalidad poco frecuentada por el artista, más aún,
cuando es de cuerpo entero y un semidesnudo con clara intención erótica. De
aquí surgen dos interrogantes: ¿Por qué se salió de la temática de su obra? ¿y
por qué lo conservó inacabada y oculta en su estudio?
Ambas
preguntas pueden tener una sola respuesta. Y, aunque hay autores que opinan que
fue un encargo de un diplomático turco que se
dedicaba a coleccionar desnudos femeninos; si bien, creemos que todo responde
al hecho de que habiendo alcanzado Fortuny su madurez pictórica, decidió
ser transgresor y experimentar otros temas en los que dar rienda suelta a su
faceta rebelde y liberarse de los convencionalismos sociales de la época. Para
ello, se valió de la frescura y de la ingenuidad de Carmen, ajena completamente
a un mundo cada vez más deshumanizado y mercantilista. De esta forma consiguió
crear algo ajeno e íntimo, alejado de todo lo que el mundillo pictórico esperaba
de él. Convierte así esta obra en la expresión de una fugaz emancipación que
guardará como un tesoro para disfrutarla para sí solo, y que sólo permitió
contemplarla a sus amigos más cercanos, a los que confesó que su
intención fue la de que:
"Quería
darme el gusto de pintar para mí mismo".
Según el sello de la testamentaría, la obra se hallaba
inacabada en el taller del artista, no figurando en la subasta celebrada en
París en 1875. Hay constancia de que se quedó en manos de la familia Madrazo
durante varios años y fue pasando por manos privadas, hasta que en 2009,
el Museu Nacional d’ Art de Catalunya lo incorporó a sus fondos y exhibida en
la sala 43, donde se puede contemplar en todo su esplendor. Igualmente, ha
formado parte de varias exposiciones, entre ellas, la titulada “Fortuny
1838-1874”, que entre enero y julio de 1989 se expuso en el Centro Cultural de
la Caja de Pensiones de Barcelona, para pasar a la Fundación Caja de Pensiones
de Madrid, y por último, en el Museo Comarcal de Reus. Entre octubre de 2003 y
enero del año siguiente, bajo el mismo título fue exhibida en el Museu Nacional
d’ Art de Catalunya. Y por último, entre septiembre de 2012 y enero del año
siguiente, en el Grand Palais de París, bajo el título “Bohèmes. De Leonardo de
Vinci a Picasso”.
Centrándonos en la
descripción de esta pintura al óleo de algo menos de un metro cuadrado de
superficie -45x62 cm-; ésta está inacabada, tal como solía suceder en la obra de Fortuny,
al dejar partes del lienzo sin impregnar. En ella, Carmen Bastián aparece sonriente
recostada en un sofá de madera mientras sujeta un abanico con su mano derecha, su
falda se halla remangada permitiendo sin recato mostrar su sexo al espectador, logrando
convertirlo en el centro visual de la composición. Una carga erótica que
completa con la soslayada mirada que con descaro y provocación dirige al
espectador.
En general, los estudiosos de la obra de Fortuny, coinciden en su acertado dibujo y la rápida, pero minuciosa pincelada; así como en el estallido de luz con el que hace invadir la escena, para permitir resaltar el contraste entre la oscura piel de Carmen y el color de la puerta, único elemento que junto al tarimón, el pintor permite mostrar del interior de la estancia. Cuatro paredes de cuyo interior, Carmen se abrió al mundo para salir de Granada e instalarse en Madrid. Un vuelco total en su destino que le convirtió en inmortal dentro del mundo del arte, pero a costa de un alto precio: su temprana muerte. Es posible que el paso vertiginoso de niña a mujer no supo asimilarlo, y tras varias experiencias traumáticas para las que no estuvo preparada, sus últimos días la sumieran en la amargura y la tristeza, para terminar tomando la decisión de acabar con su sufrimiento. El misterio de su vida se lo llevó consigo, dejando como herencia nada más que su imagen como modelo, pero sobre todo especulaciones; que, como en el caso del granadino Pablo Casanova en su novela El enigma de Carmen Bastián, publicada en 2013, le ha permitido desarrollar una trama basada en la sospecha de que el suicidio de Carmen pudo no ser tal.
FUENTES:
CASTRO Y SERRANO, José de. “Carmen la de Fortuny”, en La Ilustración española y americana, nº
21 (08/06/1875), p. 2.
JIMÉNEZ BAO, Gemma (2022).
“Retrato de Carmen Bastián”, en La
contadora de imágenes. Recuperado de https://metalfamily.es/retrato-de-carmen-bastian-mariano-fortuny-marsal/ (consultado en 7 de septiembre de
2022).
MUSEU NACIONAL D’ ART DE
CATALUNYA. Ficha de la Obra Carmen Bastián. https://www.museunacional.cat/es/colleccio/carmen-bastian/maria-fortuny/214438-000.
VALLEJO, José (2014).
“Mariano Fortuny y Masal, años felices”, en Granada
hoy (08/09/2014). Recuperado de https://www.granadahoy.com/ocio/Mariano-Fortuny-Marsal-anos-felices_0_842016172.html
(consultado en 7 de
septiembre de 2022).
REFERENCIA: MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel (2023). Alhóndiga, nº 37, páginas: 19-20.
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