El pasado lunes nos encontramos con el almeriense Manuel Martínez, en el Museo de Adra, donde nos hizo de guía en la exposición itinerante comisariada por él mismo, titulada “Historia de los Gitanos Españoles”. Es inspirador ver cómo de manera independiente y autogestionada, este maestro de profesión y vocación, además de doctor en Historia, ha dedicado los últimos treinta años a estudiar minuciosamente y a recuperar documentos históricos relativos a la vida de los gitanos y las gitanas en España. Manuel no solo ha recorrido los archivos de las principales ciudades y pueblos del país, sino que ha llegado incluso a comprar con su propio dinero documentos que permanecían olvidados y encerrados en colecciones privadas; y que ahora salen a la luz gracias a su impresionante labor investigadora y divulgadora. Recientemente ha publicado dos libros fundamentales para conocer la historia de los gitanos, para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos: Nunca más. Homenaje a las víctimas del proyecto de ‘Exterminio’ de la minoría gitana iniciado con la redada de 1749 (Círculo Rojo, 2015); Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII: el fracaso de un proyecto de «exterminio», 1748-1765 (Universidad de Almería, 2014).

 

¿Cuándo y cómo fue su primer contacto con la comunidad gitana?


Ni en mi niñez ni en mi juventud temprana tuve acercamiento alguno a la comunidad gitana, a pesar de que Almería cuenta con una población gitana importante. Fue en mi primer destino como maestro de adultos en el Colegio de los Almendros, allá en los años 80, cuando me tocó enseñar a un grupo de gitanos, cuando realmente pude conocer a esta minoría étnica; a la que me acerqué cargado de precauciones, de las que me fui deshaciendo a medida que nos fuimos conociendo. Mi mayor sorpresa fue descubrir que ellos tomaban tantas precauciones conmigo como yo con ellos. Aunque pronto nos hicimos muy amigos. Años más tarde volví al mismo barrio, esta vez en Educación Primaria, donde enseñé a niños y niñas gitanas, que en su gran mayoría han mantenido conmigo una excelente relación de respeto y cariño hasta el día de hoy.

En los años de magisterio dedicados a la comunidad gitana, ¿cuál fue su principal lección?

Mi principal objetivo pedagógico ha sido siempre enseñar a mis alumnos y alumnas a aprender por sí mismos, insistiendo en el hecho de que una persona analfabeta es manipulable, y una persona educada tiene más herramientas para defender sus derechos. Además, en la sociedad actual, saber leer y escribir es una condición imprescindible para acceder a derechos fundamentales como son el empleo o el voto.

¿Y su principal aprendizaje?

Trabajar con gitanos y gitanas me ha enseñado a desarrollar otros métodos de trabajo. La lógica paya de encerrar a los alumnos seis horas al día en silencio, delante de una pantalla o de una pizarra, es muy limitante. Además es aburrida y frustrante, tanto para el alumno como para el maestro. Así que tuve que aprender a ampliar el aula, y a concretar la teoría en acciones de la vida cotidiana. El alumnado gitano te obliga a mostrar el lado práctico de lo que enseñas, lo que sea: matemáticas, literatura, historia, ciencias naturales… Esto me llevó al aprendizaje por proyectos: a recurrir al teatro, al deporte, a las excursiones, a las visitas a los barrios… El sentido práctico es muy importante en la pedagogía: ésta fue mi lección aprendida con los gitanos; y ésta es la lección que le queda pendiente por aprender al sistema educativo español.

Hablando del sentido práctico de las cosas, como investigador a mí me interesa especialmente la Historia Contemporánea, y más aún, lo que se conoce como Historia del Presente. Creo que el análisis del presente nos permite algo que no permite el estudio del pasado más lejano: interpelar a los poderes responsables de trabajar para aportar soluciones a los problemas que estudiamos. Sin embargo, en el caso de los Estudios Gitanos, hay una especial atención a la Edad Moderna. ¿A qué obedece este interés en su caso particular?

En mi caso fue por puro azar. Preparando mi primer artículo sobre Historia de los Gitanos, que escribí a petición de mis alumnos del colegio de adultos de los Almendros, me encontré en el archivo municipal de Almería con la historia de Indalecio Santiago: un muchacho gitano, al que apresaron en 1763, mientras iba a por mimbre a Pechina (un pueblito de Almería), para hacer cestas. Salió sin licencia y lo cogieron preso, y pasó varios días en la cárcel hasta que lo dejaron libre, a cambio de embargarle la mercancía. En el archivo se dice expresamente que era un buen hijo (en palabras del propio Alcalde), y que se encargaba de sostener a su madre porque era huérfano de padre. Acabé encontrando su partida de nacimiento en Vera, y tirando de ese hilo escribí mi primer artículo, “El avecindamiento de los Gitanos en Vera”, por el cual recibí un premio, lo cual me animó a seguir investigando. A raíz de ahí surgió el manuscrito de mi primer libro, en 1996, La Minoría Gitana de la provincia de Almería durante la Crisis del Antiguo Régimen (1750-1811); por el que me otorgaron el premio de Historia más importante de la ciudad de Almería, que conllevaba una dotación económica y la publicación del libro por el Instituto de Estudios Almerienses, que finalmente salió en 1998. Estos trabajos de investigación me hicieron ver las injusticias a las que se había sometido al pueblo gitano.

En sus dos últimos libros, usted introduce un término que no aparece en los estudios anteriores sobre la persecución y encarcelamiento de los gitanos en la Edad Moderna, me refiero a su uso del término “Proyecto de Exterminio” en lugar de “Gran Redada”. ¿Qué implica este giro conceptual?

El concepto de “Gran Redada” se lo debemos a quien yo considero mi principal maestro, Antonio Gómez Alfaro. Reconociendo el valor pionero de su trabajo, he de puntualizar que, en primer lugar, no deberíamos hablar de “Redada”, sino de “Redadas”. A la Redada del 30 de julio de 1749, le antecedieron y le sucedieron otras varias, que materializaron un Proyecto de Exterminio biológico diseñado ideológicamente por el Obispo Gaspar Vázquez de Tablada; y logísticamente planificado e implementado por el Marqués de la Ensenada. Seguir calificando este lamentable y desconocido episodio de la Historia de España como Gran Redada minimiza los hechos sucedidos. Fue todo un Proyecto de Exterminio, desplegado en distintas fases.



Desde un punto de vista político, ¿Cómo capitalizó Ensenada el Proyecto de Exterminio?

El proyecto de Exterminio le supuso a Ensenada un enfrentamiento político frontal con el Capitán General de Valencia, el Duque de Caylus: impulsor desde 1754 del indulto a los gitanos y gitanas, finalmente concedido en 1765 por Carlos III, que inició una nueva política asimilacionista, concretada en la pragmática de 1783. Ahora bien, más allá de este enfrentamiento, Ensenada supo aprovechar muy bien la obsesión del Obispo de Tablada con el Exterminio de los gitanos, y la capitalizó de acuerdo a su moral utilitarista, instrumentalizando a los gitanos como mano de obra esclava, para el rearme de la armada naval española. Gracias a los Gitanos, España construyó una flota naval de gran prestigio, y pudo mantener el Imperio en las Américas. Esta operación ayudó a Ensenada a encumbrarse como estadista en materia de Guerra y Marina.

¿A qué ciudades fueron destinados los gitanos condenados a galeras?

Hasta 1640 el principal destino fue el Puerto de Santa María, y posteriormente el puerto de Cartagena.

¿Y en los arsenales?

A partir de 1749, el principal arsenal de destino fue el de la Carraca (Cádiz), aunque también hubo gitanos destinados al arsenal de La Graña (Ferrol).

¿Cuál fue el destino de las mujeres gitanas?

El destino final fue la Casa de Misericordia de Zaragoza, aunque en el trayecto, en distintos puntos de España, se fueron improvisando campos de concentración, en los que las mujeres permanecieron varios meses en sitios como: la Alcazaba de Almería, el Palacio de Carlos I en Granada, la Alcazaba de Málaga o el Castillo de Denia en Alicante. Los niños gitanos permanecían con sus madres hasta que cumplían siete años, y entonces eran enviados a los arsenales.

Moviéndonos al siglo XIX, ¿qué oportunidades para los gitanos trajo la Constitución de Cádiz de 1812?

Hubo una tremenda polémica en las Cortes de Cádiz sobre el tema de la igualdad en la incipiente Constitución. El capítulo segundo de la Constitución, titulado “De los españoles”, dice: “Son españoles: todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de estos.” La condición de “avecindados” excluyó a muchos gitanos de la ciudadanía, en tanto que las autoridades negaban a los gitanos el derecho de avecindamiento: en muchos casos, los gitanos no formaban parte del padrón, situación que se mantuvo en algunos casos hasta bien entrado el tardofranquismo. Por eso, formalmente, los gitanos no alcanzaron la plena ciudadanía jurídica en el Estado español, sino hasta veinticinco años más tarde, con la Constitución de 1837.

¿Cómo repercutió el acceso a la ciudadanía en la participación de los gitanos en la vida política?

He encontrado constancia de un grupo de gitanos gaditanos liberales, que en 1825 se organizaron para hacer pintadas en las calles, pidiendo a los absolutistas que se fuesen. También en Cádiz, los gitanos protestaron contra la Constitución antiliberal de 1845. Además, en 1843, hubo un movimiento revolucionario catalán con protagonismo gitano, conocido como “La Jamancia”, inspirado en la palabra en caló, “jallar” (comer). El hambre era la principal motivación de movilización política de los gitanos de esa época, y con objeto de derribar el gobierno de Espartero, amenazaban de forma satírica con comerse a sus enemigos. La Junta Revolucionaria a la que se adhirieron los gitanos pedía justicia para todos, sin distinción de categorías. Otro episodio a destacar es la participación de los gitanos en los movimientos andaluces de reparto de tierras, en 1850 y 1860. Concretamente, en 1861, en Loja, se organizaron como una milicia bajo el liderazgo político de Rafael Pérez del Álamo, capitaneada por el gitano Antonio Arjona. Esta insurrección buscaba cambios en la distribución de la propiedad de las tierras. Esta insurrección se conoció como “La guerra del pan y el queso”, que tuvo la intención de tomar Loja y toda Granada. Rápidamente fueron derrotados por las fuerzas gubernamentales, y hubo más de 1100 condenados (entre los que se contaban algunos gitanos). Todos fueron posteriormente amnistiados, en 1862, por la reina Isabel II.

Entrando en el siglo XX, quiero ir directo a una reflexión que considero altamente relevante, en términos generacionales, para quienes nacimos después del 78. ¿Qué ganaron los gitanos en la Transición?

Primeramente, se eliminaron los artículos del reglamento interno de la Guardia Civil que convertían a los gitanos en objetivo de persecución y vigilancia. Más allá de esto, la Constitución del 78 abrió una ventana de oportunidad a los gitanos para asociarse y expresar su voz. Aunque bajo mi punto de vista, queda mucho por hacer. Hay mucha disparidad en los gitanos: políticamente falta unión. Como todos sabemos, ha habido representantes políticos de etnia gitana en partidos mayoritarios. Pero el pueblo gitano, como tal, no tiene articulación política. El tema de las elecciones no se ha sabido aprovechar, o quizás sea que la ley de partidos no permite al pueblo gitano tener fuerza electoral. Quizás habría que revisar la ley electoral… No lo sé. Reconozco que es un tema sobre el que no tengo una opinión definitiva.

¿Qué necesitarían los gitanos para entrar a formar parte de la nueva política, en la actual fase que se conoce como “Segunda Transición” o “Democracia post-15M”?

Yo diría que los gitanos necesitan recuperar algo que han ido perdiendo progresivamente: la solidaridad. En el siglo XIX, los gitanos eran muy solidarios, se ayudaban entre ellos en las situaciones más adversas. Hoy en día, los gitanos están cada vez más atomizados. Sin solidaridad interna va a ser imposible influenciar a los partidos políticos, tanto en la agenda como en la composición de listas electorales. Ahora bien, he de decir que la deshumanización sistemática a la que se ha sometido al pueblo gitano, hace muy difícil que surja una conciencia unitaria de la “gitanidad” vinculada a una autoestima positiva.

¿Cómo se alcanzaría esa conciencia?

Con educación. Sin educación nunca va a haber igualdad de oportunidades; porque las élites políticas se valen de la ignorancia para reproducirse en los puestos de poder. Más que ganar dinero, lo importante es la conciencia que uno alcanza con la educación: la conciencia de nuestro papel como miembros activos de la sociedad. Y para esto, el sistema educativo español y las distintas autonomías deberían incluir la historia del pueblo gitano a todos los niveles. Se ha de dar un tratamiento digno a la identidad gitana, no solo en la escuela, sino también en los sistemas culturales que se mueven fuera de la escuela o la universidad.

Un verdadero placer maestro.

Nada. El placer es mío.