Hallándose en un lugar de este reino, se
allegó una gitana a una casa donde halló sola a la señora de ella, que era una viuda
moza, rica, sin hijos y de buen parecer, a quien, saludándola primero, dicha la
arenga que llevaba estudiada, no dejando mancebo, viudo ni casado, noble, galán
dotado de mil gracias que no anduviese muerto por ella, la dijo: señora, yo te
he cobrado mucha afición, y por saber que está en ti bien empleada la riqueza
que tienes, aunque vives tan descuidada de tan gran dicha, te quiero descubrir
este secreto. Sabrás pues, que en tu bodega tienes un gran tesoro; y para
sacarle tiene gran dificultad, porque está encantado, y no se ha de aprovechar
de él sino fuere víspera de San Juan: ahora estamos a diez y ocho de junio, y
hasta veinte y tres faltan cinco días. Tan en tanto allega tú algunas joyuelas
de oro o plata y alguna moneda, como no sea de cobre, y ten seis velas de cera
blanca o amarilla, que para el tiempo que le digo yo acudiré con otra mi compañera,
y sacaremos tanta abundancia de riquezas, que puedas vivir con ellas; de modo
que te envidien todos los de tu pueblo. A estas razones, la ignorante viuda,
pareciéndole que ya tenía en su poder todo el oro de Arabia y plata del Potosí,
la dio bastante crédito.
Llegó el señalado día, y fueron tan puntuales las dos gitanas, como deseadas de la engañada señora; y preguntada si había tenido cuidado con lo que le habían encomendado, y diciendo que sí, replicó la gitana: mira, señora, el oro llama al oro, y la plata a la plata; enciéndanse esas velas, y bajemos abajo antes que sea más tarde, porque haya lugar a los conjuros. Con esto bajaron las tres, la viuda y las dos gitanas; y encendidas las velas, puestas en sus candeleros a modo de círculo, pusieron en medio un jarro de plata con algunos reales de a ocho y de a cuatro, unos corales con sus extremos de oro, otras joyuelas de poco valor, y diciendo al ama que se tornasen juntamente a la escalera por donde habían bajado a la bodega, puestas las manos, estuvieron todas por un rato como quien hace oración: y diciendo a la viuda que aguardase, se volvieron a bajar las dos gitanas, haciendo entre ambas un coloquio, hablando, y respondiendo a veces; mudando de manera la voz, como si en la bodega hubieran entrado cuatro o seis personas, diciendo: Señor San Juanito, ¿será posible sacar el tesoro que tienes escondido? -Sí, porque poco os falta para que le gocéis, respondía la compañera gitana, mudando el habla en un tal delgado tiple, como si fuera de un niño de cuatro o cinco años. Confusa la buena señora, estaba aguardado la deseada riqueza, cuando las dos gitanas llegaron a ella, diciéndole: ven señora, acá arriba, que poco puede faltar para que veamos cumplido nuestro deseo, y tráenos la mejor saya que tuvieres en tu arca, ropa y manto para que me vista y disfrace en otro traje del que ahora tengo. No reparando en el engaño que le hacían, la simple mujer subió con ellas al portal; y dejándolas a solas, fue a sacar la ropa que le pedían, cuando las dos gitanas, viéndose libres, como ya tuviesen guardado el oro y plata que estaba depositado para el encanto, cogiendo la puerta de la calle con ligeros pies traspusieron el barrio. Volvió la engañada viuda con toda la ropa, y no hallando las que había dejado en espera, bajó a la bodega, donde como vio la burla y hurto que le habían hecho llevándole sus joyas, comenzó a dar voces y a llorar sin provecho. Llegó toda la vecindad, a quien contó su desgracia, sirviendo más de risa y burlarse de ella que de tenerle lástima; alabando la agudeza de las ladronas.
Este
episodio relatado por Jerónimo de Alcalá, fue reproducido en Álbum Pintoresco Universal, en su
edición de 1842. Se trata de lo que María Helena Sánchez Ortega ha
llamado “El truco del tesoro escondido”. Una estratagema, que aunque
desarrollada tanto por mujeres como por hombres gitanos, fueron ellas las que
más y mejor la explotaron, y por la que obtenían a costa de la ingenuidad de
sus víctimas, determinados provechos económicos con los que sobrevivir en una época tan complicada para el Pueblo Gitano.
Para
obtener dichas ganancias, las mujeres gitanas hubieron de echar mano a su
ingenio y habilidades, para a partir del conocimiento atesorado durante siglos
gracias a la quiromancia, saber a través del trato con su potencial víctima, cuantos
aspectos de su carácter, temperamento y personalidad necesarios, para abordarla
y emplear toda su persuasión para conseguir su confianza y despertar su
codicia. Conseguido esto, pasaba a “desencantar” el tesoro, para lo que debía
proceder a realizar diferentes rituales.
Sánchez Ortega ha esquematizado paso por paso, el proceso que se seguía, y que difería en atención a la buena o mala disposición del engañado:
1º
Elección de una víctima ingenua y generosa.
2º
Construcción de una historia fantástica sobre un tesoro escondido en la casa de
la persona escogida. Suficientemente incentivadora para despertar su interés y
codicia.
3º
El dinero llama al dinero, por lo que solicitan monedas, joyas, ropa, alimentos
y demás artículos para emplearlos en el ritual de desencantamiento. Cuanto más
duraran estas ceremonias, mayor ganancia obtendrían las gitanas.
4º
Para alargar lo más posible el desencantamiento, las gitanas espaciaban los
diferentes sortilegios en días diferentes, solicitando en cada nueva ocasión,
nuevos objetos para completar el hechizo.
5º
Para mantener la ambición del cándido y la confianza hacia los poderes de las
gitanas, estas empleaban diferentes trucos, como la tinta invisible, confeccionada a partir del zumo de limón, cebolla
y de otros jugos vegetales, que al sumergir en agua o al exponer al calor un
papel sobre que aparentemente no hay nada dibujado, aparecía para sorpresa del
ingenuo, imágenes que representaban formas fácilmente identificadas por éste,
sobre todo, el tesoro que con tanto anhelo deseaba. Y para dar más solemnidad,
y hasta cierto punto de misterio y temor hacia el poder de estas mujeres,
complementaban estos trucos con ceremonias mágicas a base de oraciones y
conjuros, momentos en los que aprovecha para ir cogiendo y ocultando entre sus
ropas, cuantos artículos había ido entregando la víctima.
6º
Finalmente, cuando la gitana atisba que la víctima empieza a sospechar o se
hace cada vez más remisa a entregar más dinero o joyas, desaparece con todo lo
que ha ido obteniendo, con lo que pasados los días, cuando la gitana estaba
bien lejos, la víctima acababa cayendo en el engaño al que había sido sometida.
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