Al
margen de la controversia suscitada en la conmemoración del asesinato de Miguel
Ángel Blanco, hemos querido centrarnos en otro triste aniversario, el que en 23
de julio se cumplen 37 años del atentado les costó la vida a María y Antonio
Contreras Gabarri, y en el que también perdió la vida Anastasio Leal
Terradillos, empleado de limpieza del ayuntamiento bilbaíno.
Interior del Diario Vasco del 24/07/1980 |
Portada del Diario Vasco del 24/07/1980 |
El
espectáculo que ofreció la investigación en este atentado terrorista fue
lamentable, pues además de no identificarse a sus responsables, tampoco se pudo
concretar el objetivo del atentado. Es cierto que tampoco ayudó la confusión creada por diversas
reivindicaciones y la coincidencia de objetivos posibles en las inmediaciones. Y,
aunque el crimen fue
reivindicado por la “Triple A” en el intento de causar daños materiales en la cercana
guardería “Iturriaga”, propiedad de un concejal de Herri Batasuna. María, Antonio
y Anastasio acabaron formando parte de las listas de víctimas de ETA (http://avt.org/victimas-del-terrorismo/).
María contaba con 17 años y se hallaba embarazada de nueve meses, dos vidas en una que quedaron cercenadas junto a la de Antonio, de solo 11 años. Sabemos que dos kilos de goma dos fueron los causantes de sus muertes, pero las manos que los manipularon y colocaron han quedado impunemente ignoradas. A su entierro apenas hubo representación política, salvo la de un concejal de HB del ayuntamiento de Bilbao y varios miembros de la ejecutiva del PSOE de Euskadi, que acompañaban a Juan de Dios Ramírez de Heredia, por entonces era diputado en Las Cortes.
María contaba con 17 años y se hallaba embarazada de nueve meses, dos vidas en una que quedaron cercenadas junto a la de Antonio, de solo 11 años. Sabemos que dos kilos de goma dos fueron los causantes de sus muertes, pero las manos que los manipularon y colocaron han quedado impunemente ignoradas. A su entierro apenas hubo representación política, salvo la de un concejal de HB del ayuntamiento de Bilbao y varios miembros de la ejecutiva del PSOE de Euskadi, que acompañaban a Juan de Dios Ramírez de Heredia, por entonces era diputado en Las Cortes.
No fueron
éstas sin embargo, las únicas víctimas gitanas del terrorismo. En este fatídico
año de 1980, otra nueva muerte se produjo en noviembre, en las cercanías de
Urnieta, cuando Joaquín Altimasveres y Andrés Echeverría fueron
tiroteados a las cuatro de la madrugada en la carretera de lleva de Andoain a
Hernani, lugar donde estaban domiciliados. Joaquín falleció en el acto, en
tanto Andrés, herido gravemente, recorrió los tres kilómetros que le separaban
de su casa y se acostó sin decir nada a nadie de su estado, hasta que a la
mañana unos familiares le llevaron a un centro hospitalario.
El misterio envuelve
este crimen, pues aunque a través de una llamada telefónica a El Diario Vasco,
el Batallón Vasco Español asumió la autoría del atentado asegurando se había
cometido contra dos etarras, no parece poseyeran filiación política alguna, salvo el hecho de
que Joaquín participara en la campaña emprendida por el ayuntamiento de Hernani
en ese verano, contra el desalojo de los gitanos del barrio de Carrero, de cuya
operación había sido exceptuado junto a Andrés, por estar considerados vecinos
habituales. El caso, es que Joaquín no figura entre las víctimas en los
listados de AVT y CAPEFI, a pesar de que en esta última se asegura que se trata
de un listado “dedicado a todas las víctimas de cualquier tipo de violencia” (http://94.23.86.51/t13/page3.asp?Id=57322&Rf=62&Rt=6&Np=622).
De su multitudinario entierro da cuenta la
prensa de aquellas fechas. Más de 5.000 personas hubieron de apiñarse en la
plaza principal del pueblo, por ser imposible cobijarlas en el templo
parroquial. El féretro con sus restos mortales fue instalado en la capilla
ardiente montada en el salón de plenos del ayuntamiento y trasladado hasta el
altar colocado en el atrio de la iglesia. Al sepelio acudió el alcalde, Juan
José Uría, de Herri Batasuna, varios concejales, los familiares del difunto y
la comunidad gitana de Hernani, todo ello “en medio de los gritos y expresiones
de dolor de algunas mujeres gitanas”.
Gracias por no olvidarnos nunca, Manuel, por darnos el lugar que nos corresponde en la Historia, siempre. Un abrazo, profesor
ResponderEliminar