Retrato anónimo del Padre Rávago (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander) |
“El estado que hoy tiene este expediente es fatalísimo por
haberse errado enormemente en la providencia, y mucho más en las ejecuciones
contra la intención del rey. Porque S.M. no mandó que se prendiesen y
maltratasen aquellos que solo tenían el nombre de gitanos porque lo fueron sus
padres o abuelos, pero ya ellos habían dejado ese ejercicio y vivían quietos
como otros vecinos en sus oficios o labranzas. Porque ésta sería una injusticia
solemne, contra la fe pública, y contra los intereses de S.M. Solamente fue su real intención que se prendiesen los gitanos malhechores,
vagabundos, viciosos, sin oficio o ejercicio con qué ganar la vida.
Pero el efecto
ha sido no solo contrario, sino el más injusto, habiendo preso y atropellado
muchos buenos vasallos, solo por tener nombre de gitanos, mezclándose en esto
mil atropellamientos y venganzas particulares, y disipándoles sus bienes
injustamente”.
COMENTARIO: Para Francisco Rávago, la operación de
captura se ejecutó de forma improvisada, ya que se había
dispuesto de más de un año para obtener la suficiente información “de los que
merecían ser presos y de los que debían ser exceptuados”. Una opinión que
revela un aspecto controvertido: el carácter universal con que se efectuó. El
confesor del rey muestra el disgusto del monarca por haber sido mal asesorado, lo
que dejaba en mal lugar al presidente del Consejo de Castilla, Gaspar Vázquez
de Tablada. Posiblemente, fuera el arzobispo de Farsalia, sucesor
posteriormente en el cargo de Rávago como confesor del rey, quien despertara la
conciencia del rey informando sobre la injusticia cometida, ya que con
anterioridad a la redada tenemos constancia de su intercesión en la libertad de
algunos gitanos.
Rávago
aprovechó esta ocasión para sustituir a Tablada por otro gobernador más afín a
su partido y más proclive a las regalías y derechos reales. Aceptada por el rey
la exoneración, el 7 de agosto propuso a Vázquez de Tablada la mitra de
Plasencia, sede que rechazó en espera de una mejor vacante. Cesado el 10 de
agosto, fue sustituido por Francisco Díaz Santos y Bullón, obispo de Barcelona,
con quien el confesor reforzó aún más su preeminente posición. Posteriormente,
el 16 de octubre, Rávago acabó concediéndole un retiro más digno y le propuso la
diócesis de Sigüenza, de la que apenas pudo gozar, pues falleció el 29 de
diciembre siguiente.
PARA SABER MÁS: La Junta de gitanos de septiembre de 1749
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