Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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viernes, 1 de mayo de 2020

EL BARRIO GITANO DE LAS CAMBRONERAS Y LA GENERACIÓN DEL 98

Para los gitanos del barrio de las Cambroneras

A vosotros los pobres, los desvalidos, los desheredados, los errabundos, los proscritos de todas las razas y de todos los pueblos; los eternos israelitas que sin hogar ni patria, camináis al ocaso bajo el cielo inclemente, ya sufriendo las bárbaras caricias del invierno frígido, ya las arideces abrasadora s del sol canicular; los que acampáis defendidos por la débil lona de vuestras tiendas de campaña en las inmediaciones de las ciudades y las aldeas; los que padecéis la más injusta y encarnizada persecución que llevó acabo la Humanidad en el transcurso de los siglos; los despreciados, los expulsados, los malditos; A vosotros me dirijo: ¡Salud!
Yo os envío, no sólo a vosotros los que formáis la tribu que habita en la margen del Manzanares, sino a todos los gitanos que viajan penosamente a través de la tierra ingrata. Yo os envío mi expresión fraternal, porque desde muy niño simpaticé con vuestra raza fina y perspicua, sana y valiente, que arrostra los peligros con la sonrisa en los labios y la tranquilidad en el corazón; porque siempre atrajeron mi espíritu con irresistible influjo vuestras hermanas gentiles y gallardas, sentimentales y bondadosas, tiernas hasta el exceso y apasionadas hasta el delirio; porque a la vez que empecé a pensar empecé a compadecer con una piedad acendrada y profunda vuestro inmenso infortunio de parias condenados, como el judío errante, a la perpetua marcha, al pan amargo, al agua acibarada, a todas las acritudes del destierro inacabable y a todas las hieles de la emigración sin término.
Barrio de Las Cambroneras (1902). Colección M. Martínez
Vosotros, ¡oh, desgraciados! sois la excepción. Los adeptos a todas las religiones y los hijos de todos los pueblos tienen atribuciones que a vosotros no se os conceden. A vosotros se os niega hasta el más sagrado de los derechos: el derecho a la vida. Se os niega el alimento, el agua, el fuego, el hogar. Se os persigue como perros hidrófobos. Sois maldecidos, aborrecidos, execrados. Recuerdo que, aún adolescente, encontrándome en un pueblo de la provincia de Badajoz, tan ignato como salvaje, se estableció en sus inmediaciones una numerosa familia de gitanos, desarrapada y hambrienta, cuyo sólo aspecto inspiraba compasión. En cuanto los mozos del lugar tuvieron noticia del suceso, acudieron al sitio donde acampaban los gitanos, apedreando sus tiendas y queriendo lincharles, teniendo que hacer la Guardia Civil esfuerzos inauditos para librarlos de las iras de aquellos nuevos barbatos del Norte.
Son tan contradictorias y de tan variadas especies las versiones que he oído respecto a vuestras condiciones morales, que no sé cómo debo juzgaros. Mientras unos dicen que sois desleales e ingratos, que pagáis los beneficios con infamias y que al que más os favorece es el primero que traicionáis, otros propalan que, en vuestro corazón, noble y agradecido, no cabe el dolor, que tenéis la gratitud por norma y que llegáis hasta el sacrificio por vuestros bienhechores.
Yo ignoro como sois; es más: quiero ignorarlo siempre. Si es verdad que sois malvados, tenéis sobrada razón para serlo: merecéis disculpa. La sociedad, madre de infamias, es el solo responsable de las que podáis cometer. Ella os enseñó a odiarla. En el pecho de vuestras madres, y transmitido de generación en generación, matasteis el odio africano que ella os inculcó con su conducta de déspota y verdugo.
Por eso los hombres de buena voluntad y de alma libre de preocupaciones, los que no ven en vosotros más que seres pertenecientes a la familia humana, los que odian tanto como vosotros a esa misma sociedad por su estupidez y sus crueldades, os aman y os defienden, aspirando con anhelo, noble y esforzado aliento a vuestra rehabilitación, para que podáis entrar en el concierto normal de la vida y ocupar el puesto que os corresponde, porque para llenarle os están llamando a gritos la fraternidad y la justicia.
Pedro Barrantes


COMENTARIO:

La pérdida del imperio colonial en América y Filipinas, abrió una profunda crisis que se manifestó en diferentes ámbitos de la sociedad española a finales del siglo XIX y principios del XX. Se produjo un revisionismo general en el que en alguna medida, el tema gitano quedó incluido, aunque sin suponer un cambio significativo en cuanto a la mejora de su situación social.
Autores de la generación del 98 volvieron la vista hacia los gitanos en sus obras literarias. Benito Pérez Galdós, en su obra Misericordia, publicada en 1897, dibujó “las capas más ínfimas de la sociedad matritense (…), la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria (…)”. Unos aspectos que Galdós halló entre los gitanos. También Pío Baroja en su Hampa, denunciaba cómo Madrid estaba rodeado de unos suburbios, “en donde viven peor que en el fondo de África un mundo de mendigos, de miserables, de gente abandonada”, sin que nadie se ocupara de remediar “de tanta tristeza, de tanta lacería”. Por último, citamos la obra de Blasco Ibáñez, La horda (1906), en la que describía el barrio como “un mundo aparte, una sociedad independiente dentro de la horda de miseria acampada en torno a Madrid”. Un exiguo espacio donde coexistían payos -que eran los menos-, y los gitanos -la mayor parte de la población-.
La prensa fue sin embargo, el medio donde la reflexión sobre la situación del Pueblo Gitano halló mayor eco. Si bien, en su mayor parte, siguió tratándolo con suma simplicidad a partir del prisma estereotipado heredado del siglo XIX. En uno de estos artículos plagados de prejuicios peyorativos, correspondiente a enero de 1902, podemos leer frases tan denigratorias como las reproducidas en la Revista contemporánea: “viven sin trabajar, y el no trabajar constituye para ellos el placer supremo”.
Las Cambroneras en 1914. Colección M. Martínez
Frente a este periodismo denigratorio y vetusto, surgieron algunos articulistas socialmente más comprometidos. Uno de ellos, bajo la firma de un tal Merchán, y a colación de la visita del embajador cubano en 1903, haría un repaso introspectivo muy crítico a la historia de España respecto a sus hazañas no tan gloriosas, tras lo que concluía: “Nuestra historia - es doloroso, pero es preciso declararlo, es una historia de persecuciones y de exterminios”. En su repaso, habla de la expulsión de los moriscos, de la quema de judíos, y del acoso que se ejerció sobre los gitanos, “a quienes los antiguos historiógrafos cuelgan hórridas patrañas”. Un pasado plagado de injusticias y que inhabilitaba a España ante el resto de Europa: “¿Ante quién vamos a quejarnos hoy en Europa de las supuestas injusticias contra nosotros cometidas? ¿Qué antecedentes morales podremos alegar para acusar a nadie?”.
La crudeza del análisis de Merchán sobre la intolerancia española hacia los históricamente oprimidos, hizo reflexionar cuanto menos a un reducido grupo de intelectuales, pues apenas tenemos constancia de artículos similares. No obstante, esta carencia la colma con creces el periodista Pedro Barrantes, en un artículo dedicado a “los pobres, los desvalidos, los desheredados, los errabundos, los proscriptos de todas las razas y de todos los pueblos (…), los que padecéis la más injusta y encarnizada persecución que llevó acabo la Humanidad en el transcurso de los siglos; los despreciados, los expulsados, los malditos”, pero especialmente a los gitanos del barrio madrileño de Cambroneras.
            El interés por conocer al gitano, más por su misterio y exotismo que por denunciar su situación, siguió llevando a algunos periodistas e intelectuales, a  atreverse a visitar las gitanerías. Uno de ellos, un colaborador de la revista Por esos mundos, tuvo “el capricho de pasar una noche en Las Cambroneras, sin otro propósito que el de conocer la vida de aquella original y pintoresca barriada en toda su peligrosa intensidad”. Para aventurarse a este “territorio comanche”, procuró el acompañamiento de varios amigos, uno de ellos abogado, “que por serlo de un vecino de Las Cambroneras, servía de salvo-conducto”. La comitiva se introdujo en el barrio con un farol, siendo recibidos nada más entrar por “algunos gitanos que esperaban nuestra visita”, quienes seguidamente les “guiaron por un laberinto de callejuelas fangosas y lóbregas, abiertas entre casuchas de un solo piso”, hasta llegar a una choza, cuyo interior fue descrito como de “una sola habitación, estrecha y larga (…). El piso era de tierra. Al fondo, y atados a una pesebrera, había dos burros que, al oírnos, volvieron hacia nosotros sus cabezas mansas. A derecha o izquierda, clavadas en la pared, varías esteras de esparto formaban una especie de zócalo”.
La generación del 98 alentó este interés por las gitanerías de las grandes ciudades, y sirvió como una justificación más para destacar el atraso de España respecto a Europa. Un aspecto que influyó en la percepción del español respecto al resto de los europeos, y que marcó la “diferencia”, algo que para los que se aferraban a las viejas glorias de España era motivo de vergüenza. Una percepción de inferioridad que en realidad venía de lejos, ya que en 1889 con ocasión de la Exposición Internacional de París, se pudo constatar cómo había quien sentía vergüenza ante la participación de un cuadro flamenco en la capital francesa (Ver http://adonay55.blogspot.com/2017/11/los-gitanos-y-la-exposicion-universal.html).

MÁS INFORMACIÓN:

Barrio de Cambroneras:  https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7219751; https://es.wikipedia.org/wiki/Las_Cambroneras

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