Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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lunes, 16 de octubre de 2023

RITA TORRES ANTE LA INQUISICIÓN DE GRANADA

 

REVISTA ALHÓNDIGA, nº 40, septiembre/octubre 2023, pp. 27-29.




Hechicería gitana en Granada. El caso de Rita Torres ante la Inquisición (1742-1747)

En principio, la Iglesia, más preocupada por la cuestión morisca y judía, apenas se ocupó de los recién llegados egipcianos, no siendo hasta bien entrado el siglo XVI, cuando comenzó a prestar atención a las quejas dirigidas desde varios sectores eclesiásticos, concretamente, sobre el abuso que cometían de hacerse pasar por peregrinos, con la sospecha de practicar el cristianismo de forma superficial y no sincera; causas por las que se acabó considerando necesario su control y corrección.

Fue a lo largo del siglo XVII, sobre todo entre 1656 y 1794, cuando las acusaciones de hechicería gitana llegaron a constituir tres de cada cuatro procesos. Según María Helena Sánchez Ortega, el Tribunal de la Inquisición de Granada fue el que procesó a un mayor número de personas gitanas; lo que corrobora Rafael Martín Soto, al contabilizar cincuenta y nueve causas de hechicería gitana, casi en su totalidad protagonizadas por mujeres.

Los inquisidores, consideraron a las hechiceras gitanas como simples estafadoras, algo que reconocería Rita Torres, confesando que para sus prácticas hechiceras utilizó, como otras tantas gitanas, diferentes estratagemas para obtener de los más ingenuos algún beneficio material o monetario. Igualmente, aunque la característica principal de los hechizos gitanos, consistió en la práctica inexistencia de pactos realizados con el diablo, Rita Torres lo incluyó junto a una mezcla de  oraciones pseudocristinas y diferentes productos como huesos, ropa, alfileres, escoba, velas de sebo y otros objetos que consideró necesarios para el hechizo; con todos los cuales aseguró, podía influir en la voluntad amorosa de un mercader, matar al marido de una de sus clientes y encontrar un tesoro de monedas de oro y madejas de seda.

Su historia comienza el 17 de octubre de 1742, cuando ante el Santo Oficio de la Inquisición de Granada, compareció por una delación formulada por Feliciana Martínez Bravo, y por la que se le formularon cargos por hechicera y buscadora de tesoros. De Rita sabemos que era originaria de Guadix, y que se había domiciliado en Granada, donde se hallaba casada con Fernando Maldonado, también gitano y de oficio esquilador. Según la descripción de uno de los testigos, era: “gitana, mediana de cuerpo, morena, oreja cortada y de unos 28 a 30 años. El hecho de estar desorejada, indica la aplicación de una pena corporal en un pleito anterior que desconocemos.

Feliciana relató cómo llegó Rita a su casa y le preguntó “que si quería sacar un tesoro que había en su cueva”. El problema era que se hallaba encantado y que precisaba de la ayuda de “una mora amiga que era mágica”. La promesa de riquezas captó la avaricia de la mujer, quien aceptó “lo sacase con tal que no tuviera ella que gastar un atraso”. A ello respondió Rita que sólo quería su permiso, tras lo cual, acordó volver en dos días, pasados los cuales, Rita confesó ser “la mágica que le había dicho y que la habilidad la había heredado de sus padres”, asegurando haber estado “en Berbería por dicho arte mágico aquella noche” para hacer varias “velas de sebo de moros”, las que había escondido en el cerro de San Miguel por ser necesarias para sacar el tesoro. En esto, Diego Avendaño, hijo de Feliciana, entró en la casa, y montando en cólera, advirtió a su madre que todo era un engaño. Rita entonces, hubo de echar mano de un plan de contingencia para demostrar su habilidad mágica: el del pliego de papel con tinta invisible. Así lo refirió ella misma ante el tribunal:

 

“que habiéndose ido la reo a su casa, esta compró un pliego de papel y un poco de alumbre, y pintó en él medio pliego una figura de hombre con una orza pendiente de su mano, y después la dejó secar y a las tres, volvió a la casa de dicha Feliciana, y preguntándole si había llevado dicho pliego de papel, y respondió que sí. Pidió un librillo con agua, partió el pliego por medio, y escondiéndolo con cautela, echó la reo el papel que ella llevaba prevenido, y lo echó en el librillo y apareció en el agua lo que había pintado, teniendo esta particularidad la pintura que se hace con azufre, que no se percibe sino en el agua, y mientras dura la humedad”.

 

En el papel, Rita dibujó a “un diablo pintado que tenía una orza asida de las asas, y debajo unos renglones que decía, si haces lo que esa mujer te dice, tendrás fortunas dichosas”. El hijo, sin embargo, no se dejó engañar y cogió el pliego para presentarlo ante la Inquisición para denunciarla, pero dibujo y escritura habían desaparecido. No obstante, el ardid no convenció a Feliciana, quien al ser requerida por Rita para que le diera dos pesos con objeto de proseguir el desencantamiento, se negó, haciendo desistir a Rita de continuar el supuesto desencantamiento.

Posteriormente, en mayo de 1746, una tal María de Orta, delató ante la Inquisición “que queriendo Rosa de Nájera matar a su marido Francisco Rodríguez para casarse con otro”, acudió a Rita, “para que esta, con la habilidad que tenía, le quitarse la vida”. Rita explicó a Rosa, “que para que fuese más pronta la muerte, le daría un carbunco”; y que para “la quisiese el sujeto que dicha Rosa quisiera”, para lo que en este caso, debería darle un hueso de gato aderezado por ella misma, además de tener prevenido el día siguiente, una porción de: harina, carbón, nueve pesetas, un espejo, un pañuelo, dos alfileres gordos y una mortaja. A lo que añadió también una escoba y una camisa, con las que formar una especie de muñeco, en que debía clavar un alfiler gordo “por medio de la escoba”, para empezar a provocar “el accidente” que debía sufrir el marido, debiendo Rosa continuar el hechizo hundiendo el alfiler “cada día un poquito, hasta los tres días que lo entrase del todo”.

Al día siguiente, Rita volvió para realizar una nueva ceremonia, en la que al mismo tiempo que recitaba varias oraciones dirigidas a María y a Lázaro, hizo una torta con la harina que le había pedido, y en la que introdujo las nueve pesetas y dos alfileres. Un hechizo con el que prometió, lograría “que un mercader quisiera mucho a la dicha Rosa”, así como la muerte de su marido. Y para completar el sortilegio, entregó a Rosa los dos huesos de gato negro, “que la noche antes los había aderezado y dejado en depósito al enemigo, junto al señor Miguel, el Alto”, a donde se había de llevar la torta, la escoba y la mortaja, y que ella no podía hacerlo por estar embarazada y ser:

 

“preciso que el enemigo hubiera de tener tres actos canales con la que llevase la torta. Uno aquel día al tiempo de entregarlo al enemigo, otro al siguiente día; otro al tercer día, diciendo una oración en la que se llamaba al enemigo, para que viniera. Y que el primer día entregaría el enemigo los dos huesos de gato negro, uno para la dicha Rosa y otro para esta testigo”.

 

Como esperaba Rita, Rosa y María Orta declinaron “asistir a semejantes lances”, por lo que se ofreció a llevar todo para  no volver “a aparecer más”; si bien, me mantuvo en Granada, ya que en ella fue presa y puesta en las cárceles de la Inquisición, acusada de ser “de mala vida” y andar “continuamente engañando con estos embustes”. A mediados de septiembre de 1746, a pedimento del fiscal, los padres calificadores Carvajal y Pineda, dijeron que el proceso contra Rosa contenía: “embustes, sortilegio y práctica en ellos cualificados con pacto implícito y sospecha de explícito, con inducimiento a trato deshonesto con el demonio. Y a la reo provet iacet, la juzgaban por sospechosa de Leví infide”. Votada la prisión, se ejecutó en 27 de febrero de 1747.

Ante la seriedad de las acusaciones, especialmente en lo relativo al pacto con el diablo. Rita confesó que todo lo hizo para engañar y sacar dinero con el fin de “socorrerse, sin ánimo de ejecutar cosa supersticiosa. Y que todo lo demás de la acusación era falso”. Reconocida por un médico y un cirujano el 28 de abril de 1747, estos dijeron que se hallaba “preñada en cinco meses, por lo que no estaba capaz de tortura, azotes, ni vergüenza pública”, así como de ningún otro tipo de pena aflictiva. La causa, sin embargo, al hallarse incompleta, no sabemos la suerte que finalmente corrió Rita Torres.

 

Fuentes:

Archivo: Archivo Histórico Nacional, Inquisición, leg. 3728, exp. 176.

MARTÍN SOTO, R. Magia e Inquisición en el antiguo reino de Granada, Málaga: Arguval, 2000.

SÁNCHEZ ORTEGA, M.H. La Inquisición y los gitanos, Madrid: Taurus, 1988.