Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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miércoles, 24 de enero de 2024

LOS GITANOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 

1.    A lo largo de toda la Guerra Civil, el indiferente posicionamiento del gitano respecto a uno u otro bando, respondió principalmente a una simple estrategia: la que pretendió explotar su invisibilidad social con la esperanza de pasar desapercibido y esquivar así la guerra, como ya lo hiciera en los conflictos bélicos del siglo anterior. Sin embargo, dependiendo sobre todo de la zona en que se hallara en el momento de iniciarse la contienda, acabó siendo arrastrado a ella, de buena o mala gana, sin mostrar, en su mayor parte, ningún interés por alcanzar protagonismo alguno, obligados a luchar contra los de su propio pueblo, que por un azar del destino, se hallaron en el bando contrario.


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2.      Ambos bandos evidenciaron su gitanofobia a través de una guerra sucia, paralela a la militar, basada en la desinformación y la denigración del enemigo, por la que unos y otros aprovecharon cualquier oportunidad para utilizar en su beneficio la mala fama del gitano y descalificar a su contrario. Para ello emplearon el término gitano para referirse a personas, grupos y hechos concretos, traspasando al enemigo su sentido peyorativo, como una bala más, pero que disparada conscientemente hería de muerte la buena fama del gitano.

3.      Entre los gitanos que de forma voluntaria se implicaron por convicción a favor de alguno de los dos bandos, encontramos a Helios Gómez y a Marianet, ambos por el bando republicano. La vida del primero puede resumirse como una etapa llena de persecuciones, en la que la prisión llegó a convertirse en su domicilio habitual, ya que hasta entonces había sufrido setenta y un encierros y hecho frente a cuarenta y dos procesos. Permanentemente hostigado por la policía monárquica, hubo de exiliarse en multitud de ocasiones y recorrió casi toda Europa.

4.      La Guerra Civil lo sorprendió en Barcelona, donde, armado con un winchester tomó parte en las barricadas de Vía Layetana junto a los grupos de defensa civil de la CNT y demás partidos revolucionarios. Próximo inicialmente al anarquismo, abrazó el comunismo como militante del PCE. Sin embargo, su actitud crítica y contestataria acabó enfrentándolo a influyentes sectores del comunismo, hasta ser expulsado del Partido Comunista a primeros de julio de 1937, a partir de lo cual hubo de refugiarse en Barcelona y colaborar con el anarquismo catalán, cambiando el fusil por el lápiz y el pincel.

5.      Tras la derrota republicana en Cataluña, en febrero de 1939 pasó a Francia donde comenzó un auténtico vía crucis por diversos campos de concentración franceses y argelinos. De vuelta a España siguió su lucha clandestina, causa por la que fue acusado de espionaje y alta traición, volviendo a sufrir nuevos encarcelamientos entre 1945 y 1954. Una vida azarosa que precipitó su muerte en 1956.

6.      Otro personaje, aún más invisibilizado es Mariano Rodríguez Vázquez, Marianet, a pesar del importante papel que desarrolló durante la contienda como secretario general de la CNT y al que Azaña, el presidente de la República, llamaba a consultas cada vez que formaba gobierno.

7.      Sabemos que nació en Barcelona en 1908 y que fue abandonado por su padre en un orfanato, debiendo sobrevivir mediante pequeños hurtos que lo llevaron a frecuentar la cárcel, en donde se formó en la ideología libertaria, para una vez libre, afiliarse a la FAI en 1931. Un pasado del que apenas habló, pues sus camaradas, que le llamaban el «rey gitano del sindicato de la construcción», sólo conocían de sus actividades, los últimos cinco años.

8.      Su carrera en la CNT-FAI se caracterizó por sus numerosas estancias en prisión y por su rápido acceso a la secretaría general. Partidario de ganar la guerra como objetivo principal, fue muy criticado por sus camaradas de base por abandonar la revolución y la democracia asamblearia. Murió en junio de 1939 en extrañas circunstancias.

9.      Por el bando sublevado fueron muy pocos los gitanos que alcanzaron la importancia de los anteriores. Uno de ellos fue Ceferino Jiménez, víctima de los asesinatos que se produjeron en Barbastro en los primeros momentos de la guerra, por haber ayudado a un sacerdote y no haber renegado de su catolicismo, por lo que fue beatificado en 1997.

10.  Otra víctima fue la canastera Emilia Fernández, una mujer gitana de Tíjola que fue presa por haber intentado evitar el reclutamiento de su marido para luchar el frente, mediante el ardid de dejarle ciego de forma temporal. Presa en Almería, fue víctima de una deficiente atención postparto, como represalia por no haber delatado a unas monjas. Fue beatificada en 2017.

11.  Junto a este reducido elenco de personajes destacados, hay que añadir personajes como Oselito y Casilda, pero también un numeroso grupo de personas anónimas, que murieron en combate o fusiladas en los primeros momentos de la guerra, como la granadina María Fernández Santiago, ejecutada el 26 de julio de 1936.

12.   Muertes que finalizada la contienda siguieron produciéndose en el seno de una represión a través de juicios sin garantías procesales, a cargo de tribunales militares formados por individuos llenos de prejuicios y estereotipos antigitanos, cuyos nombres y circunstancias esperan ser recuperados y reparados históricamente.

LOS GITANOS DURANTE EL RÉGIMEN FRANQUISTA - Els gitanos durant la dictadura franquista

 El régimen franquista de la postguerra reforzó su poder a través del terror y la propaganda. De esta forma, pretendió convertir a los españoles en un pueblo sumiso, obediente y conformista, para establecer una sociedad uniforme basada en las directrices y principios del nacionalcatolicismo; al tiempo que ejercía una represión contra todos los que se oponían a la dictadura militar. Las detenciones, los juicios con nulas garantías procesales, las depuraciones y las ejecuciones se sucedieron especialmente tras los largos años de la posguerra, durante los cuales, varias personas gitanas fueron llevadas ante tribunales militares por colaborar con la guerrilla antifranquista.


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Dentro de esta resistencia destacaron numerosas mujeres gitanas, participando a veces en operaciones tan audaces, como el atentado con paquete bomba realizado en Granada contra el capitán de la Guardia Civil de esa ciudad. Una acción que conllevó una fuerte represión en las personas de Manuela Maya Fernández, Mercedes Romero Robles y Remedios Heredia Flores, todas ellas acusadas de ejercer como enlaces de la guerrilla.

Esta etapa fue extremadamente dura para los gitanos españoles. Además de la deshumanización y criminalización que sufrían, debieron afrontar el hambre y las múltiples carencias que trajo consigo la guerra, pero también las epidemias que debilitaron a una población malnutrida, sin agua corriente ni electricidad y sin las más mínimas condiciones higiénicas. En estas circunstancias, el gitano fue señalado como un peligroso agente transmisor de enfermedades, lo que incrementó el rechazo y la desconfianza hacia su presencia.

La población gitana quedó encuadrada dentro del conjunto social de «gentes con manifiesto desaseo y parasitada habitualmente», es decir, en el grupo de los «vagabundos, pordioseros y gitanos», sobre los cuales debía ejercerse una labor de supervisión, examen, registro, encierro y aislamiento.

Víctimas también de una represión cultural, sus costumbres fueron perseguidas y relacionadas con prácticas delictivas y viles, contrarias al régimen franquista, el cual decretó en 1941 la obligatoriedad del idioma castellano quedando prohibidas todas las demás lenguas, incluido el caló, que pasó a ser considerado una jerga delincuente.

La Ley de Vagos y Maleantes republicana se mantuvo, pasando a ser un instrumento de represión contra los opositores al franquismo y los elementos marginales. La represión se le encargó a la Guardia Civil, en cuyo Reglamento para el Servicio de mayo de 1943, se le encomendó la vigilancia y el control de movimientos de las personas gitanas. El gitano, como permanente sospechoso, siguió obligado a demostrar su inocencia y llevar en sus desplazamientos todo tipo de documentos para no ser detenidos y puesto a disposición de la autoridad judicial. Un estricto control que en el gitano creó un alto grado de recelo, temor y hasta odio hacia los efectivos de este instituto armado.

También las demás fuerzas de seguridad del Estado mantuvieron a los gitanos bajo la estricta aplicación de la Ley de Vagos, que transformada posteriormente en la Ley de Peligrosidad Social, siguió sustituyendo el castigo por la educación preventiva, lo que incluyó al gitano dentro de un proceso de racionalización criminológica, por el que se le tipificó como un individuo racialmente primitivo y delincuente, carente de toda presunción de inocencia.

El final de la Segunda Guerra Mundial con la victoria de los países demócratas y comunistas, España quedó aislada, tanto en el ámbito económico como en el cultural y social. La economía agraria, aun anclada en el siglo XIX, se desmoronó y las condiciones de vida de los pueblos y aldeas empeoró, abriendo la puerta a una emigración hacia las ciudades y a antiguas rutas migratorias como Argentina y Argelia.

El gitano, inmerso en esta sociedad cambiante, donde la máquina comenzaba a sustituir a los jornaleros en el campo, se vio abocado también a un éxodo rural hacia las grandes ciudades, en donde hubo de abandonar sus oficios tradicionales, para pasar a ser explotado en las grandes ciudades como proveedor de mano de obra barata y no cualificada en trabajos duros y peligrosos. Recluidos en barrios periféricos de construcciones ilegales, con deficientes condiciones higiénico-sanitarias, ausencia de servicios públicos básicos e incomunicados con las principales áreas de la ciudad, que favoreció la aparición de procesos segregativos.

El chabolismo constituyó una respuesta urbana de adaptación a una forma de vida y de economía en donde el comercio ambulante, la busca o el chatarreo fueron la mejor réplica a los nuevos tiempos. Las condiciones infrahumanas y de espacio derivadas del fenómeno chabolista se agravaron por la climatología y por la especulación que amenazaba a los poblados.

Las administraciones públicas comenzaron entonces a emprender programas para su erradicaci
ón, pero sin contar con la opinión de los propios interesados, a través de realojos en bloques de pisos en barrios también periféricos, que siguieron favoreciendo la segregación respecto al resto de la ciudad.

El fracaso de esta política recayó sin embargo en los propios gitanos, a los que se les culpó de poseer una nula intención de «integrarse», de organizarse en clanes, de traficar con drogas. Una criminalización que los mantuvo bajo la estricta aplicación de la Ley de Peligrosidad Social.

Olvidados, ocultos en bolsas de pobreza, comenzaron a ser visibles con la aparición del movimiento asociativo gitano, que iniciado entre 1971 y 1978, comenzó a reclamar la cobertura de necesidades básicas, la mejora del estado de sus viviendas, la puesta en marcha de servicios públicos, la lucha contra el tráfico de drogas, el reconocimiento de su cultura, y la consecución de cuantas medidas sociales permitieran promocionar a la comunidad gitana hacia la ciudadanía plena.

martes, 2 de enero de 2024

600 ANIVERSARIO DE PRESENCIA GITANA EN ESPAÑA

 Recua de gitanos

 El 12 de enero de 2025 se cumplirán oficialmente los 600 años de presencia gitana en los territorios que hoy forman parte del reino de España. Una fecha que está marcada por la existencia del documento más antiguo que lo atestigua. Sin embargo, es muy probable, que la llegada de los primeros egipcianos –llamados así por decir que procedían de Egipto-, se remonte al menos al año anterior. Una especulación basada por la temprana fecha -12 de enero- en que se produce la rúbrica real, y a que desde 1422, existe constancia de presencia gitana en el sureste francés. No resulta aventurado pues, sospechar, que posiblemente, a partir de esta fecha de 1422, ya se hubiera producido la visita de algún grupo de egipcianos, medio siglo antes de la llegada de los grecianos.


Egipcianos a las puertas de Berna 

Los primeros grupos que arribaron a Europa central, llegaron a finales de 1417 y recorrieron Alemania en una compañía de unos 300 individuos al mando de un duque y de un conde. Exhibieron una Carta de Seguro otorgada por Segismundo, en la que se ordenaba fueran bien tratados por tener que cumplir siete años de penitencia impuesta por haber apostatado. A partir de esta fecha, comienzan a ser frecuentes las noticias sobre las gentes procedentes de un lugar llamado Pequeño o Menor Egipto. Así, al año siguiente, en 1418, llegaron a Augsburgo medio centenar de gitanos, que aseguraron provenían del  “Pequeño Egipto”. De ellos se dijo que además de poseer dotes adivinatorias, también eran expertos en el robo, una fama que les acompañó en su travesía europea.



En verano de 1419 llegaron a Zurich, donde fueron descritos como extranjeros de piel oscura y naturales de Egipto Menor. Al frente de ellos iban duques y condes que decían habían sido perseguidos por los turcos y debían hacer penitencia durante siete años. Como cristianos seguían los ritos de bautismo y entierro; y aunque vestían pobremente, poseían oro y plata, y pagaban lo que comían y bebían. Tras pasar a Alemania a finales de ese verano, volvieron a abandonarla para alcanzar Châtillon-sur Chalaronne el 22 de agosto, donde mostraron Cartas de Seguro del duque de Saboya y del emperador. En atención a su calidad de penitentes, las autoridades locales les entregaron vino, avena y tres florines a todos.

Familia de egipcianos
Sólo dos días más tarde hizo su aparición en Saint Laurent el duque Andrés del Pequeño Egipto –posiblemente el mismo del que se habla llegó en enero a Bruselas- con su compañía de más de un centenar de personas, que tras atravesar el Saône, arriban a la localidad francesa de Saint Laurent, en la región francesa de Mâcon. En esta ocasión se les describe como hombres de gran estatura y terrible aspecto, de larga cabellera; a quienes se les proporcionó cerveza, vino, pan, una vaca, cuatro ovejas y 25 monedas de oro.

El emperador Segismundo


En marzo de 1420 un grupo de un centenar de egipcianos al mando de dicho duque Andrés con casi medio centenar de caballos fueron bien recibidos en Deventer. Mostraron la carta de seguro del rey Segismundo y justificaron su viaje por haber sido expulsados de su tierra por profesar el cristianismo. Más tarde, en octubre, se hallaron en la Provenza un grupo de gitanos, a los que se les llamó “sarracenos”, es decir: “no cristianos”, lo que entra en contradicción con su justificación de refugiados por motivos religiosos.


Esta etapa de penetración y exploración en Europa occidental parece haber acabado en 1422, ya que en este año vuelven a pasar por Touraine, donde sus vecinos ya los reciben con recelo. En julio de ese mismo año, un duque del Pequeño Egipto entra en Bolonia junto con un centenar de personas, afirmando que por haber abjurado del cristianismo debían cumplir un destierro de siete años impuesto por el emperador Segismundo, durante el cual debían acudir a Roma para redimir sus culpas. La estancia de los egipcianos en esta ciudad acabó siendo tan conflictiva, que tras diferentes incidentes, las autoridades boloñesas acabaron decretando una multa de 50 libras y excomunión para los que tratasen con los gitano, por que abandonaron Bolonia y se dirigieron a Forli, donde se hallaban el 7 de agosto, donde la mala fama de los gitanos debió llegar casi al mismo tiempo que ellos, pues su obispo Juan de Strata los describía como una gentuza perniciosa, de propensiones brutales y animales.

No sabemos si siguieron su camino a Roma para ser recibidos por el Papa. Sí que también en ese año estuvieron en Bale, Ratisbona, a la que volvieron dos años después.

En 1424, estando los egipcianos en Heidelberg, Münster afirma haber tenido en sus manos una de las cartas del emperador Segismundo. En ella se decía que los gitanos eran penitentes procedentes de Egipto Menor, que habiendo renegado del cristianismo, habían prometido peregrinar por el mundo en penitencia por el mundo en señal de arrepentimiento. Esta misma carta aun seguiría sirviendo de salvoconducto, o al menos de justificación como penitentes, hasta casi a mediados del siglo XVI. Entre otras concesiones, la Carta Seguro abarcaba a todo el reino de Segismundo, a cuyas autoridades se les mandaba los trataran bien y no les molestaran. Además, concedía al voivoda Ladislao para administrar justicia entre su gente.

Además de Roma, otro destino de peregrinación y penitencia fue Santiago de Compostela, cuyo trayecto no estuvo exento de múltiples peligros, donde los robos y las muertes estuvieron siempre presentes en el camino. A estos riesgos, se sumó la rapacidad recaudatoria de las justicias y administraciones de los lugares por donde pasaban los peregrinos, a los que se les molestaba continuamente con registros e imposiciones de tasas y portazgos. Unos impedimentos que sólo podían ser solventados mediante la protección real por medio de salvoconductos o cartas de seguro.

Alfonso V de Aragón
En este contexto es donde podemos situar el documento librado por Alfonso V de Aragón el 12 de enero de 1425. Una concesión de privilegios que durante al menos cuatro décadas pudieron gozar egipcianos
y grecianos para disfrutar de una gran libertad de movimientos, hasta que las nuevas corrientes de pensamiento y el debate respecto a los falsos pobres, pusieron a los gitanos en el punto de mira una vez que sobre judíos y moriscos cayera sobre ellos todo el peso del poder real de los Reyes Católicos. Un cambio de política que se vio favorecido por las rencillas entre algunos líderes de los grupos peregrinos, el aumento de raterías durante su estancia en los lugares por donde pasaban y el cansancio de las autoridades municipales, que acabaron pagándoles pequeñas cantidades de dinero para no entraran o para que salieran rápidamente de sus poblaciones; todo lo cual contribuyó a fomentar desconfianza y hastío hacia su presencia, lo que acabó traduciéndose en frecuentes quejas elevadas en Cortes y ante los mismos reyes; dando como respuesta la pragmática de 1499, y con ello, el inicio de una legislación represora que perduró varios siglos, cuyas consecuencias terminaron conformando prejuicios y estereotipos negativos, muchos de los cuales perduran en la actualidad.