Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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viernes, 26 de junio de 2020

NEGREROS, GENOCIDAS Y PERSONAJES HISTÓRICOS ENCUMBRADOS. La polémica de su reconocimiento en monumentos y nombres de calles


Recientemente se ha avivado la polémica en torno a la existencia de reconocimientos públicos a través de estatuas o nombres de calles, en honor de personajes con un pasado nada acorde con lo que hoy día conocemos como Derechos Humanos.
En España contamos con numerosos personajes que han sido determinantes en la Historia de nuestro país, pero que al mismo tiempo se implicaron en hechos que ahora, muchos años más tarde son objeto de debate, sujetos a un juicio histórico en el que se pide su condena por sus actitudes racistas, genocidas, homófobas, etc. Se pide no sólo una reparación histórica de sus víctimas y el conocimiento descarnado de la verdad; también se exige la retirada de los honores reconocidos tanto en vida como después de su muerte.
La lista de imputados es larga. En ella aparecen reyes como los intransigentes católicos Isabel y Fernando; descubridores como Cristóbal Colón; ministros como el marqués de la Ensenada, reinas regentes como María Cristina de Borbón y presidentes de gobierno como Prim, O’Donnell, Serrano y Cánovas del Castillo.

 
Monumento a Colón y a Isabel la Católica en Granada. Wikipedia

A los Reyes Católicos se les acusa de haber practicado una limpieza étnica expulsando a los judíos, de intolerancia religiosa por obligar a los moriscos a convertirse forzosamente al cristianismo, y de iniciar la persecución de los gitanos.
Cristóbal Colón lo es por esclavizar a los indios e iniciar el genocidio en América, a los que ya en su primer viaje vio la posibilidad de esclavizarlos, apuntando en su cuaderno de bitácora, que podrían “ser buenos sirvientes”, siendo suficiente cincuenta hombres para “someter a todos ellos y obligarles a hacer todo lo que deseara”.
En cuanto al marqués de la Ensenada, considerado un superministro, no tuvo reparos en idear, organizar y ejecutar una gran redada para capturar a todos los gitanos de España para expulsarlos de ella. Sin embargo, enfrascado en su programa de reconstrucción naval, consideró más conveniente, aprovechar tanta mano de obra para construir arsenales y barcos, con los que recuperar para España su papel de potencia mundial. Para ello, la deportación se convirtió en esclavitud, ya que sin juicio alguno, los gitanos fueron obligados por vida y por la fuerza a “servir” al rey. El plan de Ensenada se completaba con un proyecto de exterminio implícito, pues esperaba que con separación de ambos sexos, se evitaría la reproducción, y por tanto, con el tiempo, eliminar al Pueblo Gitano como etnia y cultura en España.
Carlos III liberalizó la trata de esclavos, a partir de cuyo momento, los particulares catalanes comenzaron a tomar parte activa en el “negocio”, fletando barcos con los que participaron en el comercio negrero existente entre los puertos de Europa, África y América.
El general Prim fue partidario del esclavismo durante su etapa como gobernador de Puerto Rico entre 1847 y 1848, castigando severamente a los que se rebelaban, incluso ayudó a los daneses de las Islas Vírgenes para reprimir una sublevación de esclavos. Además, como capitán general de Puerto Rico aprobó el Código Negro, por el que restringió los derechos de los negros. Si bien, en sus últimos años acabó promoviendo la emancipación de los esclavos en las Antillas españolas.
María Cristina de Borbón, reina regente (1806-1878), con un monumento junto el Casón del Buen Retiro de Madrid, estuvo muy implicada en el tráfico esclavista junto a su segundo marido. A ella rendía cuentas el gaditano Manuel Pastor Fuentes, un coronel retirado en el negocio de la trata de esclavos, y quien implantó la cuota por cada negro introducido en Cuba. 
Leopoldo O’Donnell también apoyó el tráfico de esclavos en su etapa de capitán general de Cuba; durante la cual ordenó una cruel represión para acabar con la revuelta conocida como Conspiración de la escalera. Un negocio del que recibía de los negreros una comisión de 51 pesos por esclavo.
Parecida trayectoria negrera realizó Francisco Serrano durante su etapa de capitán general de Cuba, durante la cual se enriqueció merced a su colaboración con los traficantes.
Cánovas del Castillo por su parte, defendió la esclavitud en Cuba y se opuso a su abolición durante los debates acaecidos en las Cortes entre 1869 y 1870.
Así continúa una extensa relación de dignidades regias, eclesiásticas, civiles y militares, que muestran la cara oculta que la Historia oficial se ha encargado de encubrir, pero sin conseguir borrar el nefasto reverso de estos personajes, a los que de forma intermitentemente desde muy diferentes sectores, algunos movimientos reivindicativos y de denuncia emprenden las conocidas Guerras de las Estatuas.

lunes, 1 de junio de 2020

EN HOMENAJE A ANTONIO GÓMEZ ALFARO. LOS GITANOS DE MONTILLA PIDEN JUSTICIA AL REY Y MEJORE SU PRECARIA SITUACIÓN SOCIAL (1930)


“Nosotros, gitanos españoles, fieles servidores de la monarquía sin que jamás hayamos vacilado en nuestros ideales de adhesión a ella, después de muchos años de sufrimiento nos decidimos implorar justicia a Vuestra Majestad porque la vida se nos hace ya imposible, debido a las malos tratos y pocas consideraciones que se nos guarda dentro del reino. Somos atropellados constantemente; no nos dejan un momento tranquilos ni en las poblaciones ni en el campo; nuestros hijos no reciben la debida educación, porque no son admitidos en ninguna parte sólo por el hecho de ser gitanos, y por el motivo más insignificante y que muchas veces desconocemos somos tratados inhumanamente, no teniendo quien nos proteja ni nos defienda. Nuestra forma de vivir es el trato y después de muchas vicisitudes llegamos a una feria y por el mero capricho de las autoridades somos arrojados de la forma más violenta, sin considerar que somos españoles y que tan solo buscamos honradamente nuestra vida. Señor: en nombre de todos pedimos justicia, esperando que el modelo de los reyes, que es el de España, atenderá la súplica de sus humildes súbditos”[1].

Campamento gitano en la proximidades de una feria de ganado


Como podemos constatar, la situación de los gitanos dentro de la sociedad española de las tres primeras décadas era bien precaria; y ello, a pesar de ser unos ciudadanos de pleno derecho, que como los demás españoles, vertían su sangre en la guerra contra Marruecos. La sociedad española, a pesar de la desaparición de la legislación antigitana acaecida durante el siglo XIX, seguía criminalizando a los gitanos, a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX. Una realidad que lejos de ser coyuntural se había consolidado de forma estructural, sin una intención clara por parte de la cúpula del poder, para mejorar la situación del Pueblo Gitano.
Sin apenas valedores, los gitanos apenas tenían recursos para hacer frente a esta situación. Uno de estos intentos fue la carta dirigida al rey Alfonso XIII, el 16 de mayo de 1930, a instancia de todos los gitanos padres de familia que se hallaban avecindados en Montilla -Córdoba-
La carta se halla mecanografiada, y parece que fue circulada entre los gitanos de aquella población para ser avalada por la mayor cantidad de individuos posible. En total figuran medido centenar de peticionarios: “Todos padres de familia”. La Casa Real hizo llegar la carta a manos de la subsecretaría de la Presidencia del Consejo de Ministros, la que a su vez, la remitió al Ministro de la Gobernación indicando que los gitanos firmantes imploraban “justicia por la vida imposible que llevan, debido a los malos tratos y pocas consideraciones que se les guardan dentro del Reino, especialmente en las ferias, de las que por el mero capricho de las autoridades son arrojadas de la forma más violenta”. Nada se hizo y la carta quedó olvidada en el Archivo de la Administración.
No hubo intento alguno de mejorar las condiciones de vida del Pueblo Gitano. En cambio, la situación se agravó cuando se conectó al gitano con el debate sobre la peligrosidad social. Una polémica que a lo largo de la década de los años veinte, había centrado la atención de la criminología y de la psiquiatría, y que terminó Como principal consecuencia de esta polémica, se creándose la necesidad de promulgar un Código Penal que estuviera en consonancia con las nuevas corrientes científicas. De esta forma, en 1928 se plasmó en un nuevo Código Penal, que sin embargo, acabó siendo muy criticado, por no incluir medidas para la prevención del delito ni de seguridad a aplicar a los individuos potencialmente peligrosos.
Ya durante la II República, la nueva conceptualización jurídica y penitenciaria, junto a la fuerte preocupación de los gobiernos republicanos por mantener el orden público, confluyeron en la promulgación de leyes represivas, tales como las de Defensa de la República, la de Orden Público y la de Vagos y Maleantes, todos ellas con el claro objetivo de prevenir la delincuencia que emanaba de la peligrosidad potencial que residía en individuos considerados asociales, tal era el caso de los gitanos. Una discriminación que no obstante, atentaba contra la misma Constitución republicana de 1931, pues en ella se declaraba en su segundo artículo, que todos los españoles eran “iguales ante la ley”. Un precepto que igualaba sobre el papel, pero no en la práctica, dado que  la sociedad mayoritaria mantenía el tinte excluyente de siglos anteriores, por el que el gitano siguió considerándose un ciudadano de segunda fila.
La dignidad por los suelos.
El antigitanismo era y sigue siendo estructural
Este sentimiento de indefensión quedó bien patente en la exposición de Montilla, pero también, junto al desánimo, se expone el deseo por salir de esta situación a través de la educación, considerada como el mejor medio para salir de la postración en que se hallaba la comunidad gitana, de cuyo beneficio, era excluida en base de unos prejuicios y estereotipos acuñados siglos atrás.
            Este texto pertenece a Escritos sobre gitanos de Antonio Gómez Alfaro, de cuyo fallecimiento, el 22 de junio se cumplen cuatro años. Hacía apenas un mes lo había visitado en la residencia de tercera edad de Arroyo de la Miel, donde se hallaba desde hacía unos años. Lo encontré en el comedor, sentado leyendo un periódico. Sobre la mesa, aún se hallaba la taza y el plato de su desayuno. Al principio no me reconoció, pues hacía tiempo que nuestra relación se reducía a esporádicas llamadas de teléfono y felicitaciones de Navidad.
Lejos había quedado nuestro primer contacto personal, allá en Granada durante el I Congreso de Los Gitanos en la Historia y Cultura, celebrado en 1993. Casi tres décadas después, Antonio, se fue de este mundo en silencio, pero con un legado inmenso. Aún quedan trabajos inéditos y un fondo documental y material acumulado durante tantos años. Hoy no puedo ofrecerle un nuevo libro, pero sí mi reconocimiento. Sirvan estas líneas y una pequeña muestra de su trabajo para darle un justo homenaje. Descansa en paz, maestro. Aún son muchos los que te mantienen vivo en el recuerdo.


[1] GÓMEZ ALFARO, Antonio. Escritos sobre gitanos, Barcelona, Asociación de Enseñantes con gitanos, 2010, pp. 35-36. Dirección web https://www.educacion.navarra.es/documents/57308/57727/Escritos_sobre_gitanos.pdf/01d0a5ce-fb0c-41cf-a0a1-d383de423bef