APORTACIONES PARA UNA HISTORIA DEL PUEBLO GITANO EN LA
RIOJA
Manuel Martínez Martínez[1]
La Rioja, intersección de reinos y culturas
La Rioja, como cruce de caminos entre Aragón,
Navarra, País Vasco y Castilla, constituyó un territorio principalmente de paso
para los grupos pioneros de egipcianos. Hasta el momento, la referencia más
antigua del paso de compañías capitaneadas por un conde o duque en dirección a
Santiago de Compostela, la hallamos en la carta de seguro otorgada en Logroño
el 16 de septiembre de 1746 por el rey de Aragón Juan II, a don Juan, conde de
Egipto menor. Se trata de un pasaporte escrito en latín que autorizaba al conde
y su comitiva, el peregrinaje a Compostela, Roma y otros lugares santos. Lo más
interesante respecto a otros documentos similares, se refiere al dato que
revela una conflictividad interna en el seno de los diferentes grupos que
deambulaban por territorio peninsular, por cuanto dicho conde Juan aseguraba que
los condes gitanos Martín, Miguel y Jacobo de Egipto Menor, le perseguían para
matarlo, motivo por el que don Juan solicitaba al rey su protección.
Desde esta fecha,
transcurre un siglo de casi completo silencio; y, cuando volvemos a tener
noticias de gitanos riojanos, será para comprobar los efectos de la represión
desatada por la Corona y la Inquisición.
Las Cartas de Seguro que fueron otorgadas por
los Reyes Católicos a los duques y condes egipcianos, están respaldadas por
cierta afinidad derivada por la coincidencia de un enemigo común: los
musulmanes, que capitaneados por el imperio turco comenzaban a extenderse por
Europa Oriental y por el Mediterráneo. A nivel popular, su presencia fue en
principio bien acogida debido a su condición de penitentes y a su aureola exótica,
por lo que su presencia se convertía en un auténtico espectáculo al aire libre,
que alteraba la rutina cotidiana. Así lo atestiguan los primeros documentos que
detallaban la llegada de los gitanos a Europa, describiéndolos como una tropa
de saltimbanquis, músicos, adivinadoras, domadores y todo tipo de personas con
diferentes habilidades. Un auténtico elenco circense que despertaba la
curiosidad de los aldeanos y de los burgueses.
Cuando los reinos castellano –donde se hallaba
La Rioja- y aragonés se unieron bajo una misma corona, ésta emprendió la
unificación cultural y religiosa, enfrentándose con la nobleza para conseguir
el control de todos los poderes del nuevo Estado, y asumir entre otras
potestades, la de impartir justicia y proteger a todos sus súbditos de
cualquier abuso. Los peregrinos egipcianos quedaron amparados en principio por
las prerrogativas reales hasta 1499, año en el que los Reyes Católicos
decretaron la pérdida del status privilegiado que habían gozado hasta entonces.
Las razones de este cambio de actitud hacia
los diferentes grupos gitanos -egipcianos y grecianos- son diversas. Una de
ellas, se halló en la exteriorización de la conflictividad interna de estos
grupos, a lo que se sumaba la pequeña
delincuencia que solía acompañar sus estancias en los lugares donde hacían acto
de presencia, y que desencadenaron las quejas de sus vecinos y autoridades
municipales, esgrimiendo como principal justificación, el mal ejemplo que decían,
ejercían sobre los elementos más marginales de la población, así como lo
injusto que resultaba el hecho de que estuvieran exentos del pago de impuestos y
demás obligaciones concejiles. Un rechazo que se mostraba con una mayor
indiferencia y recelo cada vez que llegaba una compañía de egipcianos.
Cuando los Reyes Católicos tomaron conciencia de que
el número de gitanos crecía año a año, y de que su estancia se había convertido
en permanente, terminaron atendiendo a todas las quejas de sus vasallos
pecheros, quejosos de la ociosidad que mostraban, sin ganar como ellos, su
sustento con el sudor de su frente [2].
La Inquisición de Logroño
La mujer gitana, eje vertebrador del Pueblo Gitano |
En 1573 tenemos ya
constancia de un asentamiento estable en territorio riojano. En este año, dos
gitanas, Teresa y Mencía, fueron procesadas por la
Inquisición “por incitación carnal” [3].
No pasaría mucho tiempo sin que otras mujeres sufrieran el celo inquisitorial,
recayendo en esta ocasión la acusación de blasfemia a una gitana llamada María
en 1577 [4].
A partir de estos años, la rigurosidad inquisitorial se relajó, pues no sería
hasta el siglo XVIII cuando tengamos nuevas noticias de procesos seguidos
contra mujeres gitanas. María de Artimizberes fue procesada por superstición en
1778, a causa del empleo de ungüentos y diversas hierbas para hacer una cura [5].
Poco más tarde, en 1785, lo fue por la misma causa, María Estefanía de Aranar
“la Gitana”, vecina de Tolosa, procesada por la Inquisición de Logroño por el empleo
de la hechicería, cuando en realidad todo se reducía a su intento de embaucar a
una muchacha soltera que deseaba casarse con un mozo, mediante el empleo de un ungüento empapado en agua bendita y unas hierbas arrancadas la misma noche
de San Juan, las que debía tener escondidas por tiempo de dos años [6].
Como podemos constatar, los procesos
inquisitoriales fueron pocos y afectaron exclusivamente a mujeres gitanas,
acusadas principalmente de hechicería a causa del empleo de hierbas y
ungüentos, pero que en realidad, su actividad respondía a una especie de estafa
por la que obtenían algún tipo de ganancia en dinero o en especie. Los hombres, parece ser, están ausentes ante el Santo Oficio, no en cambio en los bancos de las galeras
reales, donde recalaban por la comisión de diferentes delitos o por contravenir
las leyes que se promulgaban para forzarles a renunciar a su forma de vida
gitana y asimilarlos a la mayoritaria.
La pena de galeras[7]
Batalla de Lepanto |
La Pragmática de 1499 dispuso una serie de
castigos para aquellos que la contravinieran, si bien pronto se demostró su
ineficacia, obligando a la Corona a endurecer los correctivos, sin necesidad,
en principio, de reformar la penalidad que había sido impuesta por los Reyes
Católicos. Así, en 1509, Juana I ordenó enviar a galeras durante dos años a
todos los egipcianos vagantes “que fueren
tomados en el reino, de dieciocho años
arriba y de 60 abajo” [8].
Un tiempo y un intervalo de edad que fue modificado y normalizado por Carlos I
en 1539, al establecer seis años de “servicio al remo y sin sueldo” para los
hombres que se consideraran útiles con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años [9].
Entre los forzados gitanos de galeras relacionados con La Rioja podemos
citar a Marcos de Malla, natural de Resilla del Campo, descrito en su asiento
como un hombre alto de 38 años y moreno de piel con tres señales de herida en
la cabeza, que había sido condenado en diez años de galeras por ladrón. Una
condena que comenzó a extinguir el 19 de agosto de 1695 [10].
Un caso muy significativo de galeote gitano
lo hallamos en Roque de Heredia, condenado según su asiento de forzado, en ocho
años de galeras por haber contravenido a las Reales Pragmáticas “y otras
cosas”. Su historial penal se remonta a mayo de 1720, cuando
junto con su hermano Francisco de Heredia y su tío Francisco Fajardo, este vecino de
Logroño, fueron detenidos por la Santa Hermandad de Ciudad Real en el término
de Medinaceli, bajo la acusación de ser autores de varios robos. La trama
comenzó cuando el alcalde de la villa de Baraona comunicó a la Hermandad, que
por aquellos parajes andaban cuadrillas de gitanos y gitanas, sin poder los
vecinos “salir de sus casas ni a cuidar de sus haciendas”. Comisionado
Francisco Fernández Gasco como juez, inició las pesquisas, de las que resultó
haber muchos robos por aquellas tierras, así como “muchos gitanos que andaban
con gran libertad (…) que andaban cargados de armas”; y siendo estos pueblos tan
pequeños, “no había fuerzas para resistirlos” [11].
Como consecuencia de tales noticias y establecida la relación robos-presencia de gitanos, Gasco
salió en persecución de cuantos hallara en su camino. Los primeros
que encontró fueron los de la cuadrilla de Roque, compuesta por sus hermanos Francisco y
Josefa, además de su tío Francisco Fajardo, que iba acompañado de su mujer y
dos hijas.
La aprehensión se produjo a manos de Diego
Julián López de Haro, alcalde de la Santa Hermandad, quien justificó su
actuación por tener atribuciones para ello, a fin de:
“proceder contra todos y cualesquier gitanos
que andan vagando de unos lugares en otros, sin observar ni guardar sus
vecindades prevenidas a este fin por la Real Pragmática de su majestad del año
pasado de 1717, en contravención de las leyes de estos reinos, que éstos juntos
en cuadrillas se apoderan de los lugares de esta vecindad, donde con la lengua
jeringonza y sus falacias, ejecutan diferentes excesos, hurtos y robos, como
así mismo trueques y cambios cuyo castigo, de lo uno y otro toca y pertenece a
este Santo Tribunal en virtud de Reales Privilegios y confirmaciones que los
señores reyes Católicos de gloriosa memoria” [12].
La captura se produjo cuando todos se
hallaban en el lugar de Vertegal, camino a la villa de Medinaceli para “cobrar
unos dineros que les estaban debiendo, y al mismo tiempo, a vender las
cabalgaduras que les fueron aprehendidas”, según manifestaron, procedían en
su mayor parte de herencia de sus padres. No fueron éstas las únicas
propiedades embargadas, pues se habla de cierta proporción de ropa y alhajas,
que los gitanos dijeron se las había apropiado López de Haro para sí. Sin embargo,
la denuncia no prosperó al considerarse “probado y justificado por el oficio de
justicia y el fiscal de ella, el justo motivo de la prisión y procedimientos
contra dichos reos”, por lo que fueron condenados en primera instancia “en perdimiento
de la yegua y caballo que les fueron embargados, aplicado su importe para
gastos de justicia de este Santo Tribunal, y en dos meses de cárcel que
declaramos haber cumplido en la larga prisión que han tenido”.
Hasta aquí lo que sabemos del pleito, si bien
debió producirse un segundo acto, ya que hay constancia de otra condena, esta
vez de ocho años de galeras “por haber contravenido a las Reales Pragmáticas y
otras cosas” [13].
También hallamos a un tal Santiago Heredia, posiblemente hermano de Roque, por
cuanto se dice era hijo también de Pedro de Heredia, natural de La Rioja, de
26 años, que fue condenado a seis años de galeras por la justicia ordinaria de
la villa de Ygea; el mismo tribunal que sentenció a Francisco Fajardo en los
mismos seis años de galeras por igual causa. Ambos entraron a servir el mismo
día sobre la galera Patrona, y puestos también en libertad en tierras
italianas, aunque con un intervalo de dos años, debido posiblemente a
que Santiago, treinta años más joven que Francisco, fue retenido por la
necesidad de remeros, ya que las galeras se hallaban inmersas en una campaña y
alejadas de su apostadero de Cartagena. Francisco, inútil para el remo por sus
62 años, quedó libre en el muelle de Palermo en 1734, en tanto Roque de
Heredia, debió continuar hasta el el 23 de marzo de 1732, fecha en que falleció en Génova sobre la misma galera, en la que Roque y Francisco
coincidieron entre 1728 y 1734.
Consultados los libros de forzados del
periodo comprendido entre 1700 y 1748, la representación de gitanos logroñeses
quedó completada con Jerónimo Escudero y Pedro Bustamante [14].
El primero, de 30 años, empezó a servir los seis años de galeras impuestos por la Chancillería de Valladolid, en abril de 1721, por la acusación de haber
cometido “diferentes hurtos y otros delitos” [15].
Pedro Bustamante, de 21 años, lo había sido en 1723 por ocho años, a causa de
“haber contravenido a las Reales Pragmáticas y otras cosas” [16].
La suerte de uno y otro fue dispar. Pedro, a pesar de sufrir dos años más de
condena quedó libre en la Bahía de Málaga en julio de 1731; Jerónimo en cambio,
falleció sobre la galera Patrona ancorada en el puerto de Cartagena el 31 de
agosto de 1721, sólo cuatro meses después de haber empezado a penar.
La libertad, no obstante, una vez cumplida la
condena, no garantizaba una completa seguridad. Todo dependía del celo de unas
autoridades, algunas de las cuales veían un pecado en la mera presencia de hombres y
mujeres juntos, cuando no, una buena oportunidad de negocio para sacar
beneficios a través del embargo de caballerías, joyas; o simplemente, el pago
de unas costas procesales que se disparaban en función de los folios empleados
en la sumaria. En noviembre de 1731, por ejemplo, aconteció uno de esos casos
en que el amancebamiento, un delito-pecado que implicaba el no reconocimiento
de los matrimonios efectuados por el rito gitano, recayó sobre el grupo
compuesto por José y Luis Bustamante, antiguos forzados de galeras que
regresaban desde Cartagena a sus domicilios en Santo Domingo de la Calzada tras
haber sido indultados de la condena que les había impuesto el alcalde de Daroca. Todos fueron interceptados en las cercanías de Calahorra, por los guardas de tabaco de la
Ronda de Logroño, quienes al observar cómo entre los integrantes del grupo
venían varias mujeres, rápidamente mostraron su sospecha de venir amancebadas. Puestos a disposición de la justicia ordinaria de dicha
ciudad, ésta empezó a practicar “autos sobre si eran ciertos los matrimonios
y parentescos que decían”. Reclamadas las partidas de bautismo y matrimonio,
resultó “que dichos Juan de Bustamante y Rosa Salazar de Heredia venían
amancebados suponiendo el matrimonio”. También les faltaron la fe de bautismo y
matrimonio a los demás, quienes alegaron haberlas perdido. Como complemento a
esta acusación, se procedió igualmente contra Rosa de Heredia, Josefa de
Salazar, así como la madre y hermana de ésta, por ir “vagabundas y sin destino” [17].
Muchos gitanos, para evitar ser víctimas de
redadas y aprehensiones por parte de justicias locales, decidieron alistarse en
los Tercios de Flandes. Frente a los riesgos propios de una guerra, su
participación en los Tercios les reportaba varios beneficios, pues además de su paga como soldados, evitaban el riesgo de acabar como
forzados en galeras, y podían a su regreso, asentarse en el lugar que eligiesen
sin ser molestados; ya que, a pesar de estar ordenado su avecindamiento en
residencias estables, los municipios se mostraban reacios a recibirlos como
vecinos [18]. Muestra de ello es que en Logroño, en el año 1577, se pregonó la prohibición de permitir
la entrada a los gitanos bajo las penas establecidas en la última Pragmática, el
mismo castigo que les impondría a los que los acogieran [19].
A uno de estos soldados de fortuna, Rodrigo
de Malla, Felipe II le concedió una provisión para no ser molestado. En su
búsqueda por hallar un lugar donde asentarse, pasó por varias localidades,
entre ellas Calahorra, para recalar finalmente en Alcalá la Real, donde
pidieron y recibieron vecindad [20].
Historias riojanas
En 1621, el alcalde de
Casa y Corte, Juan de Quiñones, publicó un discurso proponiendo la expulsión de
los gitanos. Como apoyo a su acusación citó uno de sus casos, según el cual,
dice que capturó a varios gitanos que habían sido acusados de asaltar un
correo. Su sentencia fue extremadamente dura, pues a cinco de ellos los hizo
ahorcar, para una vez descolgados, descuartizarlos y exponer sus restos a lo
largo el camino Real. En cuanto a los demás gitanos y gitanas, los hombres fueron
condenados a azotes y galeras perpetuas, en tanto las mujeres, también lo fueron a azotes
y destierro fuera de Castilla. También lanzó diversas acusaciones contra los
gitanos, como la de canibalismo o la de robar niños para venderlos en Berbería.
Igualmente, reprodujo el saqueo de Logroño, una narración que George Borrow
retomaría siglos después para contarla añadiéndole múltiples aspectos ficticios [21].
En resumen, esta historia cuenta cómo durante
una epidemia de peste, los gitanos idearon envenenar una noche todas las
fuentes de Logroño, para saquear sus casas sin aguardar a que hubiesen muerto
los dueños. El plan fracasó cuando éstos fueron alertados por un librero que tiempo
atrás había vivido entre ellos. De esta forma, aunque enfermos y débiles,
tuvieron la fuerza suficiente para desbaratar sus intenciones y diezmar a los
gitanos.
Estos supuestos hechos
ocurridos durante una epidemia de peste, nos han llegado hoy de una forma
indirecta a través de una tradición, primeramente oral y después escrita. Como toda
leyenda, es posible que encierre algo de verdad, aunque lo más
probable es que se trate de una ficción basada en la ruptura de la cuarentena
por parte de un grupo de gitanos, que bien forzaran su entrada en la ciudad, o bien,
emprendieran el saqueo de las casas donde hubieran muerto todos sus ocupantes.
El caso es que el gitano quedó demonizado, pasando esta narración a formar parte
de la retahíla de historias truculentas que le acusaban de crímenes tan increíbles como los de ser caníbales o ser ladrones de niños.
Esta estigmatización
no hizo más que generar todo tipo de prevenciones hacia la presencia gitana.
Allí donde se veían una cuadrilla compuesta por varios de ellos, levantaba
rápidamente las sospechas y rápidamente eran interceptados por las justicias
del lugar. Luego ocurría lo de siempre, sus pertenencias eran embargadas y los
hombres quedaban recluidos en las cárceles a la espera de la finalización de
una sumaria, que en el mejor de los casos acababa en su puesta en libertad,
pero no sin antes abonar los gastos causados por el pleito.
La figura del
comisionado de gitanos apareció como una forma de represión en territorios de
pequeña población, sobre los que se decía, las justicias no se atrevían a
enfrentarse a grupos gitanos armados. Uno de estos implacables comisionados fue el
licenciado Celada, quien en 1590 recorrió entre otros lugares: Villoria, Leiva,
Haro, Canillas y Baños de Rioja, en calidad de juez de comisión para pesquisa e
información sobre la inacción de las autoridades de dichas poblaciones ante la
presencia de diferentes cuadrillas de gitanos [22].
Familia gitana acampada junto al rio Ebro
Los gitanos, una doble sombra, una misma etiqueta
Lejos habían quedado
aquellos tiempos en que los vecinos de un lugar se arremolinaban curiosos para
contemplar el exotismo y habilidades circenses o quirománticas de los primeros
egipcianos. Un siglo más tarde todo era recelo, sólo deseo de sacudirse de una
presencia, no sólo molesta, sino también peligrosa, pues además de la
inquietud por creer podían ser robados, también se temía que pudieran transmitir todo tipo de
epidemias.
Con el paso del
tiempo, el gitano pasó a ser reconocido además de por sus determinados rasgos
físicos y culturales, por los delitos que comúnmente se les achacaban, ya fueran la
estafa o el robo. La presunción del supuesto delincuente gitano comenzó a expresarse a
través de la coletilla “a parecer gitanos”, frecuentemente impresa en los
periódicos de los siglos XIX y XX. Una conjetura bien arraigada desde mucho
tiempo antes y que había dotado al gitano de una doble sombra: la natural y la
de la sospecha. Ambas han caminado inseparables hasta hoy día, fusionadas
profundamente, como una etiqueta que marca al gitano como potencial
delincuente. Incluso, aún sin hallarse la prueba del delito. En 1739, por poner
un ejemplo, al no hallarse en su posesión el objeto del crimen, se acusó a un
grupo de gitanos de las familias Fajardo y Bustamante, de haber hurtado
caballos en La Rioja y pasar a venderlos en Navarra para ocultar así su delito [23].
Son innumerables los
casos que incitan a la persecución de cualquier gitano que se hallara cerca del
lugar de un delito; incluso, por el simple hecho de ser avistados grupos de
ellos sin tener plena certeza de su origen étnico. Así ocurrió en el verano de
1699, cuando las autoridades alavesas, nada más ser informadas de la presencia en
La Rioja y tierras de Aranda, Berlanga y Burgos, de “tropas de montados” que portaban “bocas de fuego”, que
“por las señas” se decía eran gitanos, se les imputaba sin
más, el hecho de que recorrían estos lugares con el sólo fin de saltear caminos y saquear
ventas y casas, por lo que se pedía la aplicación de la Real Pragmática de 1695
en toda su letra, a fin de “reprimir aquellas violencias y obligarles a
avecindarse para que abandonaran su forma de vida sospechosa” [24]. De esta forma, de una simple sospecha de un grupo de individuos de los que no se tenía certeza de su origen gitano ni de que hubieran cometido los delitos que se decía se habían cometido, se pasó a una represión general sobre toda la comunidad gitana.
Entre la restricción de vecindarios, la expulsión y el
exterminio
Con la llegada de los
Borbones, la política antigitana sufrió un cambio de rumbo. Se reconoció el
fracaso de cuantas leyes habían sido promulgadas bajo la Casa de los Austrias.
Así, a partir de 1717, una nueva Pragmática intentará un control mucho más efectivo
y dispondrá el registro de todos los gitanos del reino, así como de sus armas y
animales, además de la obligación de avecindarse exclusivamente en 41 pueblos, entre
ellos Logroño y Santo
Domingo de la Calzada.
Tampoco esta nueva disposición pudo alcanzar las
metas que la Corona se había propuesto para acabar con la forma de vida gitana. Un convencimiento que con la llegada de Gaspar Vázquez de Tablada, obispo de Oviedo, a la
presidencia del Consejo de Castilla y la autorización papal de no respetar la
inmunidad eclesiástica a los gitanos, acabaría por determinar la ejecución de un proyecto
de exterminio biológico a
través de la separación de sexos, con el propósito de impedir la reproducción de la etnia y lograr por
consiguiente, la extinción de la forma de vida gitana.
El plan diseñado por el marqués de
la Ensenada dio comienzo con una redada la noche del
30 de julio de 1749. En el caso riojano, se esperaba la captura de seis
familias en Logroño y una en Santo Domingo de la Calzada. Sin embargo, cuando el teniente coronel del regimiento de
Infantería de Vitoria Julián Castigal se presentó con un piquete de su
regimiento y dos compañías de milicias, no halló gitano alguno, pues
posiblemente avisados, lograron huir a Madrid, quizá con la intención de pedir
clemencia al rey o buscar protección en algún personaje influyente. Sin
embargo, una vez en la Corte fueron detenidos. Separados los hombres de las
mujeres, éstas pasaron a Toledo, para posteriormente ser repartidas entre
Valencia y Zaragoza [25].
No poseemos relación
de las víctimas. Sólo conocemos la existencia de Diego de Osses, natural de
Alfaro que fue capturado junto a su hija Josefa en la villa de Marcilla, lugar al
que se trasladaron desde aquella localidad riojana, y en donde se hallaban
avecindados desde hacía ya cinco años [26].
La “mala prensa” del siglo XIX
La prensa, fuera
liberal o conservadora, se hizo eco de numerosos episodios conflictivos en los
que individuos gitanos se vieron involucrados. Unos sucesos que en la mayor
parte de las ocasiones se destacaba el origen gitano de los protagonistas en el
titular de los artículos. Los incidentes, especialmente de reyertas y riñas,
fueron aireados de tal forma, que los gitanos se ganaron la fama de impulsivos y
pendencieros.
El siglo XIX fue de
por sí violento, no obstante, hubo cuatro guerras civiles: tres carlistas y una
a la que se ha llamado de Independencia, pero que en realidad se trató de una
lucha entre dos bandos de españoles. Además, las guerras coloniales en América,
Asia y África, salpicaron todo el siglo.
Dentro de la Tercera
Guerra Carlista, por ejemplo, en septiembre de 1873, el Gobernador Civil de
Logroño informó cómo varios de los gitanos que habían concurrido a la feria de
Haro “se acometieron los unos a los otros, disparándose algunos tiros, de cuyas
resultas quedaron muertos dos personas extrañas a los combatientes” [27]. Como en esta ocasión, pocas ocasiones se profundizaba en
la noticia, pues sólo parecía importar la identificación del suceso con el gitano.
En otras sin embargo, el articulista pretendía destacar el espíritu vengador y
traicionero que se le daba al éste. Es el caso del crimen cometido en 1893 en
Zaragoza, del que se dijo era “motivado por rencores de gitanos”. La historia es contada bajo el
título “Entre gitanos”, y parte de la muerte de Colás, padre de Federico y
Antonio Castillón, asesinado el año anterior por individuos pertenecientes a la
familia zaragozana de los Jiménez. Un odio que se destacaba, se remontaba desde
hacía veinte años. Los hechos tuvieron lugar cuando dichos hermanos salieron de
Logroño, donde residían, y se dirigieron en tren a la capital maña para “vengar
así la memoria de su padre”. Con profusión de detalles se cuenta la muerte que se
le dio en el puente de Piedra a Amado Jiménez, no sin describir el sadismo con
se emplearon los asesinos [28].
Sólo a través de estas noticias, la
invisibilidad del gitano desaparecía, pero nada se contaba de la laboriosidad
de éste en sus múltiples ejercicios, bien como jornaleros agrícolas, bien como
herreros, caldereros, esquiladores, amén de otras diferentes actividades
económicas mal consideradas por sus vecinos no gitanos.
Siglos XX y XXI: El tren hacia la modernidad parte sin
los gitanos
Los grandes cambios
socioeconómicos que empezaron a producirse a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX, apartaron a los gitanos de los beneficios derivados de los adelantos técnicos
y sociales, debido a su casi ausencia de cualificación profesional, escasez de
recursos económicos e instrucción educativa. En cambio, entraron a formar parte
de las bolsas de pobreza que empezaban a formarse en las grandes ciudades. No obstante,
persistió una pequeña población gitana en las localidades de ámbito rural donde
la introducción de tractores y demás maquinaria tardó en llegar. Cuando la
industrialización acabó imponiéndose, el gitano hubo de buscar nuevas formas de
ganarse la vida, en clara desventaja respecto al resto de sus vecinos.
Un barrio de chabolas a principios del siglo XX |
En la actualidad, en
estas dos décadas del siglo XXI, una nueva revolución tecnológica ha vuelto a
dejar descolgados a los gitanos. Un nuevo tipo de analfabetismo: el digital, ha
resultado decisivo para crear una brecha digital, provocada por el desconocimiento de las TIC -Tecnologías
de la Información y la Comunicación-, Un hándicap que supone una falta de
competitividad dentro del mercado laboral, ya que las habilidades
tecnológicas e informáticas se han erigido en indispensables en nuestra
sociedad de la información. El dominio del ordenador, del software y demás
herramientas digitales constituyen los requisitos que cada vez más se demandan en las
ofertas de trabajo, especialmente en esta época donde el teletrabajo se impone.
Los aproximadamente
nueve mil gitanos riojanos que residen en esta Comunidad Autónoma de forma
estable, han quedado postergados en buena parte, a la venta ambulante y al
sector primario. La Rioja, zona vinícola por excelencia, tiene en la uva el
principal campo de ocupación. Junto a la vendimia y el desniete, otros trabajos
agrícolas se centran en la patata y la fruta. Los demás empleos en los que la mano
de obra gitana tiene presencia, se hallan en las actividades de la construcción,
artesanía, limpieza urbana y doméstica, jardinería, hostelería y anticuarios [29].
La población gitana
-dos tercios del total riojano-, se concentra principalmente en Logroño, el
resto, se halla muy repartido entre localidades como: Arnedo, Calahorra, Haro,
Nájera y Santo Domingo de la Calzada. Lugares donde residen familias como los
Jiménez, los Gabarri, los Montoya, los Borja, los Hernández, los Duval, los
Carbonell, los Romero, los Pisa, los Durán, los Amador y los Mendoza [30].
El Pueblo Gitano de La
Rioja, consciente de su desfavorable punto de partida en esta época de la
revolución digital, realiza un gran esfuerzo para mejorar su calidad de vida
intentando que sus hijos reciban la formación competente, sin renunciar a su
cultura; manteniendo entre otros aspectos, sus fiestas tradicionales, como la
noche de San Juan, el 23 de junio, do nde la fiesta es iluminada por una hoguera
y es acompañada por un café al estilo gitano, y la música con guitarras y
palmas. Una reunión familiar en la que los mayores tienen su protagonismo transmitiendo
sus anécdotas y tradiciones a los más jóvenes. Al día siguiente, les toca el
turno a los más jóvenes a través de una gran fiesta infantil, en la que gitanos
y no gitanos participan activamente en los juegos y en la chocolatada. Por
último, a la noche, todos se divierten en una verbena popular con grupos flamencos.
Otro aspecto que el
gitano riojano se resiste a perder, es su actividad tradicional más típica: la
compra-venta de ganado, en especial de caballos y yeguas en las ferias de San
Bernabeu, patrón de Logroño -11 de junio-, la de San Mateo, patrón de La Rioja
-21 de septiembre-, la fiesta de la vendimia, y la feria anual de ganado de
Villoslada de Cameros -11 de septiembre- [31].
La sociedad gitana de
La Rioja, orgullosa de sus raíces, no se muestra inmutable, y aunque lentamente,
se van produciendo cambios significativos. Uno de ellos, el religioso, ha
venido a romper la tradicional adscripción católica, al haberse convertido en su mayor parte, a la Iglesia Evangélica de Filadelfia [32]. Sin embargo, la mayor transformación
se está produciendo en la enseñanza, donde los niños y las niñas, el efectivo
más importante de la comunidad, son la principal esperanza para el desarrollo y
bienestar de las familias gitanas de La Rioja.
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web http://anatomiadelahistoria.com/2016/06/los-gitanos-espanoles-en-los-tercios-de-flandes/.
“Noticias generales”, en La Época (11/09/1873), p. 3.
SANCHEZ ORTEGA, María Helena. Documentación Selecta sobre la situación de
los gitanos españoles en el siglo XVIII. Madrid: Editora Nacional, 1977.
SÁNCHEZ ORTEGA, María Helena. La Inquisición y los gitanos, Madrid:
Taurus, 1988.
[1]
Miembro del Grupo de Investigación SurClío de la Universidad de Almería y del
Instituto de Estudios Almerienses.
[2]
La mayor parte de la población era campesina, casi todos sus integrantes
trabajaban tierras ajenas y debían satisfacer diversos censos y cánones a sus
propietarios. Y aparte, entregar los diezmos a la Iglesia del fruto recogido.
Además, fueron los elementos más débiles sobre los que se cebaron los
conflictos bélicos y el saqueo que realizaban los malhechores y las hambrientas
víctimas de las diferentes crisis agrícolas que se sucedían periódicamente.
[3]
Teresa había afirmado “que tener acceso o cópula carnal con una mujer, aunque no
fuera propia, que no fuera pecado”. Mencía, procesada junto a Teresa defendió
la misma opinión, y aunque ambas fueron reprendidas, se afirmaron en lo dicho. En
SÁNCHEZ ORTEGA, María Helena. La Inquisición y los gitanos, Madrid:
Taurus, 1988, p. 417.
[4]
María fue sentenciada en Auto de fe con mordaza y soga, librándose de una pena
pecuniaria por ser pobre. Ibídem.
[5]
Ibídem, p. 287 y 418.
[6]
Ibídem, p. 288 y 418.
[7]
Durante más de dos siglos, hasta su primera abolición en 1748, y más tarde en
1805 tras la corta reinstauración de la pena de galeras en 1785, este destino
se convirtió en la panacea penitenciaria destinada a reprimir a los miembros de
esta etnia, para de paso, aplicarlos a trabajos forzados, tanto para hacer
frente a las necesidades de remeros como de mano de obra en las minas de
Almadén. Un destino penal este último, que fue creado a modo de galeras en
tierra para paliar el déficit de mano de obra que se produjo tras la
reactivación de la explotación de las minas de Almadén en 1554.
[8]
A.G.S., Cámara de Castilla, CED, 7,
188, 17.
[9]
Este era un intervalo de edad idóneo para desarrollar el enorme esfuerzo que
suponía hundir y levantar del mar un remo de unos 14 metros de longitud. La
condena al trabajo forzado en galeras se convirtió durante más de dos siglos,
hasta su abolición en 1748, y más tarde en 1805 tras la corta reinstauración de
la pena de galeras en 1785, en la panacea penitenciaria para reprimir a los
miembros de esta etnia y de paso, aplicarlos a trabajos forzados. En MARTÍNEZ
MARTÍNEZ, Manuel. Los forzados de marina en la España del siglo XVIII
(1700-1775), Almería: Universidad de Almería, 2011, pp. 24-28.
[10]
Archivo del Departamento Marítimo de Cartagena (en adelante ADMC), Libro General de Forzados, 19, f.285 v.
[11]
Archivo Histórico Nacional, Hermandades,
Leg. 44, 2.
[12]
Ibídem.
[13]
ADMC, Libro General de forzados, 23,
f. 77 v.
[14]
Al margen de los gitanos naturales de La Rioja, hay que tener en cuenta una
población flotante compuesta por aquellos que lo eran de localidades próximas
de Castilla, País Vasco o Navarra. En este último caso, destacar por ejemplo, los
condenados por el alcalde mayor de Alfaro y que entraron a servir en galeras en
1696. Se tratan de Gaspar y José de
Bustamante, naturales de Dicastillo en el Reino de Navarra, sentenciados “en 8
años de galeras al remo y sin sueldo por haber contravenido a la Real
Pragmática”. En ADMC, Libro
General de forzados, 21, ff. 296 r.-256 v.
[15]
ADMC, Libro General de forzados, 21,
f. 256 r.
[16]
ADMC, Libro General de forzados, 23,
f. 74 r.
[17]
SANCHEZ ORTEGA, María Helena. Documentación
Selecta sobre la situación de los gitanos españoles en el siglo XVIII.
Madrid: Editora Nacional, 1977, pp. 264-267.
[18]
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. “Los gitanos españoles en los Tercios de Flandes”,
en Anatomía de la Historia (15/06/2016). Dirección web http://anatomiadelahistoria.com/2016/06/los-gitanos-espanoles-en-los-tercios-de-flandes/.
Sobre el aspecto militar del Pueblo Gitano ver CARMONA, Sarah. “Histoire
militaire des Roms en Espagne et en France du XVème al XVIIIéme siécle”, y “Nuevas
perspectivas sobre la génesis de la historia gitana”, en Quaderns de la
Mediterrània, 18-19, 2013. Dirección web file:///E:/Nuevas_perspectivas_sobre_la_genesis_del%20Pueblo%20Gitano%20Sarah%20Carmona.pdf.
[19]
García-Arenal, Mercedes. “Morisques et gitans”, en Mélanges de la Casa de Velázquez, 14,
1978, p. 67.
[20]
GÓMEZ ALFARO, Antonio. Escritos sobre gitanos, Barcelona: Asociación
de Enseñantes con gitanos, 2010, p. 602.
[21]
También la Didascalia de Francisco de
Córdoba hace referencia de este hecho no documentado. Para más información
sobre el discurso de Juan de Quiñones, ver SÁNCHEZ CAÑADAS, Araceli. “Orígenes
de un tópico: Juan de Quiñones, Discurso contra los gitanos”. Disponible en http://rromanipativ.info/wp-content/uploads/2017/06/Or%C3%ADgenes_de_un_t%C3%B3pico-Juan-de-Qui%C3%B1ones-Discurso-contra-los-gitanos.pdf.
[22]
A.G.S. Consejo Real de Castilla,563,6
[23]
MARTÍN SÁNCHEZ, David. Historia del
pueblo gitano en España, Madrid: Catarata, 2018, p. 140.
[24]
RILOVA JERICÓ, Carlos. Memoria del proyecto para la recuperación de fuentes
documentales históricas del Pueblo
Gitano en el País Vasco, 4 de julio de 2007, pp. 161-162..
Disponible en http://studylib.es/doc/5827285/memoria-del-proyecto-para-la-recuperaci%C3%B3n-de-fuentes.
[25]
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Los gitanos y
las gitanas de España a mediados del siglo XVIII. El fracaso de un proyecto de
“exterminio” (1748-1765), Almería: Universidad de Almería, 2014.
[26]
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Nunca
más. Homenaje a las víctimas del proyecto de 'Exterminio' de la
minoría gitana iniciado con la redada
de 1749, Almería:
Círculo Rojo, 2015, p. 109.
[27]
“Noticias generales”, en La Época (11/09/1873), p. 3.
[28]
“Entre gitanos”, en La Iberia (07/07/1893), p. 2.
[29] “Gitanos en La Rioja”, en Museo Virdual
del Pueblo Gitano en Cataluña. Dirección web https://www.museuvirtualgitano.cat/es/historia/comunidades-autonomas/la-rioja/.
[30]
Ibídem.
[31]
Ibídem.
[32]
Ibídem.
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