Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

Las publicaciones contenidas en este blog-revista tienen derechos de autor. Se ruega citen su procedencia.

domingo, 17 de mayo de 2020

APORTACIONES PARA UNA HISTORIA DEL PUEBLO GITANO EN LA RIOJA


APORTACIONES PARA UNA HISTORIA DEL PUEBLO GITANO EN LA RIOJA

Manuel Martínez Martínez[1]



La Rioja, intersección de reinos y culturas

La Rioja, como cruce de caminos entre Aragón, Navarra, País Vasco y Castilla, constituyó un territorio principalmente de paso para los grupos pioneros de egipcianos. Hasta el momento, la referencia más antigua del paso de compañías capitaneadas por un conde o duque en dirección a Santiago de Compostela, la hallamos en la carta de seguro otorgada en Logroño el 16 de septiembre de 1746 por el rey de Aragón Juan II, a don Juan, conde de Egipto menor. Se trata de un pasaporte escrito en latín que autorizaba al conde y su comitiva, el peregrinaje a Compostela, Roma y otros lugares santos. Lo más interesante respecto a otros documentos similares, se refiere al dato que revela una conflictividad interna en el seno de los diferentes grupos que deambulaban por territorio peninsular, por cuanto dicho conde Juan aseguraba que los condes gitanos Martín, Miguel y Jacobo de Egipto Menor, le perseguían para matarlo, motivo por el que don Juan solicitaba al rey su protección.
Desde esta fecha, transcurre un siglo de casi completo silencio; y, cuando volvemos a tener noticias de gitanos riojanos, será para comprobar los efectos de la represión desatada por la Corona y la Inquisición.
Las Cartas de Seguro que fueron otorgadas por los Reyes Católicos a los duques y condes egipcianos, están respaldadas por cierta afinidad derivada por la coincidencia de un enemigo común: los musulmanes, que capitaneados por el imperio turco comenzaban a extenderse por Europa Oriental y por el Mediterráneo. A nivel popular, su presencia fue en principio bien acogida debido a su condición de penitentes y a su aureola exótica, por lo que su presencia se convertía en un auténtico espectáculo al aire libre, que alteraba la rutina cotidiana. Así lo atestiguan los primeros documentos que detallaban la llegada de los gitanos a Europa, describiéndolos como una tropa de saltimbanquis, músicos, adivinadoras, domadores y todo tipo de personas con diferentes habilidades. Un auténtico elenco circense que despertaba la curiosidad de los aldeanos y de los burgueses.
Cuando los reinos castellano –donde se hallaba La Rioja- y aragonés se unieron bajo una misma corona, ésta emprendió la unificación cultural y religiosa, enfrentándose con la nobleza para conseguir el control de todos los poderes del nuevo Estado, y asumir entre otras potestades, la de impartir justicia y proteger a todos sus súbditos de cualquier abuso. Los peregrinos egipcianos quedaron amparados en principio por las prerrogativas reales hasta 1499, año en el que los Reyes Católicos decretaron la pérdida del status privilegiado que habían gozado hasta entonces.
Las razones de este cambio de actitud hacia los diferentes grupos gitanos -egipcianos y grecianos- son diversas. Una de ellas, se halló en la exteriorización de la conflictividad interna de estos grupos, a  lo que se sumaba la pequeña delincuencia que solía acompañar sus estancias en los lugares donde hacían acto de presencia, y que desencadenaron las quejas de sus vecinos y autoridades municipales, esgrimiendo como principal justificación, el mal ejemplo que decían, ejercían sobre los elementos más marginales de la población, así como lo injusto que resultaba el hecho de que estuvieran exentos del pago de impuestos y demás obligaciones concejiles. Un rechazo que se mostraba con una mayor indiferencia y recelo cada vez que llegaba una compañía de egipcianos.
Cuando los Reyes Católicos tomaron conciencia de que el número de gitanos crecía año a año, y de que su estancia se había convertido en permanente, terminaron atendiendo a todas las quejas de sus vasallos pecheros, quejosos de la ociosidad que mostraban, sin ganar como ellos, su sustento con el sudor de su frente [2].


La Inquisición de Logroño

La mujer gitana, eje vertebrador del Pueblo Gitano
En 1573 tenemos ya constancia de un asentamiento estable en territorio riojano. En este año, dos gitanas, Teresa y Mencía, fueron procesadas por la Inquisición “por incitación carnal” [3]. No pasaría mucho tiempo sin que otras mujeres sufrieran el celo inquisitorial, recayendo en esta ocasión la acusación de blasfemia a una gitana llamada María en 1577 [4]. A partir de estos años, la rigurosidad inquisitorial se relajó, pues no sería hasta el siglo XVIII cuando tengamos nuevas noticias de procesos seguidos contra mujeres gitanas. María de Artimizberes fue procesada por superstición en 1778, a causa del empleo de ungüentos y diversas hierbas para hacer una cura [5]. Poco más tarde, en 1785, lo fue por la misma causa, María Estefanía de Aranar “la Gitana”, vecina de Tolosa, procesada por la Inquisición de Logroño por el empleo de la hechicería, cuando en realidad todo se reducía a su intento de embaucar a una muchacha soltera que deseaba casarse con un mozo, mediante el empleo de un ungüento empapado en agua bendita y unas hierbas arrancadas la misma noche de San Juan, las que debía tener escondidas por tiempo de dos años [6].
Como podemos constatar, los procesos inquisitoriales fueron pocos y afectaron exclusivamente a mujeres gitanas, acusadas principalmente de hechicería a causa del empleo de hierbas y ungüentos, pero que en realidad, su actividad respondía a una especie de estafa por la que obtenían algún tipo de ganancia en dinero o en especie. Los hombres, parece ser, están ausentes ante el Santo Oficio, no en cambio en los bancos de las galeras reales, donde recalaban por la comisión de diferentes delitos o por contravenir las leyes que se promulgaban para forzarles a renunciar a su forma de vida gitana y asimilarlos a la mayoritaria.


La pena de galeras[7]

Batalla de Lepanto
La Pragmática de 1499 dispuso una serie de castigos para aquellos que la contravinieran, si bien pronto se demostró su ineficacia, obligando a la Corona a endurecer los correctivos, sin necesidad, en principio, de reformar la penalidad que había sido impuesta por los Reyes Católicos. Así, en 1509, Juana I ordenó enviar a galeras durante dos años a todos los egipcianos vagantes “que fueren tomados en el reino, de dieciocho años arriba y de 60 abajo” [8]. Un tiempo y un intervalo de edad que fue modificado y normalizado por Carlos I en 1539, al establecer seis años de “servicio al remo y sin sueldo” para los hombres que se consideraran útiles con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años [9].
Entre los forzados gitanos de galeras relacionados con La Rioja podemos citar a Marcos de Malla, natural de Resilla del Campo, descrito en su asiento como un hombre alto de 38 años y moreno de piel con tres señales de herida en la cabeza, que había sido condenado en diez años de galeras por ladrón. Una condena que comenzó a extinguir el 19 de agosto de 1695 [10].
Un caso muy significativo de galeote gitano lo hallamos en Roque de Heredia, condenado según su asiento de forzado, en ocho años de galeras por haber contravenido a las Reales Pragmáticas “y otras cosas”. Su historial penal se remonta a mayo de 1720, cuando junto con su hermano Francisco de Heredia y su tío Francisco Fajardo, este vecino de Logroño, fueron detenidos por la Santa Hermandad de Ciudad Real en el término de Medinaceli, bajo la acusación de ser autores de varios robos. La trama comenzó cuando el alcalde de la villa de Baraona comunicó a la Hermandad, que por aquellos parajes andaban cuadrillas de gitanos y gitanas, sin poder los vecinos “salir de sus casas ni a cuidar de sus haciendas”. Comisionado Francisco Fernández Gasco como juez, inició las pesquisas, de las que resultó haber muchos robos por aquellas tierras, así como “muchos gitanos que andaban con gran libertad (…) que andaban cargados de armas”; y siendo estos pueblos tan pequeños, “no había fuerzas para resistirlos” [11].
Como consecuencia de tales noticias y establecida la relación robos-presencia de gitanos, Gasco salió en persecución de cuantos hallara en su camino. Los primeros que encontró fueron los de la cuadrilla de Roque, compuesta por sus hermanos Francisco y Josefa, además de su tío Francisco Fajardo, que iba acompañado de su mujer y dos hijas.
La aprehensión se produjo a manos de Diego Julián López de Haro, alcalde de la Santa Hermandad, quien justificó su actuación por tener atribuciones para ello, a fin de:

“proceder contra todos y cualesquier gitanos que andan vagando de unos lugares en otros, sin observar ni guardar sus vecindades prevenidas a este fin por la Real Pragmática de su majestad del año pasado de 1717, en contravención de las leyes de estos reinos, que éstos juntos en cuadrillas se apoderan de los lugares de esta vecindad, donde con la lengua jeringonza y sus falacias, ejecutan diferentes excesos, hurtos y robos, como así mismo trueques y cambios cuyo castigo, de lo uno y otro toca y pertenece a este Santo Tribunal en virtud de Reales Privilegios y confirmaciones que los señores reyes Católicos de gloriosa memoria” [12].

La captura se produjo cuando todos se hallaban en el lugar de Vertegal, camino a la villa de Medinaceli para “cobrar unos dineros que les estaban debiendo, y al mismo tiempo, a vender las cabalgaduras que les fueron aprehendidas”, según manifestaron, procedían en su mayor parte de herencia de sus padres. No fueron éstas las únicas propiedades embargadas, pues se habla de cierta proporción de ropa y alhajas, que los gitanos dijeron se las había apropiado López de Haro para sí. Sin embargo, la denuncia no prosperó al considerarse “probado y justificado por el oficio de justicia y el fiscal de ella, el justo motivo de la prisión y procedimientos contra dichos reos”, por lo que fueron condenados en primera instancia “en perdimiento de la yegua y caballo que les fueron embargados, aplicado su importe para gastos de justicia de este Santo Tribunal, y en dos meses de cárcel que declaramos haber cumplido en la larga prisión que han tenido”.
Hasta aquí lo que sabemos del pleito, si bien debió producirse un segundo acto, ya que hay constancia de otra condena, esta vez de ocho años de galeras “por haber contravenido a las Reales Pragmáticas y otras cosas” [13]. También hallamos a un tal Santiago Heredia, posiblemente hermano de Roque, por cuanto se dice era hijo también de Pedro de Heredia, natural de La Rioja, de 26 años, que fue condenado a seis años de galeras por la justicia ordinaria de la villa de Ygea; el mismo tribunal que sentenció a Francisco Fajardo en los mismos seis años de galeras por igual causa. Ambos entraron a servir el mismo día sobre la galera Patrona, y puestos también en libertad en tierras italianas, aunque con un intervalo de dos años, debido posiblemente a que Santiago, treinta años más joven que Francisco, fue retenido por la necesidad de remeros, ya que las galeras se hallaban inmersas en una campaña y alejadas de su apostadero de Cartagena. Francisco, inútil para el remo por sus 62 años, quedó libre en el muelle de Palermo en 1734, en tanto Roque de Heredia, debió continuar hasta el el 23 de marzo de 1732, fecha en que falleció en Génova sobre la misma galera, en la que Roque y Francisco coincidieron entre 1728 y 1734.
Consultados los libros de forzados del periodo comprendido entre 1700 y 1748, la representación de gitanos logroñeses quedó completada con Jerónimo Escudero y Pedro Bustamante [14]. El primero, de 30 años, empezó a servir los seis años de galeras impuestos por la Chancillería de Valladolid, en abril de 1721, por la acusación de haber cometido “diferentes hurtos y otros delitos” [15]. Pedro Bustamante, de 21 años, lo había sido en 1723 por ocho años, a causa de “haber contravenido a las Reales Pragmáticas y otras cosas” [16]. La suerte de uno y otro fue dispar. Pedro, a pesar de sufrir dos años más de condena quedó libre en la Bahía de Málaga en julio de 1731; Jerónimo en cambio, falleció sobre la galera Patrona ancorada en el puerto de Cartagena el 31 de agosto de 1721, sólo cuatro meses después de haber empezado a penar.
La libertad, no obstante, una vez cumplida la condena, no garantizaba una completa seguridad. Todo dependía del celo de unas autoridades, algunas de las cuales veían un pecado en la mera presencia de hombres y mujeres juntos, cuando no, una buena oportunidad de negocio para sacar beneficios a través del embargo de caballerías, joyas; o simplemente, el pago de unas costas procesales que se disparaban en función de los folios empleados en la sumaria. En noviembre de 1731, por ejemplo, aconteció uno de esos casos en que el amancebamiento, un delito-pecado que implicaba el no reconocimiento de los matrimonios efectuados por el rito gitano, recayó sobre el grupo compuesto por José y Luis Bustamante, antiguos forzados de galeras que regresaban desde Cartagena a sus domicilios en Santo Domingo de la Calzada tras haber sido indultados de la condena que les había impuesto el alcalde de Daroca. Todos fueron interceptados en las cercanías de Calahorra, por los guardas de tabaco de la Ronda de Logroño, quienes al observar cómo entre los integrantes del grupo venían varias mujeres, rápidamente mostraron su sospecha de venir amancebadas. Puestos a disposición de la justicia ordinaria de dicha ciudad, ésta empezó a practicar “autos sobre si eran ciertos los matrimonios y parentescos que decían”. Reclamadas las partidas de bautismo y matrimonio, resultó “que dichos Juan de Bustamante y Rosa Salazar de Heredia venían amancebados suponiendo el matrimonio”. También les faltaron la fe de bautismo y matrimonio a los demás, quienes alegaron haberlas perdido. Como complemento a esta acusación, se procedió igualmente contra Rosa de Heredia, Josefa de Salazar, así como la madre y hermana de ésta, por ir “vagabundas y sin destino” [17].
Muchos gitanos, para evitar ser víctimas de redadas y aprehensiones por parte de justicias locales, decidieron alistarse en los Tercios de Flandes. Frente a los riesgos propios de una guerra, su participación en los Tercios les reportaba varios beneficios, pues además de su paga como soldados, evitaban el riesgo de acabar como forzados en galeras, y podían a su regreso, asentarse en el lugar que eligiesen sin ser molestados; ya que, a pesar de estar ordenado su avecindamiento en residencias estables, los municipios se mostraban reacios a recibirlos como vecinos [18]. Muestra de ello es que en Logroño, en el año 1577, se pregonó la prohibición de permitir la entrada a los gitanos bajo las penas establecidas en la última Pragmática, el mismo castigo que les impondría a los que los acogieran [19].
A uno de estos soldados de fortuna, Rodrigo de Malla, Felipe II le concedió una provisión para no ser molestado. En su búsqueda por hallar un lugar donde asentarse, pasó por varias localidades, entre ellas Calahorra, para recalar finalmente en Alcalá la Real, donde pidieron y recibieron vecindad [20].


Historias riojanas

En 1621, el alcalde de Casa y Corte, Juan de Quiñones, publicó un discurso proponiendo la expulsión de los gitanos. Como apoyo a su acusación citó uno de sus casos, según el cual, dice que capturó a varios gitanos que habían sido acusados de asaltar un correo. Su sentencia fue extremadamente dura, pues a cinco de ellos los hizo ahorcar, para una vez descolgados, descuartizarlos y exponer sus restos a lo largo el camino Real. En cuanto a los demás gitanos y gitanas, los hombres fueron condenados a azotes y galeras perpetuas, en tanto las mujeres, también lo fueron a azotes y destierro fuera de Castilla. También lanzó diversas acusaciones contra los gitanos, como la de canibalismo o la de robar niños para venderlos en Berbería. Igualmente, reprodujo el saqueo de Logroño, una narración que George Borrow retomaría siglos después para contarla añadiéndole múltiples aspectos ficticios [21].
En resumen, esta historia cuenta cómo durante una epidemia de peste, los gitanos idearon envenenar una noche todas las fuentes de Logroño, para saquear sus casas sin aguardar a que hubiesen muerto los dueños. El plan fracasó cuando éstos fueron alertados por un librero que tiempo atrás había vivido entre ellos. De esta forma, aunque enfermos y débiles, tuvieron la fuerza suficiente para desbaratar sus intenciones y diezmar a los gitanos.
Estos supuestos hechos ocurridos durante una epidemia de peste, nos han llegado hoy de una forma indirecta a través de una tradición, primeramente oral y después escrita. Como toda leyenda, es posible que encierre algo de verdad, aunque lo más probable es que se trate de una ficción basada en la ruptura de la cuarentena por parte de un grupo de gitanos, que bien forzaran su entrada en la ciudad, o bien, emprendieran el saqueo de las casas donde hubieran muerto todos sus ocupantes. El caso es que el gitano quedó demonizado, pasando esta narración a formar parte de la retahíla de historias truculentas que le acusaban de crímenes tan increíbles como los de ser caníbales o ser ladrones de niños.
Esta estigmatización no hizo más que generar todo tipo de prevenciones hacia la presencia gitana. Allí donde se veían una cuadrilla compuesta por varios de ellos, levantaba rápidamente las sospechas y rápidamente eran interceptados por las justicias del lugar. Luego ocurría lo de siempre, sus pertenencias eran embargadas y los hombres quedaban recluidos en las cárceles a la espera de la finalización de una sumaria, que en el mejor de los casos acababa en su puesta en libertad, pero no sin antes abonar los gastos causados por el pleito.
La figura del comisionado de gitanos apareció como una forma de represión en territorios de pequeña población, sobre los que se decía, las justicias no se atrevían a enfrentarse a grupos gitanos armados. Uno de estos implacables comisionados fue el licenciado Celada, quien en 1590 recorrió entre otros lugares: Villoria, Leiva, Haro, Canillas y Baños de Rioja, en calidad de juez de comisión para pesquisa e información sobre la inacción de las autoridades de dichas poblaciones ante la presencia de diferentes cuadrillas de gitanos [22].


Familia gitana acampada junto al rio Ebro



Los gitanos, una doble sombra, una misma etiqueta

Lejos habían quedado aquellos tiempos en que los vecinos de un lugar se arremolinaban curiosos para contemplar el exotismo y habilidades circenses o quirománticas de los primeros egipcianos. Un siglo más tarde todo era recelo, sólo deseo de sacudirse de una presencia, no sólo molesta, sino también peligrosa, pues además de la inquietud por creer podían ser robados, también se temía que pudieran transmitir todo tipo de epidemias.
Con el paso del tiempo, el gitano pasó a ser reconocido además de por sus determinados rasgos físicos y culturales, por los delitos que comúnmente se les achacaban, ya fueran la estafa o el robo. La presunción del supuesto delincuente gitano comenzó a expresarse a través de la coletilla “a parecer gitanos”, frecuentemente impresa en los periódicos de los siglos XIX y XX. Una conjetura bien arraigada desde mucho tiempo antes y que había dotado al gitano de una doble sombra: la natural y la de la sospecha. Ambas han caminado inseparables hasta hoy día, fusionadas profundamente, como una etiqueta que marca al gitano como potencial delincuente. Incluso, aún sin hallarse la prueba del delito. En 1739, por poner un ejemplo, al no hallarse en su posesión el objeto del crimen, se acusó a un grupo de gitanos de las familias Fajardo y Bustamante, de haber hurtado caballos en La Rioja y pasar a venderlos en Navarra para ocultar así su delito [23].
Son innumerables los casos que incitan a la persecución de cualquier gitano que se hallara cerca del lugar de un delito; incluso, por el simple hecho de ser avistados grupos de ellos sin tener plena certeza de su origen étnico. Así ocurrió en el verano de 1699, cuando las autoridades alavesas, nada más ser informadas de la presencia en La Rioja y tierras de Aranda, Berlanga y Burgos, de “tropas de montados” que portaban “bocas de fuego”, que “por las señas” se decía eran gitanos, se les imputaba sin más, el hecho de que recorrían estos lugares con el sólo fin de saltear caminos y saquear ventas y casas, por lo que se pedía la aplicación de la Real Pragmática de 1695 en toda su letra, a fin de “reprimir aquellas violencias y obligarles a avecindarse para que abandonaran su forma de vida sospechosa” [24]. De esta forma, de una simple sospecha de un grupo de individuos de los que no se tenía certeza de su origen gitano ni de que hubieran cometido los delitos que se decía se habían cometido, se pasó a una represión general sobre toda la comunidad gitana.
  

Entre la restricción de vecindarios, la expulsión y el exterminio

Con la llegada de los Borbones, la política antigitana sufrió un cambio de rumbo. Se reconoció el fracaso de cuantas leyes habían sido promulgadas bajo la Casa de los Austrias. Así, a partir de 1717, una nueva Pragmática intentará un control mucho más efectivo y dispondrá el registro de todos los gitanos del reino, así como de sus armas y animales, además de la obligación de avecindarse exclusivamente en 41 pueblos, entre ellos Logroño y Santo Domingo de la Calzada.
Tampoco esta nueva disposición pudo alcanzar las metas que la Corona se había propuesto para acabar con la forma de vida gitana. Un convencimiento que con la llegada de Gaspar Vázquez de Tablada, obispo de Oviedo, a la presidencia del Consejo de Castilla y la autorización papal de no respetar la inmunidad eclesiástica a los gitanos, acabaría por determinar la ejecución de un proyecto de exterminio biológico a través de la separación de sexos, con el propósito de impedir la reproducción de la etnia y lograr por consiguiente, la extinción de la forma de vida gitana.
El plan diseñado por el marqués de la Ensenada dio comienzo con una redada la noche del 30 de julio de 1749. En el caso riojano, se esperaba la captura de seis familias en Logroño y una en Santo Domingo de la Calzada. Sin embargo, cuando el teniente coronel del regimiento de Infantería de Vitoria Julián Castigal se presentó con un piquete de su regimiento y dos compañías de milicias, no halló gitano alguno, pues posiblemente avisados, lograron huir a Madrid, quizá con la intención de pedir clemencia al rey o buscar protección en algún personaje influyente. Sin embargo, una vez en la Corte fueron detenidos. Separados los hombres de las mujeres, éstas pasaron a Toledo, para posteriormente ser repartidas entre Valencia y Zaragoza [25].
No poseemos relación de las víctimas. Sólo conocemos la existencia de Diego de Osses, natural de Alfaro que fue capturado junto a su hija Josefa en la villa de Marcilla, lugar al que se trasladaron desde aquella localidad riojana, y en donde se hallaban avecindados desde hacía ya cinco años [26].


La “mala prensa” del siglo XIX

La prensa, fuera liberal o conservadora, se hizo eco de numerosos episodios conflictivos en los que individuos gitanos se vieron involucrados. Unos sucesos que en la mayor parte de las ocasiones se destacaba el origen gitano de los protagonistas en el titular de los artículos. Los incidentes, especialmente de reyertas y riñas, fueron aireados de tal forma, que los gitanos se ganaron la fama de impulsivos y pendencieros.
El siglo XIX fue de por sí violento, no obstante, hubo cuatro guerras civiles: tres carlistas y una a la que se ha llamado de Independencia, pero que en realidad se trató de una lucha entre dos bandos de españoles. Además, las guerras coloniales en América, Asia y África, salpicaron todo el siglo.
Dentro de la Tercera Guerra Carlista, por ejemplo, en septiembre de 1873, el Gobernador Civil de Logroño informó cómo varios de los gitanos que habían concurrido a la feria de Haro “se acometieron los unos a los otros, disparándose algunos tiros, de cuyas resultas quedaron muertos dos personas extrañas a los combatientes” [27]. Como en esta ocasión, pocas ocasiones se profundizaba en la noticia, pues sólo parecía importar la identificación del suceso con el gitano. En otras sin embargo, el articulista pretendía destacar el espíritu vengador y traicionero que se le daba al éste. Es el caso del crimen cometido en 1893 en Zaragoza, del que se dijo era “motivado por rencores de gitanos”. La historia es contada bajo el título “Entre gitanos”, y parte de la muerte de Colás, padre de Federico y Antonio Castillón, asesinado el año anterior por individuos pertenecientes a la familia zaragozana de los Jiménez. Un odio que se destacaba, se remontaba desde hacía veinte años. Los hechos tuvieron lugar cuando dichos hermanos salieron de Logroño, donde residían, y se dirigieron en tren a la capital maña para “vengar así la memoria de su padre”. Con profusión de detalles se cuenta la muerte que se le dio en el puente de Piedra a Amado Jiménez, no sin describir el sadismo con se emplearon los asesinos [28].
Sólo a través de estas noticias, la invisibilidad del gitano desaparecía, pero nada se contaba de la laboriosidad de éste en sus múltiples ejercicios, bien como jornaleros agrícolas, bien como herreros, caldereros, esquiladores, amén de otras diferentes actividades económicas mal consideradas por sus vecinos no gitanos.


Siglos XX y XXI: El tren hacia la modernidad parte sin los gitanos

Los grandes cambios socioeconómicos que empezaron a producirse a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, apartaron a los gitanos de los beneficios derivados de los adelantos técnicos y sociales, debido a su casi ausencia de cualificación profesional, escasez de recursos económicos e instrucción educativa. En cambio, entraron a formar parte de las bolsas de pobreza que empezaban a formarse en las grandes ciudades. No obstante, persistió una pequeña población gitana en las localidades de ámbito rural donde la introducción de tractores y demás maquinaria tardó en llegar. Cuando la industrialización acabó imponiéndose, el gitano hubo de buscar nuevas formas de ganarse la vida, en clara desventaja respecto al resto de sus vecinos.
Un barrio de chabolas a principios del siglo XX
En la actualidad, en estas dos décadas del siglo XXI, una nueva revolución tecnológica ha vuelto a dejar descolgados a los gitanos. Un nuevo tipo de analfabetismo: el digital, ha resultado decisivo para crear una brecha digital, provocada por el desconocimiento de las TIC -Tecnologías de la Información y la Comunicación-, Un hándicap que supone una falta de competitividad dentro del mercado laboral, ya que las habilidades tecnológicas e informáticas se han erigido en indispensables en nuestra sociedad de la información. El dominio del ordenador, del software y demás herramientas digitales constituyen los requisitos que cada vez más se demandan en las ofertas de trabajo, especialmente en esta época donde el teletrabajo se impone.
Los aproximadamente nueve mil gitanos riojanos que residen en esta Comunidad Autónoma de forma estable, han quedado postergados en buena parte, a la venta ambulante y al sector primario. La Rioja, zona vinícola por excelencia, tiene en la uva el principal campo de ocupación. Junto a la vendimia y el desniete, otros trabajos agrícolas se centran en la patata y la fruta. Los demás empleos en los que la mano de obra gitana tiene presencia, se hallan en las actividades de la construcción, artesanía, limpieza urbana y doméstica, jardinería, hostelería y anticuarios [29].
La población gitana -dos tercios del total riojano-, se concentra principalmente en Logroño, el resto, se halla muy repartido entre localidades como: Arnedo, Calahorra, Haro, Nájera y Santo Domingo de la Calzada. Lugares donde residen familias como los Jiménez, los Gabarri, los Montoya, los Borja, los Hernández, los Duval, los Carbonell, los Romero, los Pisa, los Durán, los Amador y los Mendoza [30].
El Pueblo Gitano de La Rioja, consciente de su desfavorable punto de partida en esta época de la revolución digital, realiza un gran esfuerzo para mejorar su calidad de vida intentando que sus hijos reciban la formación competente, sin renunciar a su cultura; manteniendo entre otros aspectos, sus fiestas tradicionales, como la noche de San Juan, el 23 de junio, donde la fiesta es iluminada por una hoguera y es acompañada por un café al estilo gitano, y la música con guitarras y palmas. Una reunión familiar en la que los mayores tienen su protagonismo transmitiendo sus anécdotas y tradiciones a los más jóvenes. Al día siguiente, les toca el turno a los más jóvenes a través de una gran fiesta infantil, en la que gitanos y no gitanos participan activamente en los juegos y en la chocolatada. Por último, a la noche, todos se divierten en una verbena popular con grupos flamencos.
Otro aspecto que el gitano riojano se resiste a perder, es su actividad tradicional más típica: la compra-venta de ganado, en especial de caballos y yeguas en las ferias de San Bernabeu, patrón de Logroño -11 de junio-, la de San Mateo, patrón de La Rioja -21 de septiembre-, la fiesta de la vendimia, y la feria anual de ganado de Villoslada de Cameros -11 de septiembre- [31].
La sociedad gitana de La Rioja, orgullosa de sus raíces, no se muestra inmutable, y aunque lentamente, se van produciendo cambios significativos. Uno de ellos, el religioso, ha venido a romper la tradicional adscripción católica, al haberse convertido en su mayor parte, a la Iglesia Evangélica de Filadelfia [32]. Sin embargo, la mayor transformación se está produciendo en la enseñanza, donde los niños y las niñas, el efectivo más importante de la comunidad, son la principal esperanza para el desarrollo y bienestar de las familias gitanas de La Rioja.





BIBLIOGRAFÍA

“Entre gitanos”, en La Iberia (07/07/1893), p. 2.
García-Arenal, Mercedes. “Morisques et gitans”, en Mélanges de la Casa de Velázquez, 14, 1978
“Gitanos en La Rioja”, en Museo Virtual del Pueblo Gitano en Cataluña. Dirección web https://www.museuvirtualgitano.cat/es/historia/comunidades-autonomas/la-rioja/.
GÓMEZ ALFARO, Antonio.  Escritos sobre gitanos, Barcelona: Asociación de Enseñantes con gitanos, 2010.
MARTÍN SÁNCHEZ, David. Historia del pueblo gitano en España, Madrid: Catarata, 2018.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Los forzados de marina en la España del siglo XVIII (1700-1775), Almería: Universidad de Almería, 2011.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII. El fracaso de un proyecto de “exterminio” (1748-1765), Almería: Universidad de Almería, 2014.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Nunca más. Homenaje a las víctimas del proyecto de 'Exterminio' de la minoría gitana iniciado con la redada de 1749, Almería: Círculo Rojo, 2015.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. “Los gitanos españoles en los Tercios de Flandes”, en Anatomía de la Historia (15/06/2016). Dirección web http://anatomiadelahistoria.com/2016/06/los-gitanos-espanoles-en-los-tercios-de-flandes/.
“Noticias generales”, en La Época (11/09/1873), p. 3.
SANCHEZ ORTEGA, María Helena. Documentación Selecta sobre la situación de los gitanos españoles en el siglo XVIII. Madrid: Editora Nacional, 1977.
SÁNCHEZ ORTEGA, María Helena. La Inquisición y los gitanos, Madrid: Taurus, 1988.




[1] Miembro del Grupo de Investigación SurClío de la Universidad de Almería y del Instituto de Estudios Almerienses.
[2] La mayor parte de la población era campesina, casi todos sus integrantes trabajaban tierras ajenas y debían satisfacer diversos censos y cánones a sus propietarios. Y aparte, entregar los diezmos a la Iglesia del fruto recogido. Además, fueron los elementos más débiles sobre los que se cebaron los conflictos bélicos y el saqueo que realizaban los malhechores y las hambrientas víctimas de las diferentes crisis agrícolas que se sucedían periódicamente.
[3] Teresa había afirmado “que tener acceso o cópula carnal con una mujer, aunque no fuera propia, que no fuera pecado”. Mencía, procesada junto a Teresa defendió la misma opinión, y aunque ambas fueron reprendidas, se afirmaron en lo dicho. En  SÁNCHEZ ORTEGA, María Helena. La Inquisición y los gitanos, Madrid: Taurus, 1988, p. 417.
[4] María fue sentenciada en Auto de fe con mordaza y soga, librándose de una pena pecuniaria por ser pobre. Ibídem.
[5] Ibídem, p. 287 y 418.
[6] Ibídem, p. 288 y 418.
[7] Durante más de dos siglos, hasta su primera abolición en 1748, y más tarde en 1805 tras la corta reinstauración de la pena de galeras en 1785, este destino se convirtió en la panacea penitenciaria destinada a reprimir a los miembros de esta etnia, para de paso, aplicarlos a trabajos forzados, tanto para hacer frente a las necesidades de remeros como de mano de obra en las minas de Almadén. Un destino penal este último, que fue creado a modo de galeras en tierra para paliar el déficit de mano de obra que se produjo tras la reactivación de la explotación de las minas de Almadén en 1554.
[8] A.G.S., Cámara de Castilla, CED, 7, 188, 17.
[9] Este era un intervalo de edad idóneo para desarrollar el enorme esfuerzo que suponía hundir y levantar del mar un remo de unos 14 metros de longitud. La condena al trabajo forzado en galeras se convirtió durante más de dos siglos, hasta su abolición en 1748, y más tarde en 1805 tras la corta reinstauración de la pena de galeras en 1785, en la panacea penitenciaria para reprimir a los miembros de esta etnia y de paso, aplicarlos a trabajos forzados. En MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Los forzados de marina en la España del siglo XVIII (1700-1775), Almería: Universidad de Almería, 2011, pp. 24-28.
[10] Archivo del Departamento Marítimo de Cartagena (en adelante ADMC), Libro General de Forzados, 19, f.285 v.
[11] Archivo Histórico Nacional, Hermandades, Leg. 44, 2.
[12] Ibídem.
[13] ADMC, Libro General de forzados, 23, f. 77 v.
[14] Al margen de los gitanos naturales de La Rioja, hay que tener en cuenta una población flotante compuesta por aquellos que lo eran de localidades próximas de Castilla, País Vasco o Navarra. En este último caso, destacar por ejemplo, los condenados por el alcalde mayor de Alfaro y que entraron a servir en galeras en 1696. Se tratan de Gaspar y José de Bustamante, naturales de Dicastillo en el Reino de Navarra, sentenciados “en 8 años de galeras al remo y sin sueldo por haber contravenido a la Real Pragmática”. En ADMC, Libro General de forzados, 21, ff. 296 r.-256 v.
[15] ADMC, Libro General de forzados, 21, f. 256 r.
[16] ADMC, Libro General de forzados, 23, f. 74 r.
[17] SANCHEZ ORTEGA, María Helena. Documentación Selecta sobre la situación de los gitanos españoles en el siglo XVIII. Madrid: Editora Nacional, 1977, pp. 264-267.
[18] MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. “Los gitanos españoles en los Tercios de Flandes”, en Anatomía de la Historia (15/06/2016). Dirección web http://anatomiadelahistoria.com/2016/06/los-gitanos-espanoles-en-los-tercios-de-flandes/. Sobre el aspecto militar del Pueblo Gitano ver CARMONA, Sarah. “Histoire militaire des Roms en Espagne et en France du XVème al XVIIIéme siécle”, y “Nuevas perspectivas sobre la génesis de la historia gitana”, en Quaderns de la Mediterrània, 18-19, 2013. Dirección web file:///E:/Nuevas_perspectivas_sobre_la_genesis_del%20Pueblo%20Gitano%20Sarah%20Carmona.pdf.
[19] García-Arenal, Mercedes. “Morisques et gitans”, en Mélanges de la Casa de Velázquez, 14, 1978, p. 67.
[20] GÓMEZ ALFARO, Antonio.  Escritos sobre gitanos, Barcelona: Asociación de Enseñantes con gitanos, 2010, p. 602.
[21] También la Didascalia de Francisco de Córdoba hace referencia de este hecho no documentado. Para más información sobre el discurso de Juan de Quiñones, ver SÁNCHEZ CAÑADAS, Araceli. “Orígenes de un tópico: Juan de Quiñones, Discurso contra los gitanos”. Disponible en http://rromanipativ.info/wp-content/uploads/2017/06/Or%C3%ADgenes_de_un_t%C3%B3pico-Juan-de-Qui%C3%B1ones-Discurso-contra-los-gitanos.pdf.
[22] A.G.S. Consejo Real de Castilla,563,6
[23] MARTÍN SÁNCHEZ, David. Historia del pueblo gitano en España, Madrid: Catarata, 2018, p. 140.
[24] RILOVA JERICÓ, Carlos. Memoria del proyecto para la recuperación de fuentes documentales históricas del  Pueblo Gitano en el País Vasco, 4 de julio de 2007, pp. 161-162.. Disponible en http://studylib.es/doc/5827285/memoria-del-proyecto-para-la-recuperaci%C3%B3n-de-fuentes.
[25] MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII. El fracaso de un proyecto de “exterminio” (1748-1765), Almería: Universidad de Almería, 2014.
[26] MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. Nunca más. Homenaje a las víctimas del proyecto de 'Exterminio' de la minoría gitana iniciado con la redada de 1749, Almería: Círculo Rojo, 2015, p. 109.
[27] “Noticias generales”, en La Época (11/09/1873), p. 3.
[28] “Entre gitanos”, en La Iberia (07/07/1893), p. 2.

[29] Gitanos en La Rioja”, en Museo Virdual del Pueblo Gitano en Cataluña. Dirección web https://www.museuvirtualgitano.cat/es/historia/comunidades-autonomas/la-rioja/.

[30] Ibídem.
[31] Ibídem.
[32] Ibídem.

No hay comentarios:

Publicar un comentario