Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

Las publicaciones contenidas en este blog-revista tienen derechos de autor. Se ruega citen su procedencia.

martes, 1 de diciembre de 2020

LAS GITANAS Y LA BÚSQUEDA DEL TESORO

Hallándose en un lugar de este reino, se allegó una gitana a una casa donde halló sola a la señora de ella, que era una viuda moza, rica, sin hijos y de buen parecer, a quien, saludándola primero, dicha la arenga que llevaba estudiada, no dejando mancebo, viudo ni casado, noble, galán dotado de mil gracias que no anduviese muerto por ella, la dijo: señora, yo te he cobrado mucha afición, y por saber que está en ti bien empleada la riqueza que tienes, aunque vives tan descuidada de tan gran dicha, te quiero descubrir este secreto. Sabrás pues, que en tu bodega tienes un gran tesoro; y para sacarle tiene gran dificultad, porque está encantado, y no se ha de aprovechar de él sino fuere víspera de San Juan: ahora estamos a diez y ocho de junio, y hasta veinte y tres faltan cinco días. Tan en tanto allega tú algunas joyuelas de oro o plata y alguna moneda, como no sea de cobre, y ten seis velas de cera blanca o amarilla, que para el tiempo que le digo yo acudiré con otra mi compañera, y sacaremos tanta abundancia de riquezas, que puedas vivir con ellas; de modo que te envidien todos los de tu pueblo. A estas razones, la ignorante viuda, pareciéndole que ya tenía en su poder todo el oro de Arabia y plata del Potosí, la dio bastante crédito.

Llegó el señalado día, y fueron tan puntuales las dos gitanas, como deseadas de la engañada señora; y preguntada si había tenido cuidado con lo que le habían encomendado, y diciendo que sí, replicó la gitana: mira, señora, el oro llama al oro, y la plata a la plata; enciéndanse esas velas, y bajemos abajo antes que sea más tarde, porque haya lugar a los conjuros. Con esto bajaron las tres, la viuda y las dos gitanas; y encendidas las velas, puestas en sus candeleros a modo de círculo, pusieron en medio un jarro de plata con algunos reales de a ocho y de a cuatro, unos corales con sus extremos de oro, otras joyuelas de poco valor, y diciendo al ama que se tornasen juntamente a la escalera por donde habían bajado a la bodega, puestas las manos, estuvieron todas por un rato como quien hace oración: y diciendo a la viuda que aguardase, se volvieron a bajar las dos gitanas, haciendo entre ambas un coloquio, hablando, y respondiendo a veces; mudando de manera la voz, como si en la bodega hubieran entrado cuatro o seis personas, diciendo: Señor San Juanito, ¿será posible sacar el tesoro que tienes escondido? -Sí, porque poco os falta para que le gocéis, respondía la compañera gitana, mudando el habla en un tal delgado tiple, como si fuera de un niño de cuatro o cinco años. Confusa la buena señora, estaba aguardado la deseada riqueza, cuando las dos gitanas llegaron a ella, diciéndole: ven señora, acá arriba, que poco puede faltar para que veamos cumplido nuestro deseo, y tráenos la mejor saya que tuvieres en tu arca, ropa y manto para que me vista y disfrace en otro traje del que ahora tengo. No reparando en el engaño que le hacían, la simple mujer subió con ellas al portal; y dejándolas a solas, fue a sacar la ropa que le pedían, cuando las dos gitanas, viéndose libres, como ya tuviesen guardado el oro y plata que estaba depositado para el encanto, cogiendo la puerta de la calle con ligeros pies traspusieron el barrio. Volvió la engañada viuda con toda la ropa, y no hallando las que había dejado en espera, bajó a la bodega, donde como vio la burla y hurto que le habían hecho llevándole sus joyas, comenzó a dar voces y a llorar sin provecho. Llegó toda la vecindad, a quien contó su desgracia, sirviendo más de risa y burlarse de ella que de tenerle lástima; alabando la agudeza de las ladronas.


Este episodio relatado por Jerónimo de Alcalá, fue reproducido en Álbum Pintoresco Universal, en su edición de 1842. Se trata de lo que María Helena Sánchez Ortega ha llamado “El truco del tesoro escondido”. Una estratagema, que aunque desarrollada tanto por mujeres como por hombres gitanos, fueron ellas las que más y mejor la explotaron, y por la que obtenían a costa de la ingenuidad de sus víctimas, determinados provechos económicos con los que sobrevivir en una época tan complicada para el Pueblo Gitano.

Para obtener dichas ganancias, las mujeres gitanas hubieron de echar mano a su ingenio y habilidades, para a partir del conocimiento atesorado durante siglos gracias a la quiromancia, saber a través del trato con su potencial víctima, cuantos aspectos de su carácter, temperamento y personalidad necesarios, para abordarla y emplear toda su persuasión para conseguir su confianza y despertar su codicia. Conseguido esto, pasaba a “desencantar” el tesoro, para lo que debía proceder a realizar diferentes rituales.

Sánchez Ortega ha esquematizado paso por paso, el proceso que se seguía, y que difería en atención a la buena o mala disposición del engañado:

1º Elección de una víctima ingenua y generosa.

2º Construcción de una historia fantástica sobre un tesoro escondido en la casa de la persona escogida. Suficientemente incentivadora para despertar su interés y codicia.

3º El dinero llama al dinero, por lo que solicitan monedas, joyas, ropa, alimentos y demás artículos para emplearlos en el ritual de desencantamiento. Cuanto más duraran estas ceremonias, mayor ganancia obtendrían las gitanas.

4º Para alargar lo más posible el desencantamiento, las gitanas espaciaban los diferentes sortilegios en días diferentes, solicitando en cada nueva ocasión, nuevos objetos para completar el hechizo.

5º Para mantener la ambición del cándido y la confianza hacia los poderes de las gitanas, estas empleaban diferentes trucos, como la tinta invisible, confeccionada a partir del zumo de limón, cebolla y de otros jugos vegetales, que al sumergir en agua o al exponer al calor un papel sobre que aparentemente no hay nada dibujado, aparecía para sorpresa del ingenuo, imágenes que representaban formas fácilmente identificadas por éste, sobre todo, el tesoro que con tanto anhelo deseaba. Y para dar más solemnidad, y hasta cierto punto de misterio y temor hacia el poder de estas mujeres, complementaban estos trucos con ceremonias mágicas a base de oraciones y conjuros, momentos en los que aprovecha para ir cogiendo y ocultando entre sus ropas, cuantos artículos había ido entregando la víctima.

6º Finalmente, cuando la gitana atisba que la víctima empieza a sospechar o se hace cada vez más remisa a entregar más dinero o joyas, desaparece con todo lo que ha ido obteniendo, con lo que pasados los días, cuando la gitana estaba bien lejos, la víctima acababa cayendo en el engaño al que había sido sometida.


domingo, 1 de noviembre de 2020

PETICIÓN DEL HERRERO JUAN CORTÉS PARA TRASLADAR SU FRAGUA DE TURRE A LUCAINENA DE LAS TORRES -ALMERÍA- (11/11/1752)

 Juan Cortés Bermúdez, vecino del lugar de Turre de esta jurisdicción. Ante vuestra merced como más haya lugar, parezco y digo =

Es constante soy maestro de herrero, para cuyo ejercicio tengo mi fragua y demás avíos, sin saber otro trabajo ni poder ganar el diario alimento para mí y mi familia. Lo que más impide, el haber en dicho lugar de Turre otro maestro de mi oficio; y siendo dicho lugar de corta

                Vista de Turre desde el barrio de "Turre Viejo". Foto Juan Santiago Fernández

vecindad, no es dable que en él ambos nos podamos mantener; y con este motivo he pasado a la villa de Lucainena, en donde tuve noticia no tenían maestro de herrero, lo que fue cierto; y por ello me compuse y ajusté con su concejo y demás vecinos de ella, en cuya suposición cumpliendo con las reales órdenes, establecimientos e institutos concedidos por su majestad, Dios le guarde, y a todas las gentes que por común llamaban gitanos y ahora castellanos nuevos; y siendo yo uno de ellos, teniendo mi asignación en dicho lugar de Turre, para poder mudar dicha mi vecindad a la enunciada villa de Lucainena.

 

COMENTARIO:

Los gitanos liberados conforme a la Real Orden de 28 de noviembre de 1749 -aproximadamente el 60% de los que fueron víctimas de las redadas del verano de ese año- volvieron a sus respectivos vecindarios, en los que debieron permanecer con las mismas restricciones que existían con anterioridad a la Orden de Prisión del 5 de julio de ese mismo año.

Segunda orden de prisión (agosto 1749), Archivo M. Martínez

Real Orden de 28 de noviembre de 1749. Archivo M. Martínez


Juan Cortés fue una de las doce víctimas gitanas turreras, capturadas con ocasión de la Gran Redada ordenada por Fernando VI en julio de 1749 (http://adonay55.blogspot.com/2019/07/la-gran-redada-y-proyecto-de-exterminio.html). Contaba entonces 62 años y estaba casado con Isabel Cortés, con la que había tenido cuatro hijos: Magdalena, Catalina, Ignacio y José. Todos fueron recluidos inicialmente en la alcazaba de Almería y posteriormente llevados a la Alhambra de Granada, para ser repartidos conforme a lo dispuesto por el marqués de la Ensenada: los varones al arsenal de La Carraca y las mujeres a Málaga.

Dique de carenado del arsenal de La Carraca

Alcazaba de Málaga. Lugar de reclusión de las mujeres gitanas


Tras el tremendo golpe emocional que supuso la ruptura familiar y la privación  de libertad, tres meses más tarde pudieron reencontrarse en Turre, donde Juan había venido ejerciendo su oficio de herrero con la complacencia de sus regidores, sin haber dado motivo alguno para ser conceptuado como un delincuente. Sin embargo, no teniendo más posibilidad que continuar en la herrería para mantener a su numerosa familia, la existencia de dos herreros en una población de tan corto vecindario, hizo que se planteara trasladar su fragua a otro lugar donde no hubiera competencia, y al tiempo de ganarse la vida, dar un servicio necesario al pueblo que lo acogiera.

Familia gitana de Herreros. Colección M. Martínez


Esta oportunidad la halló en Lucainena de las Torres, distante 40 kilómetros de Turre. Sin embargo, la restricción domiciliaria a la que estaban sujetos los gitanos, había convertido en una gran cárcel cada uno de los lugares donde los gitanos habían sido asignados. Sin libertad de movimientos, Juan como otros muchos gitanos estaba a expensas del arbitrio del corregidor de la población donde vivía. Un férreo control vecinal que en numerosas ocasiones no tenía en cuenta el ahogo de unas familias que intentaban sobrevivir en franca desventaja respecto al resto de sus vecinos no gitanos.

Finalmente, Juan obtuvo la licencia necesaria, y junto a su familia, emprendió una nueva etapa de su vida.
Vista de Lucainena de las Torres. Wikipedia


jueves, 1 de octubre de 2020

SANCHO DE MONCADA Y EL DISCURSO PARA LA EXPULSIÓN DE LOS GITANOS (1619)

 LOS GITANOS POR LEYES DE ESPAÑA SON EXPEDIDOS DE ELLA

Cap. V

Lo primero, por mendigos sanos son comprehendidos en la Ley de Partida del santo señor don Alonso, por la cual expelió por ociosos y baldíos a los mendigos sanos.

Lo segundo, a las rameras públicas expele de la ciudades el Derecho. Y en el cap. II traté de esto.

Lo tercero, por gente que da escándalo y que se ve al ojo que daña las costumbres y honestidad, es Derecho y establecido por leyes el Fuero de estos reinos, que tal gente sea expelida de ellos, y lo dicen las muy consideradas palabras del real bando de la expulsión de los moriscos: “Y por cuanto la razón de bueno y cristiano gobierno obliga dn conciencia a expeler de los reinos las cosas que causan escándalo, daño a los buenos súbditos, peligro al Estado, y sobre todo deservicio a Dios nuestro Señor”. En lo cual es único imitador vuestra majestad del santo celo de la honra de Dios, que mostró el rey nuestro señor, procurando con tan santas leyes, quitar de sus súbditos los tropiezos. Considerando pues la incorregibilidad de los gitanos, los señores reyes de España hicieron muy santas leyes para librar a los suyos de tan perniciosa gente.


Lo primero, los discretísimos señores Reyes Católicos por ley que hicieron en Medina del Campo el año de 1494, la cual renovó el Emperador nuestro señor en el de 1560, los desterraron perpetuamente de España, y los dieron por perpetuos esclavos a quien los cogiese, pasado el término del bando; leyes que son notorias aún a los extranjeros. Las palabras son: “Declaramos ser vagabundos cuanto a la dicha pena los egipcianos y caldereros extranjeros, que por leyes de estos reinos están mandados echar de él, y los pobres mendigantes sanos que contra la orden dada en la nueva Pragmática piden y andan vagabundos”. 


COMENTARIO:

Felipe III, nada más acceder el trono, hubo de afrontar entre los números asuntos que quedaron abiertos en el reinado de su padre Felipe II, como las cuestiones gitana y morisca. En el caso de la primera, la presión ejercida por los procurados en Cortes en los postreros años del siglo XVI, tuvo su continuación a lo largo de las dos primeras décadas del siguiente.

De la intensidad del debate da idea la sucesión de memoriales antigitanos que se presentaron ante el rey, podemos citar el de abril de 1603, por el que se solicitaba un endurecimiento de las penas que se aplicaban los gitanos. Sólo tres meses más tarde, un nuevo memorial, además de acusarles de cometer graves abusos, se afirmó que los no constituían un grupo étnico propio. Un aspecto sobre el que se seguirá incidiendo hasta terminó siendo recogido en la legislación posterior.

Tras la expulsión de los moriscos, la presión pasó a ejercerse con mayor fuerza sobre los gitanos. Constituida una comisión para estudiar lo que habría que resolverse sobre ello, el rey acabó decretando su expulsión en 1610, al considerarse que eran gente perniciosa, que solo trataba de hurtar, cuyo número había crecido considerablemente en España, sobre todo en Castilla.




Para ejecutar la expulsión, el 21 de agosto se encargó de su planificación, a la misma junta que se ocupó del caso morisco, se procediera también a la expulsión de los gitanos, advirtiendo el duque de Lerma que se tuviera la precaución de emplear con los gitanos “mayor rigor -que con los moriscos-, por ser “gente perdida y que de ordinario viven en el campo”. Sin embargo, la operación no llegó a llevarse a cabo, y el proyecto de expulsión se abandonó por razones económicas y poblacionales que la desaconsejaban. No obstante, la amenaza no desapareció, pues meses más tarde aún siguieron llegando ante el Consejo de Castilla, informes como el presentado el 8 de noviembre de 1610, por parte de Alonso de Ulloa, regidor de la localidad de Toro y representante en Cortes, en el que insistía en la expulsión bajo pena de muerte, además de prohibir el uso de su lengua y de sus trajes; así como el dedicarse exclusivamente a la agricultura. Además, sugería se les prohibiera, tanto tener caballerías como asistir a ferias, para lo que pedía se les impidiera salir de los lugares donde tuvieran vecindad, sin posibilidad de. Unas sugerencias que marcarían el debate antigitano en siglos posteriores.

Entre los más destacados arbitristas que señalaron a la minoría gitana como responsable de los males que aquejaban a España, destaca Sancho de Moncada, catedrático de la Sagrada Escritura en Toledo y experto en cuestiones políticas y económicas, quien elevó un memorial ante el rey, analizando y dando soluciones a la delicada situación que atravesaba España en la segunda década del siglo XVII. Una crisis que además de llevarse por delante al duque de Lerma, ocasionó la creación una comisión en 1618 con el fin de estudiar posibles soluciones. Sus conclusiones vinieron a coincidir con la aparición del libro de Moncada, titulado Riqueza firme y estable de España –conocido más tarde como Restauración política de España, publicado el 1 de febrero de 1619-.


                                 Embarque de los moriscos para ser deportados al norte de África

El libro consta de nueve discursos, cuyas conclusiones señalaban los tres males que a su parecer padecía España: el demográfico, el monetario y el hacendístico.

Pero, en este análisis, ¿Por qué Moncada arremete contra los gitanos? Porque según él, eran “mendigos sanos”, “gente ociosa, vagabunda, e inútil a los reinos; sin comercio, ocupación, ni oficio alguno; y si alguno tienen, es hacer ganzúas y garabatos para su profesión, siendo zánganos que sólo viven de chupar y talar los reinos, sustentándose del sudor de los míseros labradores”. Es por esta razón que incide en el cumplimiento de las leyes que dictan acabar con los grupos ociosos, especialmente los gitanos, a los que “no está bien admitir […], porque sus casas son unas cuevas de ladrones, de donde salen todos a robar la tierra”, no habiendo ley “que obligue a criar lobillos en tan cierto daño futuro del ganado”.



                                                   Edición de 1779. Colección M. Martínez

Es en el capítulo V donde propone la expulsión de los gitanos, tras haber pedido la pena de muerte en el capítulo anterior. Su discurso, junto al de otros arbitristas como Salazar de Mendoza y Pedro Fernández Navarrete, acabaría marcando un trascendental precedente, por cuanto se convirtió en uno de los principales referentes que alimentó el antigitanismo de autores posteriores.


domingo, 13 de septiembre de 2020

FELIPE II, azote de los gitanos

Tal día como hoy -13 de septiembre de 1598- falleció Felipe II. Un auténtico "azote" para los gitanos. Entre otras cosas, porque ordenó en 1572 la captura de gitanos para enviarlos a galeras. En 1560 estableció la tipología penal para las mujeres gitanas, y en 1586 estrechó el cerco sobre la comunidad gitana, disponiendo que no salieran de sus vecindades sin un pasaporte expedido por sus justicias y escribano público, en el que se debía justificar la posesión de todos los animales que poseyeran.
No se puede entender las leyes antigitanas posteriores, sin tener en cuenta el antigitanismo felipista. Si en 1749 se practica un proyecto de extermino, no hay que olvidar, fue fruto de un pasado represivo que tuvo en Felipe II su máximo exponente.


PARA SABER MÁS: LOS GITANOS EN EL REINADO DE FELIPE II (1556-1598). EL FRACASO DE UNA INTEGRACIÓN The gypsys in the reign de Felipe II (1556-1598). The failure of a integration
Dirección web: https://revistaseug.ugr.es/index.php/cnova/article/view/1898/2077

martes, 1 de septiembre de 2020

EL CHATO DOBLE Y SU LEYENDA

 VALLADOLID—PLAZA

D. Eduardo González, Juez de instrucción del distrito de la plaza de esta ciudad de Valladolid.

Por la presente requisitoria se cita y llama a Juan Antonio Jiménez, alias Chato Doble, de veinticuatro años de edad, tratante, y residente últimamente en esta ciudad, que viste chaqueta de paño claro y pantalón de pana negra, con bigote negro, y de estatura regular, y a Valentín Castellón Hernández, conocido por Ramón, de veinte años de edad, estatura alta, color moreno, también tratante y domiciliado en esta capital, que viste blusa de tela azul, pantalón claro y boina también azul, para que en el término de diez días se presenten en la cárcel de este partido, por haberse dictado auto de prisión provisional contra los mismos en causa que se sigue sobre homicidio a Ángel Morán Valdivieso, guardia que fue de a caballo en esta ciudad; bajo apercibimiento que de no realizarlo serán declarados rebeldes y les parará el perjuicio que haya lugar.

Al propio tiempo ruego y encargo a todas las autoridades y agentes de policía judicial procedan a la busca y captura de los citados sujetos, y en el caso de ser habidos les pongan a disposición de este Juzgado.

Dada en Valladolid a 6 de Julio de 1898.=Eduardo González. =Por su mandado, Mariano de Castro.


Imagen borrosa de Luis Castellón "Chato Doble"

COMENTARIO:

A pesar de que a lo largo del siglo XIX, se produjo en la mayor parte de Europa un importante proceso de cambio social sobre la forma de solucionar conflictos de manera menos violenta. En España, en cambio, la criminalización de grupos marginales se mantuvo en base a los parámetros estigmatizadores ya establecidos durante el Antiguo Régimen.

Es el caso de los gitanos, sobre los cuales persistió una intención estatal de cara a lograr su absorción y su aculturación social. En este contexto se llegó a comienzos del siglo XX, con la primera condena a muerte de este siglo en territorio vasco, dictada por los magistrados de la Audiencia Provincial de Vitoria. El hecho de ser dos los gitanos condenados y haberse producido una importante polémica en cuanto a la falta de garantías procesales durante el juicio, provocó una gran expectación, que hizo ocupar un numeroso espacio en las páginas de la prensa de la época.
Los reos convictos, Luis Doroteo Castellón López, alias Chato Doble, y Ramón Rodríguez Fernández, lo fueron por haber dado muerte a sus carceleros en la cárcel de Laguardia el 5 de agosto de ese año, en el momento de hacer fuga de ella. Ambos poseían antecedentes penales por agresiones, disparos o falsificaciones. En el caso del Chato Doble, había sido condenado por la audiencia de Teruel por delito de hurto y nombre supuesto y otra por homicidio. Por la de Pamplona fue condenado por lesiones, y por la de Guadalajara por disparo y nombre supuesto.
Condenados a muerte, el 2 de noviembre de 1904, a las dos de la tarde, fueron puestos en capilla, en la cárcel de Vitoria. Sólo quedaba la esperanza del indulto. Ramón fue indultado, y el Chato Doble fue ejecutado  a la mañana siguiente por garrote vil a manos de Gabriel Mayoral Sendino, considerado el mejor verdugo de la época.


VER ARTÍCULO COMPLETO:

jueves, 27 de agosto de 2020

LOPE DE VEGA Y LOS GITANOS

Un día como hoy de 1635 falleció Félix Lope de Vega y Carpio, monstruo de la naturaleza y fénix de los ingenios como lo bautizó su emulador Miguel de Cervantes.


Si hubiera de elegir entre Cervantes y Lope. Me quedo con Lope. Frente al racismo cervantino, me emociona leer el Arenal de Sevilla, donde refleja la cruda realidad de las mujeres gitanas siguiendo a sus hombres condenados a galeras de puerto en puerto:
FAJARDO
En las galeras irá preso y jamás ofendido.
Estas son mujeres solas.
¡Con qué lealtad van al puerto,
en siendo que arriban cierto
las galeras españolas!
Allí les llevan dinero,
regalos, ropa, calzado...;
tanto, que fuera forzado
por ver amor verdadero.
CASTELLANOS
Haceos gitano.
FAJARDO
Sí haré.
CASTELLANOS
No hay camino de galeras
más seguro.
¡Qué ironía maneja Lope! Ser gitano de nacimiento predisponía a ser condenado a galeras.

jueves, 30 de julio de 2020

MICROHISTORIA GITANA. BRÍGIDA SALAZAR Y LA INTOLERANCIA DEL MARQUÉS DE LARA (agosto de 1749)

Sobre el memorial de José Páez en que solicita la libertad de Brígida Salazar, que de orden del rey me ha remitido vuestra excelencia en papel de 23 del corriente, debo decir que por informes que he pedido y me ha hecho el Gobernador de la Sala, resulta que a esta mujer por gitana la prendió el alcalde don Francisco de la Mata; y por conocerla de veinte años a esta parte, y haberla visto siempre con otras tales, estando atenta de alguna para solicitar licencia de que transitase a otras partes. Respecto de esto, sin embargo, de la regla de que estando casada con castellano español, debe seguir el fuero de su marido. Habiendo sido su continuo hábito el trato con gitanos y sus malas costumbres, por lo que no podrá dejar de ser perjudicial; lo que se va a ejecutar con la providencia tomada, tengo por conveniente vaya al destino que está mandado. Vuestra excelencia se servirá hacerlo presente a Su Majestad para que resuelva lo que sea de su real agrado.
Madrid, 28 de agosto de 1749
El marqués de Lara a Ensenada
 
Cárcel de la Santa Hermandad de Toledo. Foto M. Martínez
COMENTARIO:
Dentro de un gran acontecimiento histórico, hay pequeñas historias que nos permiten conocer las individualidades de protagonistas invisibles, que debido a un determinado hecho histórico logran salir de su cotidianidad y silencio, para enriquecer y aportar con sus vivencias, la comprensión de un suceso más general.
A veces su repercusión queda reducida a la crónica local, pero en el caso de la Gran Redada y posterior Proyecto de Exterminio, las vivencias personales de cada una de sus víctimas, resultan fundamentales para poder profundizar en la intrahistoria de la Historia del Pueblo Gitano en particular y de la Historia Social de España en general. La suma de cada una de ellas, nos permite, no sólo conocer uno de los episodios más significativos de la persecución y represión de minorías étnicas y culturales de Europa, también nos posibilita la posibilidad de poner, a falta de rostros, nombres reales a las víctimas, y poder reclamar para ellas una reparación histórica que aún hoy en día está por hacer.
En España, la Guerra Civil de 1936-1939 ha sido fuente de numerosas historias de vida a través de reconstrucciones de historias particulares, plasmadas en bastantes ocasiones en las páginas de guiones cinematográficos y libros de carácter histórico, narrativo o literario, basados en hechos reales. Una corriente editorial que no tiene en la Historia del Pueblo Gitano en general, y en la Gran Redada y posterior Proyecto de Exterminio, su particular paralelo.
Es un todo por hacer, y solo a través de la microhistoria, a través de hechos y personajes reales, se puede situar cada una de las vivencias personales en su contexto y lugar geográfico, ayudándonos a profundizar y a comprender los acontecimientos históricos que afectaron a dichas personas. Una de ellas, Brígida Salazar, nos permite comprobar la potencialidad que la microhistoria tiene en el caso del Pueblo Gitano.
Brígida María Salazar, nacida en Salamanca; en el momento de la redada efectuada la madrugada del 30 al 31 de julio de 1749, contaba con 40 años y estaba casada con el sastre José Carreño Páez desde el 25 de mayo de 1734, ceremonia que se realizó en la iglesia de San Sebastián de la villa de Madrid. Un matrimonio mixto que hasta ese momento habían obtenido el fruto de dos hijos: Bernardo y José, de 5 y 10 años respectivamente.
Aprehendida junto con sus hijos, fueron enviados a Toledo y recluidos en la cárcel de la Santa Hermandad de esa ciudad. José, su marido, reclamó la puesta en libertad de su familia, justificando su petición a una de las disposiciones  post-redada, por la que se determinaba que las mujeres debían seguir el fuero de su marido. Y él, por su condición de castellano viejo, su mujer debía quedar con él y ser liberada. Una regla que fue fruto del aluvión de quejas que llegaron al Consejo de Castilla, en las cuales se criticaba la desproporción y el desafuero cometido con la redada realizada.
En su petición, José aseguraba que su mujer había “vivido quieta y pacíficamente” en su compañía, “sin dar la menor nota ni escándalo”, no hallándose “comprendida en ninguna provisión del Consejo, ni tener trato alguno con gitanos (…) sin pedir ni estafar, sólo atendiendo a la buena educación de sus hijos, alimentándose con mi trabajo”. Sin embargo, lo más interesante en la argumentación de su exposición, consistió en la relación que estableció entre su mujer y el alcalde Francisco de la Mata, quien había conocido a Brígida cuando era concejal del ayuntamiento salmantino. Desconocemos las causas de la animadversión de dicho alcalde, sólo según José, “con su genio intrépido por sí solo, sin haberse informado, sigue la opinión de que es gitana”, habiéndose negando a admitir información alguna para justificar su libertad.
A pesar de los esfuerzos del sastre, el marqués de Lara, nuevo gobernador del Consejo de Castilla en sustitución de Gaspar Vázquez de Tablada, determinó mantener presos a Brígida y sus dos hijos. No sería hasta el invierno de ese mismo año, cuando quedaron en libertad gracias a la Real Orden de 28 de octubre de 1749, que permitió la liberación de algo más de la mitad de hombres, mujeres y niños aprehendidos desde aquel fatídico 30 de julio de ese año. Atrás quedaron las penalidades que hubieron de pasar en la cárcel hermandina junto a otras 44 gitanas presas “por vía de resguardo”, que a causa de su actitud rebelde y destructora acabaron siendo trasladas a la cárcel municipal, y tiempo más tarde a la casa de misericordia de Zaragoza, en un trágico periplo que en muchos casos se prolongó a lo largo de dieciséis años.

jueves, 2 de julio de 2020

LA VISIÓN DEL GITANO ESPAÑOL POR LA GUARDIA CIVIL EN 1920

Constantemente tienen que ejercer su acción nuestras parejas sobre los gitanos; esa raza repartida por el mundo, pues por haberlos los hay hasta en los Estados Unidos, y por cierto de raza pura, perfectamente civilizados, ganándose honradamente la vida. Estimamos, por consiguiente, curioso servirles algunos detalles sobre ellos.
La Guardia Civil en "servicios de los caminos". Ilustración Española y Americana. Colección M. Martínez
En el fondo de la Camargue, en Francia, se alza, con aspecto de imponente castillo feudal, la iglesia de las Santas, construida por los primeros cristianos de las Galias y famosa en la literatura contemporánea porque sirvió de sepultura idílica a la Mireia, de Mistral.
En aquella iglesia se reúnen desde tiempo inmemorial los gitanos de Francia, de Italia, de parte de España, de Brabante y de otras muchas regiones de Europa. La peregrinación es anual, y su razón es que en la iglesia se encuentra la tumba de la santa de los gitanos, la parda Sara, la sierva de las tres Marías. Allí también eligen los gitanos cada cinco años su terrible rey de Coesre y su reina del Arnac .
Cuando se acercan los días de la reunión, los caminos que afluyen a la iglesia se ven llenos de caravanas de gitanos de todas procedencias. Los campesinos cierran a piedra y lodo sus casas y establecen vigilante guardia en sus corrales y en sus cuadras. Únicamente, las iglesias de los pueblos por donde pasan, tienen abiertas sus puertas, y es de oír cómo los gitanillos se gritan unos a otros:
-        ¡Mira que cirio tan, hermoso llevo a las Santas; lo he robado en la iglesia de Barbentane!
-        Pues yo lo robaré en la misma iglesia de las Santas; así lo tendré ya encendido.
Cuando llegan al pueblo donde está la iglesia que les sirve de punto de reunión, encuentran también las puertas cerradas, incluso la de la iglesia. Pero como así viene sucediendo desde tiempo inmemorial, no se extrañan ni se ofenden, sino que con sus carros, sus esteras viejas y sus lonas, arman tiendas de campaña y tenderetes y forma una verdadera ciudad de nómadas, mucho más populosa e importante que aquella en que se alza la iglesia.
Se presentan al cura, y éste hace entrar a todos los gitanos en la iglesia por una puerta medio oculta en el ábside, y los gitanos se establecen como en casa propia en la cripta subterránea, donde realizan sus misterios sobre la tumba de su santa y en medio de un secreto que nadie, ni aun la misma Iglesia, trata de penetrar.
Durante dos días y una noche, los devotos gitanos veneran a su patrona, y cuando se apagan las últimas velas de la inmensa pirámide de ellas que arman en torno de la sepultura, los congregados llaman a la puerta de hierro, cuya llave conserva el cura.
Acto seguido, cada gitano se dirige a su carro o a su caballería, y por los mismos caminos que trajo se vuelve otra vez a las comarcas por donde acostumbraba hacer su vida vagabunda.
Pero no se van sin que antes el cura eche unas gotas de agua bendita sobre cada una de las caballerías que le presentan.
Santa Sara en su santuario. Wikipedia
¿Cuántos gitanos españoles concurren habitualmente a esta extraña reunión? Boyer d'Agen los cita entre los que acuden a las Santas; pero si el hecho es cierto, se tratará de gitanos españoles de los que viven en Francia o de los que merodean por la frontera catalana.
Porque lo cierto es que el gitano español, que nosotros tenemos por típico, se diferencia muchísimo de los demás individuos de su raza esparcidos por el resto del mundo.
El gitano extranjero suele superar al español en inteligencia, en ilustración, en manera de vivir y hasta en riqueza. Borrow, en su famosa obra acerca de los gitanos españoles, transcribe la conversación que tuvo con uno extremeño llamado Antonio, el cual le refirió que, sirviendo en el Ejército, cuando la guerra de la Independencia, luchó cuerpo a cuerpo en una batalla con un soldado francés que estaba ya a punto de matarle, cuando, mirándole el español a la cara vio que era gitano también, y le gritó: "¡Zíncalo, zíncalo", al oír lo cual el otro le soltó, y llorando se le abrazó; le ayudó a curarse, llamándole hermano, y separándose ambos del lugar de la batalla tuvieron una larga conversación, durante la cual el gitano extranjero le dijo a Antonio tales cosas, que éste refería así aquel suceso:
“Me reveló tantos secretos, que bien pronto comprendí que yo no había sabido nada hasta entonces, aunque siempre me había considerado como un zíncalo muy completo; pero aquel sabía toda la cuenta, y el Bengui Lango (en gitano "el diablo cojuelo) en persona no hubiera podido decirle nada que él no supiera”.
El gitano aquel era magiar o húngaro, a juzgar por las explicaciones que dio Antonio. Esto puede servir de ejemplo de la superioridad de los gitanos extranjeros sobre los españoles.
Mientras el gitano inglés, francés, belga, húngaro o italiano suele viajar bastante por países extraños, el español sale rara vez de su patria, y aun casi de su región. Si no es contratado en alguna compañía de cante y baile flamenco, como aquella que tan famoso hizo en París el rapto de la gitanilla Soledad. Por lo tanto, se quedaría mudo de asombro al saber cómo viven algunos gitanos extranjeros que viajan en carros por el estilo de los nuestros de mudanza, y de los que sirven a las compañías ambulantes de circo, que tienen buenos caballos, que duermen en camas cómodas, que acampan en tiendas de campaña verdaderamente lujosas, que guisan en hornillas de hierro al estilo de las económicas y que visten a la moderna y con bastante lujo, sobre todo las niñas y las mujeres.
Si se llega al campamento de una de esas tribus de gitanos extranjeros de condición acomodada se encontrará todo admirable mente limpio, y las gitanas viejas, las que se hallan al frente del hogar, invitarán al forastero a tomar una taza de té y unas pastas con la misma cordialidad, aunque con más limpieza, que las gitanas del Sacro Monte de Granada pueden invitar a un transeúnte de buen aspecto a echar un trago de vino (si lo tienen) en alguna taza de barro desportillada.
También en los Estados Unidos hay gitanos, y por cierto que de la raza más pura, pero perfectamente civilizados, y ¡oh, maravilla!, que no piden ni roban, sino que se contentan con ganarse la vida tratando en Caballerías, esquilándolas, diciendo la buenaventura y trabajando en las artes del hierro, del cobre y de cestería, como sus hermanos de Europa.

COMENTARIO:
Bajo el título “Curiosidades. Gitanos españoles y extranjeros”, la Revista Técnica de la Guardia Civil describió la tradicional peregrinación a Saintes Maries de la Mer [http://www.verpaises.com/blog/2010/07/08/saintes-maries-de-la-mer-y-la-peregrinacion-de-los-gitanos/], donde en la cripta de la iglesia, junto a los restos de las dos santas se guarda también la imagen negra de la esclava Sara, conocida como Santa Sara Kali, patrona de todos los gitanos. Todo el texto desprende una visión estereotipada del gitano delincuente, cuya única misión en esta vida se basaba en el robo y la holgazanería.
Hasta llegar a esta fecha -marzo de 1920-, la Benemérita fue el principal brazo ejecutor de la ley hacia los gitanos, respecto al último resquicio de la represión heredada del Antiguo Régimen: un artículo incluido en la Cartilla del guardia civil, que aprobada por Isabel II por Real Orden de 20 de diciembre de 1845, en su título primero, primera parte, capítulo II “Servicio de los caminos, se ordenaba vigilar sus desplazamientos, propiedad de sus bienes, e incluso, observar su traje. Unas medidas que sobrevivieron a la extinta Pragmática de 1783 tras perder su vigor con la aprobación del Código Penal de 1848. Prueba de lo difícil que resultaba renunciar a la vigilancia y control del Pueblo Gitano, es que este artículo, aunque con alguna variante en 1943, logró sobrevivir hasta su completa abolición en 1978.

Desde 1845, excepto en lo referente al mencionado artículo, tanto en las diferentes constituciones, como en los códigos penales que sucesivamente se aprobaron, no se mencionó específicamente al gitano. Así ocurrió con la Ley de Vagos de 9 de mayo de ese año, predecesora a la Ley de Vagos y Maleantes de la II República en 1933. Sin embargo, a pesar de que aparentemente habían de ser tratados como los demás ciudadanos españoles, sobre el gitano se mantuvo, no solo la tradicional prevención, sino también la ejecución rigurosa que la ley permitía, debido a que el imaginario colectivo construido a lo largo de varios siglos, siguió contaminado por la estigmatización y el prejuicio.
La Real Orden de 22 agosto de 1847 precisaría aún más este artículo, autorizando a los Comisarios de Vigilancia y a los alcaldes a controlar la venta y la compra de ganado mular y caballar, a la que se insertó una comunicación dirigida al Inspector de la Guardia Civil, para “que en lo sucesivo, se obligue a todos los gitanos a llevar unido a su pasaporte, un documento para la relación expresiva del número y señas de las caballerías de su tráfico; el cual debe estar autorizado por los comisarios de protección y seguridad pública, o en su defecto, por los celadores del mismo ramo, y a falta de éstos, por los alcaldes de los pueblos, debiendo anotarse en otro documento los cambios, compras y ventas que sucesivamente se verifiquen, en la inteligencia de que no los cumplan con estos requisitos, sufrirán el decomiso de las caballerías que se le encontrasen, las cuales quedarán a disposición de las autoridades a fin de averiguar su procedencia”.
Esta sería la última disposición real que citara de forma expresa al gitano, donde la presunción de culpabilidad se resistió a desaparecer, sin tener en cuenta que en su mayor parte, el gitano se hallaba asentado viviendo del fruto de su trabajo, se le seguía obstinadamente considerándole una comunidad “sin arraigo de ninguna especie ni amor al trabajo”. Una convicción que se estamparía en la circular del Ministerio de la Gobernación de 23 marzo de 1848; alguna de cuyas medidas se incluirían en el código penal de ese año, dentro del título VI dedicado expresamente a la represión de vagos y mendigos, y que se castigó con penas de “arresto mayor”, “prisión correccional” y “sujeción a la vigilancia de la Autoridad”. De esta forma, los gitanos quedaron equiparados a las figuras penales de ladrón y vago, sin que fuera preciso mencionar los en dicho Código, donde los vagos quedaron conceptuados a aquellos “que no poseen bienes o rentas, ni ejercen habitualmente profesión, arte u oficio, ni tienen empleo, destino, industria, ocupación lícita, o algún otro medio legítimo y conocido de subsistencia”. Unos presupuestos en los que fácilmente podían encajar los gitanos.
No es de extrañar pues, que en julio de 1849, Isabel II transigiera en la aprobación de las medidas “enérgicas y convenientes” propuestas por el Gobernador Civil de Jaén, destinadas a impedir “a todo trance”, los robos de caballerías que se efectuaban por entonces en aquella provincia. También, el gobernador murciano, no tuvo reparos en presuponer “que la mayor parte de estos robos se verifican por los denominados castellanos nuevos o gitanos”, para lo que dispuso varios puntos a cumplir, refiriéndose el octavo, a que:

Todo gitano que se encuentre viajando sin pasaporte será arrestado y conducido a mi disposición por tránsitos de justicia. De la misma manera, será tratado al que se le encuentre con pasaporte que no esté expedido a su nombre, el cual será entregado además al tribunal competente. Otro tanto se hará con los individuos que sin ser gitano» los acompañen. Y a fin de que llegue a conocimiento de todos he dispuesto se inserten en el Boletín oficial, estas disposiciones, fijándose además copias de esta circular en los parajes acostumbrados, encargando la ejecución de ella a los Alcaldes de los pueblos de esta provincia, destacamentos de la Guardia civil y al Comisario, Celadores y Salvaguardias del cuerpo de protección y seguridad pública”.

En cuanto al Gobernador Civil de Talavera de la Reina, en agosto de 1849, so pretexto de estar “resuelto a limpiar su distrito de ladrones y gente sospechosa”, comenzó como ya hiciera la Santa Hermandad de dicha ciudad, a realizar salidas junto con su sucesora: la Guardia Civil, a fin de “expulsar a los gitanos, buhoneros, quinquilleros y otras personas de mal vivir”, tuvieran o no “residencia en algún pueblo, o ya se presenten en ambulancia”. Una medida que fue aplaudida desde el diario La Esperanza, desde cuyas páginas se animó a “los demás jefes civiles del reino” a ejecutar la misma medida con idéntica “actividad, celo y perseverancia”, por considerar “que de otro modo no es fácil acabar con esa canalla, la cual continuará su vida vagabunda en otros distritos en donde halla todavía tolerancia, y volverá al de Talavera en cuanto cese el rigor con que justamente se la persigue”.
Diego de Gracia ilustró de forma estereotipada al gitano en la Revista Técnica de la Guardia Civil. Colección M. Martínez
En unas “Crónicas ilustradas de la Guardia Civil”, cuya segunda edición apareció en 1865, se volvió a relacionar al gitano con la delincuencia, asegurando que “un pilluelo no se convierte en un ser maligno y terrible hasta que aprende el caló, lenguaje que lleva a su infame inteligencia el conocimiento de todo un arte de guerra social”. Precisa el libro que las principales palabras del caló significan “justicia, morir, hambre, espera, sangre, matar, huir, cárcel, juez, verdugo, borracho, engañar, mala mujer, degollar, causa, necedad, noche, robar, palanqueta, ganzúa, dineros, horca”.
El 8 de septiembre de 1878, el ministerio de la Gobernación volvió a incidir en el asunto de las guías de caballerías, disponiendo la obligación de que los gitanos poseyeran dos documentos por cada animal que tuvieran para poder justificar su propiedad. En uno, la cantidad y las características de cada uno de estos animales; en el otro, la venta, compra o intercambio que se hubiera producido con ellos. En caso de carecer de ellos, los animales eran requisados y los gitanos detenidos.
El trámite que a continuación se debía seguir para poder recuperar las caballerías se abría con la publicación de las señas generales y particulares de las caballerías depositadas en el Boletín Oficial de la provincia, requiriendo a los que se consideran sus dueños, las reclamaran en el término de treinta días. En caso de no hacerlo se procedería a su tasación y posterior la venta en subasta pública. Y, aunque durante los seis meses siguientes al día de la subasta todavía se podría alegar y justificar su derecho como dueños de las caballerías vendidas, los gitanos difícilmente podían ejercerlo por su indefensión respecto a la carencia de habilidades sociales propias de la sociedad no gitana.
Son estos años en los que la presunción de culpabilidad se vio reforzada por la corriente criminalista que desde finales del siglo XIX, que relacionaba la ociosidad y la vagancia con el crimen, que confería al gitano una presunción de culpabilidad, y en el caso español de un déficit de inteligencia respecto al resto de gitanos del mundo; muchos de los cuales se mantenían en un nomadismo que se acrecentó en vísperas de la Primera Guerra Mundial y que produjo una fuerte inmigración en nuestro país. Este incremento fue bien constatable desde comienzos del siglo XIX, lo que motivó  un mayor control por parte de la Guardia Civil y guardas municipales, expulsar a todas las familias de gitanos que acampaban periódicamente en barrios como el de las Peñuelas en Madrid, donde en el verano de 1909, la Benemérita desarrolló su habitual estrategia para deshacerse de ellos por medio de una actuación combinada de las demarcaciones más próximas. Todo empezaba cuando la de Las Peñuelas, sobre las dos de la madrugada, recorría el lugar y obligaba “a todos los cañís a levantar sus petates, haciéndoles marchar hacia la otra ribera del Manzanares”. Una hora más tarde, los guardias pertenecientes al puesto de Carabanchel, aparecían casi dar tiempo a que hubieran acampado, y “sin contemplaciones de ningún género, los obligan a marchar de allí en dirección al sitio en que fueron sorprendidos por las fuerzas de las Peñuelas. De esta forma, los gitanos se pasan toda la noche caminando” desistiendo a volver al día siguiente, “yéndose a otro sitio más seguro donde sentar sus reales”.
A lo largo del siglo XX, los gitanos no fueron objeto de ninguna legislación particular; en teoría, debieron cumplir las mismas obligaciones de los demás españoles, como la de avecindarse y subvenir a las cargas públicas, sin que se les impidiera sobre el papel, gozar sin restricción alguna, de todos los derechos derivados de la ciudadanía. Sin embargo, en la práctica, estos derechos no se les respetaron, según Pabano, por la “malquerencia” que aún persistía hacia ellos. La presunción de culpabilidad se mantuvo por seguir considerándolo un delincuente potencial, y como tal lo contempló la Guardia Civil, un cuerpo de seguridad que heredó de la Santa Hermandad, la protección de una parte de la sociedad frente a otra catalogada como un peligro social, y sobre la que ejerció un represión fundamentada en la defensa de los derechos y las obligaciones de los españoles.

viernes, 26 de junio de 2020

NEGREROS, GENOCIDAS Y PERSONAJES HISTÓRICOS ENCUMBRADOS. La polémica de su reconocimiento en monumentos y nombres de calles


Recientemente se ha avivado la polémica en torno a la existencia de reconocimientos públicos a través de estatuas o nombres de calles, en honor de personajes con un pasado nada acorde con lo que hoy día conocemos como Derechos Humanos.
En España contamos con numerosos personajes que han sido determinantes en la Historia de nuestro país, pero que al mismo tiempo se implicaron en hechos que ahora, muchos años más tarde son objeto de debate, sujetos a un juicio histórico en el que se pide su condena por sus actitudes racistas, genocidas, homófobas, etc. Se pide no sólo una reparación histórica de sus víctimas y el conocimiento descarnado de la verdad; también se exige la retirada de los honores reconocidos tanto en vida como después de su muerte.
La lista de imputados es larga. En ella aparecen reyes como los intransigentes católicos Isabel y Fernando; descubridores como Cristóbal Colón; ministros como el marqués de la Ensenada, reinas regentes como María Cristina de Borbón y presidentes de gobierno como Prim, O’Donnell, Serrano y Cánovas del Castillo.

 
Monumento a Colón y a Isabel la Católica en Granada. Wikipedia

A los Reyes Católicos se les acusa de haber practicado una limpieza étnica expulsando a los judíos, de intolerancia religiosa por obligar a los moriscos a convertirse forzosamente al cristianismo, y de iniciar la persecución de los gitanos.
Cristóbal Colón lo es por esclavizar a los indios e iniciar el genocidio en América, a los que ya en su primer viaje vio la posibilidad de esclavizarlos, apuntando en su cuaderno de bitácora, que podrían “ser buenos sirvientes”, siendo suficiente cincuenta hombres para “someter a todos ellos y obligarles a hacer todo lo que deseara”.
En cuanto al marqués de la Ensenada, considerado un superministro, no tuvo reparos en idear, organizar y ejecutar una gran redada para capturar a todos los gitanos de España para expulsarlos de ella. Sin embargo, enfrascado en su programa de reconstrucción naval, consideró más conveniente, aprovechar tanta mano de obra para construir arsenales y barcos, con los que recuperar para España su papel de potencia mundial. Para ello, la deportación se convirtió en esclavitud, ya que sin juicio alguno, los gitanos fueron obligados por vida y por la fuerza a “servir” al rey. El plan de Ensenada se completaba con un proyecto de exterminio implícito, pues esperaba que con separación de ambos sexos, se evitaría la reproducción, y por tanto, con el tiempo, eliminar al Pueblo Gitano como etnia y cultura en España.
Carlos III liberalizó la trata de esclavos, a partir de cuyo momento, los particulares catalanes comenzaron a tomar parte activa en el “negocio”, fletando barcos con los que participaron en el comercio negrero existente entre los puertos de Europa, África y América.
El general Prim fue partidario del esclavismo durante su etapa como gobernador de Puerto Rico entre 1847 y 1848, castigando severamente a los que se rebelaban, incluso ayudó a los daneses de las Islas Vírgenes para reprimir una sublevación de esclavos. Además, como capitán general de Puerto Rico aprobó el Código Negro, por el que restringió los derechos de los negros. Si bien, en sus últimos años acabó promoviendo la emancipación de los esclavos en las Antillas españolas.
María Cristina de Borbón, reina regente (1806-1878), con un monumento junto el Casón del Buen Retiro de Madrid, estuvo muy implicada en el tráfico esclavista junto a su segundo marido. A ella rendía cuentas el gaditano Manuel Pastor Fuentes, un coronel retirado en el negocio de la trata de esclavos, y quien implantó la cuota por cada negro introducido en Cuba. 
Leopoldo O’Donnell también apoyó el tráfico de esclavos en su etapa de capitán general de Cuba; durante la cual ordenó una cruel represión para acabar con la revuelta conocida como Conspiración de la escalera. Un negocio del que recibía de los negreros una comisión de 51 pesos por esclavo.
Parecida trayectoria negrera realizó Francisco Serrano durante su etapa de capitán general de Cuba, durante la cual se enriqueció merced a su colaboración con los traficantes.
Cánovas del Castillo por su parte, defendió la esclavitud en Cuba y se opuso a su abolición durante los debates acaecidos en las Cortes entre 1869 y 1870.
Así continúa una extensa relación de dignidades regias, eclesiásticas, civiles y militares, que muestran la cara oculta que la Historia oficial se ha encargado de encubrir, pero sin conseguir borrar el nefasto reverso de estos personajes, a los que de forma intermitentemente desde muy diferentes sectores, algunos movimientos reivindicativos y de denuncia emprenden las conocidas Guerras de las Estatuas.