Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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viernes, 1 de febrero de 2019

Carta del Arzobispo de Granada Pedro Guerrero dirigida a Carlos I, solicitándole el cumplimiento de la disposición dada por sus abuelos en 1499 contra los gitanos


“Y ahora el Muy Reverendo en Cristo Padre, Arzobispo de Granada, de nuestro Consejo, hizo relación por su petición diciendo que en el dicho arzobispado andan muchos gitanos que frecuentan con los moriscos y les enseñan cosas de hechicerías y adivinaciones y supersticiones y les roban ropas de sus casas y las bestias de los campos y que de ello se quejan y se escandalizan los moriscos de ver que tales cosas se consienten entre los cristianos y por ende nos suplicaba que mandásemos que en el dicho arzobispado se guardase la dicha pragmática, lo cual visto por los de nuestro Consejo fue acordados y a lo que en otros memoriales tiene representado y muestra cada día la experiencia, sea servido de mandar, agravando las penas, se salgan de estos reinos dentro de un breve tiempo, porque demás de quitar este abuso de gitanos, muchos que se valen del nombre para ejecutar sus malas inclinaciones, se abstendrán de el por no dejar su natural, y así será menor el número de los desterrados y grande la merced que estos reinos recibirán por descansarlos de mantenerlos, que en ningún acaecimiento puedan aprovechar, sino antes dañar en todos. Y visto el dicho memorial se aprobó y se acordó se dé a S.M.” (Cortes de Valladolid 1603-1604, en Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XXI, Rivadeneyra, Madrid, 1902, pág. 482).


Danza de moriscos granadinos


COMENTARIO:

La convivencia entre moriscos y castellanos tras la conquista de Granada estuvo siempre amenazada de continuas convulsiones. La sociedad del reino granadino estaba dividida en dos facciones claramente delimitadas y separadas. Muestra de ello es la obsesión de los cristianos viejos, que considerándose superiores en todos los aspectos se afanaban en señalar en cada documento el origen de sus protagonistas; tildando al morisco como cristiano nuevo, en oposición a castellano viejo. A estos dos grupos sociales se uniría posteriormente el gitano, al que se aplicaría similar estrategia, esta vez mediante el eufemismo de castellano nuevo. Los elementos de las clases modestas como de las altas, presentaban una considerable preocupación por no ser confundidos con elementos de estas minorías, pues tanto gitanos como moriscos adoptaban nombres y apellidos castellanos, lo que se prestaba a confusión. Los estatutos de limpieza de sangre son un claro ejemplo de este celo diferenciador y purificador de raza.

La obsesión castellana por mantener puros sus linajes y prevalecer su poder por medio de una actitud preponderante y amenazadora, impulsaría la cohesión interna de los grupos marginales, provocando una mayor separación respecto a la colectividad castellana; a la vez que los contactos entre las minorías se incrementarían; siendo las de gitanos y moriscos por sus semejanzas culturales las que mejor establecerían una simbiosis; viendo al castellano como un enemigo común que coartaba su libertad. Éste, por su parte, tenía una visión sobre ambas minorías coincidente en numerosos aspectos, dentro de un ambivalente sentimiento de desprecio y de temor.

Esta relación quiso ser también controlada y evitada en lo posible, especialmente por la Iglesia, inmersa en una labor evangelizadora y aculturadora de la minoría morisca, por lo que pretendió aislar a ambas, siendo la carta del arzobispo granadino un ejemplo de ello.


Morisco: musulmán convertido al cristianismo. En su mayor parte de forma forzada por los Reyes Católicos, a través de la Pragmática del 14 de febrero de 1502 en la Corona de Castilla; y más tarde, en 1526, en la Corona de Aragón.