Domingo Quirós nació en Espinardo -Murcia- en
las postrimerías del siglo XVII -posiblemente en 1695-. Su padre, Francisco
Quirós, no le dejó más herencia que su condición de gitano y una fortaleza de
hierro. Desde muy temprano hubo de buscarse la vida vendiendo por las calles
todo tipo de artículos, especialmente botijos de barro, por lo que fue conocido
con el apodo de “El Botijón”.
De piel blanca y bien fornido, tuvo una gran
aceptación entre las mujeres. Sus galanterías acabaron cuando en uno de sus
desplazamientos a la vega granadina, conoció a una gitana llamada “Chena”, con
la que se amancebó y llevó a vivir a Murcia diciendo era su mujer para evitar
problemas con la Justicia y la Iglesia. De ella tomó la documentación de
estatuto de castellano viejo de su primo Antonio de Malla y que obraba en su
poder.
La vida de Domingo mejoró notablemente bajo
la identidad de Antonio, pues se halló exento de las numerosas prohibiciones a
las que estaban sometidos los gitanos. Sin embargo, la suplantación de
personalidad fue descubierta en 1722 al ser sorprendido en Granada junto a
otros gitanos que carecían de licencia de sus justicias. Procesado, fue
condenado por la Real Chancillería de Granada a ocho años de galeras, los que
empezó a cumplir el 11 de marzo del año siguiente sobre la galera Capitana. A su
fuerza física, se unió la determinación de recobrar la libertad perdida, lo que
le permitió sobrevivir y ser liberado en Cartagena el 10 de marzo de 1731.
Una vez de regreso a Murcia. Casó entonces en
Cuevas del Almanzora -Almería- con otra gitana llamada María Redondeña. La
“Chena”, dolida por haber sido repudiada por Domingo, se vengó tras caer en
manos de la Inquisición granadina acusándolo de estar casado dos veces.
Incriminación que reiteró en Baza su auténtica mujer y que motivó que ministros del Santo Tribunal lo detuvieran y fuera llevado a esa ciudad. Tras permanecer preso un año en ella, se dio orden
de trasladarlo preso a Granada, en cuyo trayecto, fiado según él mismo declaró en
María Santísima para que le diera valor y se libertara como inocente que era,
se escapó en el camino aprovechando una distracción de sus guardianes.
Nuevamente en algún lugar cercano a la ciudad
de Murcia, al objeto de borrar todo rastro de su pasado, Domingo siguió
adoptando diferentes identidades, como las de Antonio Flores o Domingo
Bermúdez. Si bien, malas relaciones debió entablar con la comunidad gitana de
ella por causas que desconocemos, pues en diciembre de 1745 fue denunciado ante
la Santa Inquisición de Murcia por Francisco Montoya y Miguel de Heredia,
quienes declararon que Domingo ostentaba falsamente el nombre de Antonio Flores
y que era casado dos veces.
Sentenciado a galeras, pasó al arsenal de Cartagena
con ocasión de la redada general de gitanos de 1749, donde nuevamente halló
dormitorio en una de las antiguas galeras, que como viejos pecios, se
mantuvieron en dicho recinto como cárceles flotantes. Tras pasar un tiempo en
una de ellas, a primero de agosto de 1753 fue trasladado a la galera San Felipe,
donde se mantuvo el resto de su encierro. Su espíritu indómito y su férrea
voluntad por ser libre nunca aceptó la esclavitud a la que a él y sus
compañeros fueron reducidos, y el 17 de febrero de 1757 en una audaz huida,
consiguió recuperar su ansiada libertad, aunque sólo por unos meses, pues el 21
de noviembre fue devuelto al arsenal cartagenero tras haber sido detenido en
Murcia.
Forzados en uno de los diques de carenado del arsenal de Cartagena |
Poco tardaría en emprender una nueva fuga, esta vez aprovechando
la oscuridad de la noche del 17 de abril siguiente. Escondido otra vez en la
capital murciana, pudo pasar desapercibido casi dos años, hasta que preso,
posiblemente acusado de vagante, fue condenado a cuatro años de arsenales, por lo que el 29 de
marzo de 1760 fue reintegrado a su prisión cartagenera.
No acabarían sin embargo sus días encadenado y
quebrado por el trabajo forzado. Su firme voluntad y con las fuerzas que aun le
quedaban tras su intensa vida, aunque desgastadas por sus años en galeras y
arsenal, así como por su estancia en cárceles de la Inquisición y de las reales
justicias de Baza y Murcia; Domingo logró evadirse, esta vez de forma
definitiva el 14 de diciembre de 1760. Nada más sabemos de él, ni qué identidad
adoptaría. Su rastro desaparece para siempre. Bueno, no exactamente, reaparece
ahora y cada vez, que usted, querido lector lee las líneas de esta historia,
reflejo de la vida de un gitano cualquiera que se halló inmerso en una época tan
despótica e intransigente, que el Pueblo Gitano de España estuvo próximo a su
extinción.
Sirvan estas líneas como contribución a la memoria
histórica de un horrendo acontecimiento olvidado por desconocido.
NOTA: Este artículo fue publicado en ANTROPHISTORIA el 2 de marzo de 2017 https://www.antrophistoria.com/2017/03/un-gitano-del-dieciocho.html
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