Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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miércoles, 17 de julio de 2019

UN GITANO DEL DIECIOCHO DOMINGO QUIRÓS, LA LUCHA POR SOBREVIVIR


Domingo Quirós nació en Espinardo -Murcia- en las postrimerías del siglo XVII -posiblemente en 1695-. Su padre, Francisco Quirós, no le dejó más herencia que su condición de gitano y una fortaleza de hierro. Desde muy temprano hubo de buscarse la vida vendiendo por las calles todo tipo de artículos, especialmente botijos de barro, por lo que fue conocido con el apodo de “El Botijón”.
De piel blanca y bien fornido, tuvo una gran aceptación entre las mujeres. Sus galanterías acabaron cuando en uno de sus desplazamientos a la vega granadina, conoció a una gitana llamada “Chena”, con la que se amancebó y llevó a vivir a Murcia diciendo era su mujer para evitar problemas con la Justicia y la Iglesia. De ella tomó la documentación de estatuto de castellano viejo de su primo Antonio de Malla y que obraba en su poder.
La vida de Domingo mejoró notablemente bajo la identidad de Antonio, pues se halló exento de las numerosas prohibiciones a las que estaban sometidos los gitanos. Sin embargo, la suplantación de personalidad fue descubierta en 1722 al ser sorprendido en Granada junto a otros gitanos que carecían de licencia de sus justicias. Procesado, fue condenado por la Real Chancillería de Granada a ocho años de galeras, los que empezó a cumplir el 11 de marzo del año siguiente sobre la galera Capitana. A su fuerza física, se unió la determinación de recobrar la libertad perdida, lo que le permitió sobrevivir y ser liberado en Cartagena el 10 de marzo de 1731.
Una vez de regreso a Murcia. Casó entonces en Cuevas del Almanzora -Almería- con otra gitana llamada María Redondeña. La “Chena”, dolida por haber sido repudiada por Domingo, se vengó tras caer en manos de la Inquisición granadina acusándolo de estar casado dos veces. Incriminación que reiteró en Baza su auténtica mujer y que motivó que ministros del Santo Tribunal lo detuvieran y fuera llevado a esa ciudad. Tras permanecer preso un año en ella, se dio orden de trasladarlo preso a Granada, en cuyo trayecto, fiado según él mismo declaró en María Santísima para que le diera valor y se libertara como inocente que era, se escapó en el camino aprovechando una distracción de sus guardianes.
Nuevamente en algún lugar cercano a la ciudad de Murcia, al objeto de borrar todo rastro de su pasado, Domingo siguió adoptando diferentes identidades, como las de Antonio Flores o Domingo Bermúdez. Si bien, malas relaciones debió entablar con la comunidad gitana de ella por causas que desconocemos, pues en diciembre de 1745 fue denunciado ante la Santa Inquisición de Murcia por Francisco Montoya y Miguel de Heredia, quienes declararon que Domingo ostentaba falsamente el nombre de Antonio Flores y que era casado dos veces.
Sentenciado a galeras, pasó al arsenal de Cartagena con ocasión de la redada general de gitanos de 1749, donde nuevamente halló dormitorio en una de las antiguas galeras, que como viejos pecios, se mantuvieron en dicho recinto como cárceles flotantes. Tras pasar un tiempo en una de ellas, a primero de agosto de 1753 fue trasladado a la galera San Felipe, donde se mantuvo el resto de su encierro. Su espíritu indómito y su férrea voluntad por ser libre nunca aceptó la esclavitud a la que a él y sus compañeros fueron reducidos, y el 17 de febrero de 1757 en una audaz huida, consiguió recuperar su ansiada libertad, aunque sólo por unos meses, pues el 21 de noviembre fue devuelto al arsenal cartagenero tras haber sido detenido en Murcia.

Forzados en uno de los diques de carenado del arsenal de Cartagena


Poco tardaría en emprender una nueva fuga, esta vez aprovechando la oscuridad de la noche del 17 de abril siguiente. Escondido otra vez en la capital murciana, pudo pasar desapercibido casi dos años, hasta que preso, posiblemente acusado de vagante, fue condenado a  cuatro años de arsenales, por lo que el 29 de marzo de 1760 fue reintegrado a su prisión cartagenera.
No acabarían sin embargo sus días encadenado y quebrado por el trabajo forzado. Su firme voluntad y con las fuerzas que aun le quedaban tras su intensa vida, aunque desgastadas por sus años en galeras y arsenal, así como por su estancia en cárceles de la Inquisición y de las reales justicias de Baza y Murcia; Domingo logró evadirse, esta vez de forma definitiva el 14 de diciembre de 1760. Nada más sabemos de él, ni qué identidad adoptaría. Su rastro desaparece para siempre. Bueno, no exactamente, reaparece ahora y cada vez, que usted, querido lector lee las líneas de esta historia, reflejo de la vida de un gitano cualquiera que se halló inmerso en una época tan despótica e intransigente, que el Pueblo Gitano de España estuvo próximo a su extinción.
Sirvan estas líneas como contribución a la memoria histórica de un horrendo acontecimiento olvidado por desconocido.


NOTA: Este artículo fue publicado en ANTROPHISTORIA el 2 de marzo de 2017 https://www.antrophistoria.com/2017/03/un-gitano-del-dieciocho.html

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