Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

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miércoles, 1 de mayo de 2019

GITANADAS. Un artículo periodístico que en 1967 hizo reflexionar


Suelen ser gentes del pueblo, que teniendo tan cerca a los gitanos, se imaginan que falte lo que falte en el pueblo, ya hay a quien echar la culpa. Es lo sabido de “cobra mala fama y échate a dormir”.

He tenido siempre a los gitanos, por gente honrada si la hay; y muchas veces, hasta cuando roban. Casi siempre, el medio, esa sociedad entre la que viven se les muestra hostil y a muy pocos se les ocurre dar trabajo a un gitano, aunque le pida. Si entramos en razonamientos, en complicadísimas sutilezas de principios de la más sana sociología, nos damos con un canto en los dientes, teniendo que reconocer, que no todo el que roba es ladrón y con ello no estoy haciendo ni mucho menos, la apología del robo. Lo cierto resulta que cuando alguien se comporta mal, se dice de él, que es un gitano, y a lo que hace, se le llama, una gitanada. Esto era lo que quería decir.
Conozco una gitanada, que merece ser imitada y nadie se eche las manos a la cabeza. Hecha en lugar céntrico, como resulta serlo en la calle de Santa Clara de nuestra ciudad, que acaso, después de dicho, tenga que presumir de una cosa más: de tener gitanos. En la calle Santa Clara, hay una frutería que sale a la calle, como es costumbre y no mala. Relato el hecho, tal como lo vi la pasada semana, mediada la tarde. Un gitanillo seguía por la acera a quien supongo era su madre. La madre, pasó ante las cajas de fruta sin mirarlas. El niño, no la imitó. Se detuvo, miró el fruto y habilidosamente, sin darle importancia, se lo quedó en la mano un melocotón. Siguió andando y alcanzó a la madre. Y cuando ésta vio la fruta en la mano del niño, habló con él muy pocas palabras, le tomó de la otra mano, retrocedieron y le hizo soltar el melocotón, donde lo había encontrado. Estas cosas, hacen pensar. Estas cosas son terriblemente sugeridoras, estas cosas lector amigo, y si no lo eres, peor para mí, son como un tremendo latigazo en la conciencia. Alguien podrá decir que no es para tanto, alguien supondrá que sin motivo, nos vamos por los cerros del tremendismo. ¡Dios mío! ¿Qué ocurriría si la madre de cada uno de los mortales, tomara de la mano a su hijo y le llevara a dejar lo que no es suyo, allí donde lo robó? ¿Qué ocurriría. Dios de los pobres, si a todos nos obligaran a realizar una gitanada semejante a la que hizo la mujer y madre gitana de lo que estamos diciendo?
Mujer gitana navarra: madre y emprendedora
Es para ponerse a temblar. En qué caja cabría lo que tendrían que dejar muchos, es tamaño que no puede ser imaginado. No hace más de media hora que acabo de llegar de la playa. Uno no escarmienta y de vez en cuando vuelve para prometer no volver. Allá en las playas, en plena arena, van naciendo los espacios acotados, que para resultar más ofensivos, airean sus letreros de «Reservado para fulano». Claro y en letras de molde que decía se ofenda quien se ofenda, que eso supone apropiarse para uso exclusivo lo que es de todos. Y a la vista de todo ello, nos nace la sospecha de si sería así, como sustentan los socialistas agrarios, como nacería la propiedad rústica, por el procedimiento del mojón caprichoso, diciendo “de aquí hasta donde alcanza la vista es mío”, sin que existiera un atrevido que de un limpio patadón, deshiciera los mojones. Aquella buena mujer gitana, hizo devolver a su hijo lo que no era suyo, aunque sobre esto, podría discutirse y discutiríamos con quien quiera hacerlo. Quienes en nuestra costa acotan a su antojo, mojonan a su gusto lo que no les pertenece, tienen madre. Dios quiera que todavía la tengan. Lo que se hizo en la calle Santa Clara, puede ser hecho en otras partes, porque en todas ellas, hay quien pasa para apropiarse de lo que es de los demás. ¿Quiere alguien discutirla? Yo estoy dispuesto a hacerlo, sin otros argumentos apoyándome que los que me ponga en la mano o en la punta de la lengua, la doctrina social de la Iglesia hablándonos del concepto de propiedad en lo que hemos dicho, una gitanada que merece imitación. La gitanada de la calle Santa Clara. Una gitanada que aún no he visto hacer a alguien, que no sea gitano.

COMENTARIO:
Es difícil hallar en estas fechas, un artículo periodístico que se aleje de la comodidad que suponía el prejuicio fácil y la reproducción insensible de estereotipos antigitanos. Su autor, apellidado Paniagua, aunque sumido en ese mar estereotipado, realizó una parada mental para reflexionar, y lo hizo para cuestionar algo tan básico como la propiedad, a través de una lección aprendida de una gitana en la calle Santa Clara de Gerona.
Sus esquemas mentales entraron en conflicto nada más asimilar la escena que presenció. Sintió la necesidad de compartir su experiencia, pero como era de esperar, todo quedó en una anécdota, y esa madre gitana siguió conservando su anonimato y su invisibilidad. Eran años de hambre y miseria bajo la estrecha vigilancia de la Guardia Civil y demás fuerzas del orden, siempre prestos a aplicar la ley de vagos y maleantes. Una ley dedicada a perseguir a los que el régimen franquista consideraba como la escoria de la sociedad: vagabundosmendicantesrufianesproxenetas, homosexuales y sobre todo, aquellos que no podían demostrar tener un domicilio fijo y un empleo o modo de sustento, como podía ser el caso de los gitanos. Aun así, hubo cabida para que una mujer gitana, sin saber que su acción no iba a pasar desapercibida, dio una ejemplar lección a su hijo, pero también al periodista; y a todos los que leyeron el artículo y supieron captar el mensaje que Paniagua tuvo a bien compartir.

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