Excmo. Señor.
Castillo de Santa Catalina de Cádiz |
Los gitanos presos en el castillo de Santa Catalina
de la ciudad de Cádiz, puestos con el debido rendimiento a los pies de V.E.,
dicen como esperan su alivio por medio de V.E., en cuyas manos se ponen
pidiendo al rey nuestro señor, su libertad, supuesto no tener delito alguno
para estar presos tanto tiempo, y si lo tuvieren, piden a V.E. se les castigue
como merecieren, pero si no, que queden libres y se puedan restituir a sus
lugares, y hacer vida maridable con sus mujeres e hijos, como Dios manda. El
número de los presos somos unos doce, de los que estamos imposibilitados el
poder servir a S.M., pues unos somos ciegos, otros cojos, mancos, quebrados y
viejos, lo que ponemos en consideración de V.E. para que se apiade de nosotros
y nos mande la orden del rey para que nos pongan en libertad, como lo han hecho
con los demás, ha más de tres años. Este alivio esperamos de V.E. por el amor
de Dios y de la Virgen Santísima, una vez que fuimos presentados ante la
justicia de nuestros domicilios.
Plaza de armas del castillo |
Dios guarde la Excma. persona de V.E. infinitos
años como hemos menester, de este castillo de Santa Catalina, y septiembre 4,
de 1753.
Excmo. Señor
Besan los pies de VE sus rendidos gitanos,
Antonio Muñoz
Antonio Fernández
Juan Fernández de Malla y Amores.
COMENTARIO:
Gracias a la Real Orden
de 20 de noviembre de 1749, se liberaron más de la mitad de los gitanos y
gitanas capturados con ocasión de la redada de 1749. El resto de los que
quedaron recluidos fueron enviados a los destinos definitivos. En el caso
andaluz, los hombres debían ser confinados en el arsenal de La Carraca.
Los que
se calificaron como no aptos para los trabajos en dicho arsenal, a falta de hospicios
y demás centros benéficos, fueron recluidos entre diferentes fortalezas
gaditanas.
Una de ellas, fue
el castillo gaditano de Santa Catalina, donde
un pequeño
grupo de gitanos, quedaron postergados en él.
Tras
varias solicitudes de libertad, todavía a principios de 1753 se hallaban sin
saber la causa de “tan dilatado y riguroso arresto”, por lo que solicitaban licencia para regresar a sus pueblos con sus mujeres y poder de esta forma “acabar su vida, sin dar lugar a la más leve queja” y olvidar “la suma miseria” que clamaron por su libertad en varias ocasiones.
Interior de unos pabellones |
Esta súplica fue
atendida parcialmente por Diego Rojas Contreras, gobernador del Consejo de
Castilla, pues sólo consintió la liberación de tres de ellos, por considerar
que los demás, aunque “cojos, quebrados y con otros accidentes, podían ser tan
perjudiciales, como lo habían sido antes de su prisión”. No obstante,
compadecido por la “miseria y desnudez” que sufrían y que sólo disponían para
su manutención de “un pan y seis cuartos al día”, pidió al gobernador gaditano
que a los siete que debían permanecer presos, se les diese “algún arbitrio para
poder vestir” y “algún más alivio en su trato”. Unas mejoras que fueron
insuficientes para unos hombres que se sentían víctimas de una injusticia, ya que no habían cometido “delito alguno para estar presos tanto tiempo”, causa por la que reclamaron que de ser
criminales se les castigara “como merecieren”, pero que en caso contrario se
les permitiera regresar “a sus lugares y hacer vida maridable con sus mujeres e
hijos, como Dios manda”.
Garita. Al fondo castillo de San Sebastián |
Años más tarde,
serían trasladados a la fortaleza vecina de San Sebastián.
FUENTE: Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII. El fracaso de un proyecto de "exterminio" (1748-1765).
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