LOS GITANOS ELEVADOS A LOS ALTARES DE LA IGLESIA CATÓLICA
¿Unas beatificaciones interesadas?
No
tratamos de poner en tela de juicio los procesos de beatificación, ni en poner
en duda las virtudes cristianas que les hicieron valedoras a tan alta consideración.
Sólo pretendemos contextualizar el inicio de los trámites en unas etapas
históricas que bien pudieron influir a la hora de proponer para su
beatificación a Ceferino Jiménez y a Emilia Fernández.
De los
300.000 mártires que Serrano Suñer afirmó se produjeron, incrementados en 1938 por Franco a otros cien mil más, se pasó tras las conclusiones de la Causa
General a “sólo” 86.000, una cifra que desanimó a Franco, y que no constituyó la razón principal de Pío XII
para denegar una beatificación masiva en un corto plazo de tiempo. A partir de este rechazo inicial, se
abandonó la idea de una canonización numerosa y se pensó en una estrategia encaminada a proponer una víctima como una especie
de cabeza de puente, que permitiera con su beatificación, abrir las puertas
a futuros procesos. En principio, en 1964 se pensó en la monja María Ricart;
sin embargo, la operación fracasó y los procesos quedaron estancados durante tres
lustros. Hasta que se propuso la
persona de Ceferino Jiménez Malla, un tratante gitano nacido en la oscense
Alcolea de Cinca, que fue detenido el 19 de julio de 1939 por haber defendido a
un sacerdote y ser sorprendido con un rosario en el bolsillo, causa por la que se
cree fue condenado a muerte. Una sentencia que se ejecutó en Barbastro el dos
de agosto del mismo año.
Beata Emilia Fernández, obra del pintor malagueño Raúl Berzosa |
¿Por qué se escogió a Ceferino y no a otra
persona? Pudiera ser que viniera dada por su condición
laica y su pertenencia a un colectivo discriminado. Unas características
que lo aproximaban a los primeros mártires, pues éstos no pertenecían a órdenes
religiosas y en su mayor parte procedían de sectores marginales, como el de los
esclavos. La causa sin embargo quedó
suspendida, pero el camino ya estaba abierto, y en cuanto Juan Pablo II
accedió al papado, la política del Vaticano cambió de rumbo en este aspecto, y en
marzo de 1987, Juan Pablo II canonizó a
los cinco primeros mártires españoles.
No sería
hasta mayo de 1997 cuando Ceferino Jiménez fuera beatificado en una ceremonia oficiada por el Papa, quien en la
homilía destacó la condición étnica de Ceferino, la que no constituía un
obstáculo para la santidad:
“Su vida muestra cómo
Cristo está presente en los diversos pueblos y razas y que todos están llamados
a la santidad, la cual se alcanza guardando los mandamientos”.
El torrente de beatificaciones creció durante
las décadas siguientes, y en marzo de
2017, le tocó el turno a Emilia Fernández, una gitana tijoleña que
compartió la ceremonia de beatificación junto a otros 114 beatos (95 sacerdotes y 20
laicos). De ellos, el obispo de Almería dijo que no lo fueron "por ser de uno
de los bandos enfrentados en la guerra, sino por haber muerto por amor a Cristo
y por su causa".
Sin embargo, la presencia de Emilia entre los propuestos a ser elevados a los
altares, coincidió con la mayor
expansión de la Iglesia Evangélica entre las comunidades gitanas de España,
lo que se podría pensar en un
intento para retener en el catolicismo a unos feligreses que no hallaron en la
Iglesia el amparo y refugio que necesitaban. No obstante, nos gusta más pensar
que el principal motivo que ha llevado a Emilia a ser la primera mujer gitana beatificada,
sea por haber muerto en la Fe cristiana siendo una mujer soltera y amancebada a
los ojos de la Iglesia. Un aspecto que en
cierto modo, remienda la persecución que las mujeres gitanas han venido
sufriendo por parte de los sínodos eclesiales y la Inquisición.
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