El
8 de julio de 1749, Fernando VI otorgó a instancias del Consejo Real presidido
por Gaspar Vázquez de Tablada, la Real Orden para la prisión de “todos los
gitanos avecindados y vagantes en estos reinos, sin excepción de sexo, estado,
ni edad”. El mismo día, el marqués de la Ensenada enviaba las instrucciones que
debían cumplir los tres intendentes de Marina y la relación de los lugares y
destacamentos militares designados para desarrollar la operación.
Las
previsiones de capturas en Xàtiva se basaron en las familias avecindadas en 1749. En
total quince, siete menos de las que se hallaban registradas en 1746. En total,
para toda España se estimó un total de 881 familias, cantidad que a la postre
se comprobaría se quedó muy corta. En función de la población gitana que se
creía encontrar en Xàtiva, el marqués de la Ensenada designó al teniente
coronel Pedro Astillarte, capitán del Regimiento de Caballería de la Reina, para
que pasara a esa población con cincuenta hombres de infantería y veinte de
caballería.
El
30 de julio, a las doce de la noche, se reunieron en el ayuntamiento: el
corregidor, el alcalde mayor, el secretario y el mencionado mando militar. Una
vez abiertas las órdenes y conocida la misión a ejecutar, se dispuso que un
oficial con doce soldados de caballería y un alguacil a caballo pasaran a
guardar las salidas del arrabal donde residían los gitanos “hacia la parte de
la huerta. Desde el camino real para Valencia, hasta el de Castilla”. Para
evitar cualquier fuga, otro oficial con ocho soldados, junto un alguacil a
caballo, se dispusieron en la parte de la montaña.
Una
vez apostada la tropa en los puntos previstos. Se dispuso el envío del
destacamento de infantería hacia la puerta de Santa Tecla, para controlar las
entradas y salidas de dicho arrabal. Una vez allí, se distribuyeron las partidas entre los siete
comisarios encampados, asignando a cada uno de ellos un cabo y seis soldados.
Cada partida se repartió entre diferentes puntos para “ejecutar la prisión de
las familias que respectivamente se les habían señalado”.
La
partida del sargento de inválidos pasó a inspeccionar los mesones y las calles
y plazas públicas, logrando una “efectiva y completa” prisión de todas las
familias, “sin excepción de la menor persona”, incluido un muchacho de la villa
de Alcira que ese mismo día había llegado a Xàtiva. Y, aunque hubo quien
intentó huir en dirección al monte y a la huerta, todos fueron capturados, al
igual que los que consiguieron refugiarse en primera instancia al sagrado de
las iglesias.
Finalizada
la operación, se pasó a inventariar los bienes que les fueron hallados para su
posterior subasta.
Ermita de San Feliu, donde es posible se refugiaran varios gitanos |
Hasta
el 16 de agosto, el total de gitanos y gitanas presos ascendía a 76 personas,
repartidas de la siguiente forma:
Gitanos
|
Chicos de 7 a 14 años
|
Niños hasta 7 años
|
Gitanas
|
Niñas hasta 14 años
|
27
|
9
|
7
|
26
|
7
|
A estas personas hay que sumar otras tres que
fueron aprehendidas en San Clemente, y que se hallaban empadronadas en Xàtiva.
Cárcel del castillo de Xàtiva |
Separados hombres y mujeres, los niños mayores de siete años pasaron a engrosar el grupo de los hombres, en tanto los menores, quedaron con sus madres. Posiblemente, dada la necesidad de tenerlos divididos y por ser un número crecido para quedar recluidos en la cárcel, se les debió albergar en su castillo.
Por virtud de la Real Orden de 28 de octubre
de 1749, se dio inicio a un proceso para poner en libertad aquellas personas
que acreditaran su buena forma de vivir. Las que no lo pudieron acreditar pasaron
a los destinos que Ensenada dispuso: los hombres al castillo de Santa Bárbara
en Alicante, y las mujeres, al de Denia.
Posteriormente, por disposición de Ensenada, los
hombres fueron destinados al arsenal de Cartagena, en tanto las mujeres, se
pretendió inicialmente colocarlas en Xàtiva. Si bien, se desechó por no haber sitio
donde ocuparlas en talleres de hilado. En su lugar, las más de cuatro
centenares de mujeres fueron repartidas entre el palacio de la Señoría de Oliva
y el Hospital del Rey en Valencia.
Entre las víctimas capturadas en el reino de
Valencia destaca Andrés Díaz de Palacios, capturado en Orihuela y que por
entonces contaba con 46 años. En su haber tiene un abundante historial de
pleitos y haber sido declarado en 1718 castellano viejo en atención a su
“honesto vivir” a través de la labranza “de diferentes tierras que tenían en
arrendamiento, además de haber ejercido de ministro de la Santa Hermandad. Su
buena estrella le siguió incluso en su encierro, consiguiendo la libertad
estando en Cartagena el 17 de febrero de 1754, merced a la disposición del
gobernador del Consejo de Castilla, “quien enterado del arreglado proceder de
este individuo”, dispuso pasara a San Felipe –Xàtiva- y se presentara ante su
corregidor, para obligarse a “cuidar y mantener dos sobrinas, hasta que tomen
estado”.
También son de destacar el arrojo y decisión de
varios forzados originarios de esta población encerrados en el arsenal de
Cartagena. Entre ellos, los hermanos Antonio y Lucas Fernández, que en 1754, en
el corto intervalo de tres meses lograron fugarse de este presidio. Peor suerte
tuvo Marcos Silvestre Castellón, que fugado el 5 de
julio de 1756, fue apresado pocos días después, y debió permanecer en el
arsenal hasta su muerte el 27 de noviembre de 1762.
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