Don
Fernando y doña Isabel, (…) A todos los corregidores, asistentes, alcaldes,
alguaciles y otras justicias cualesquiera, de todas las ciudades y villas y
lugares de nuestros reinos y señoríos, y a cada uno de vos en vuestros lugares
y jurisdicciones. Salud y gracia: sepáis que Miguel de la Torre, greciano, nos
hizo relación por su petición que ante Nos, en nuestro Consejo presentó
diciendo que puede haber cuatro años, poco más o menos, que yendo un hermano
suyo, que se llamaba Bartolomé, en romería a Señor Santiago, y estando salvo y
seguro sin que mal ni daño hiciese a persona alguna, dice que estando en una
venta, uno que se llamaba Luis Arixal y un hijo suyo, dice que le hirió ciertas
heridas de que luego murió, y que se quejó de ello a la justicia de la ciudad
de Córdoba, y a su pedimiento fue hecha cierta pesquisa, por la cual dice que
parecen culpados en matar a dicho su hermano, según que dice, que parecía por
la dicha pesquisa de que ante Nos hacía presentación, y que por no ser habidos
los dichos Luis Arixal y sus hijos, no fue procedidos contra ellos la pena que
merecían, salvo dice que le fue dada una carta requisitoria para todas las
justicias de nuestros reinos, para que pudiendo ser habidos los dichos Luis
Araxal y su hijo, los enviasen presos a la dicha ciudad de Córdoba, donde hayan
cometido el dicho delito, para que en ellos fuesen escusados la justicia y
que
por andar ocupados en el servir de esas ciudades y villas y lugares, hasta
ahora no han podido ser habidos ni han sido escusada en ello la nuestra
justicia, en lo cual dice que si así pasase, recibiría mucho agravio y daño. A
Nos suplicó y pidió por merced, que sobre ello le proveyésemos de remedio con
justicia por manera, que los dichos Luis Araxal y sus hijos no quedaran sin
pugnición y castigo o como la nuestra merced fuese. Y Nos tuvimos por bien,
porque vos mandéis a todos y a cada uno de vos en vuestros lugares y
jurisdicciones, que veáis la dicha pesquisa así hecha a pedimiento del dicho
Miguel de la Torre, greciano, sobre la muerte del dicho su hermano. Y llamadas
y oídas las partes a que atañe, breve y sumariamente y dar lugar a largas ni
dilaciones de malicia, hagáis y administréis acerca de ello, al dicho Miguel,
greciano, entero cumplimiento de justicia, por manera de que haya y alcance, y
por defecto de ella no tenga razón de no más venir a Nos ni enviar a quejar
sobre ello. Y los unos ni los otros, etc. dada en Madrid a 11 de abril de 1495.
Archivo
General de Simancas, Registro General del Sello. 1495-IV, f. 261.
COMENTARIO:
Tras la caída de Constantinopla, nuevos grupos gitanos hacen
su entrada en Europa, pero ya no son condes, duques ni egipcianos, sino capitanes
y se hacen llamar grecianos, quienes al parecer huían del avance turco. Al
igual que los egipcianos hablaban un romaní enriquecido con muchos vocablos de
los países por donde habían transitado.
Uno de los primeros de los que se tiene
noticia en 1476, es el capitán Juan de Costa, quien también llegó a titularse
como conde. De la corona, como ya había ocurrido con los egipcianos, obtuvo la
autoridad sobre su gente, pudiendo ejercer libremente sus actividades
económicas tradicionales, como la herrería y la calderería, cuyos artículos los
podía vender a los precios que concertara con los compradores, así como cobrar
un impuesto de un ducado anual por familia.
El área griega de procedencia de buena parte
de los grecianos se sitúa en algunos casos en Negroponte, la actual Khalkís
griega. De allí eran unos mercaderes griegos que venían de Sicilia y que
obtuvieron un salvoconducto expedido en Valladolid en 1489. Igualmente lo era
el caballero Francisco de Negropont, a quien el infante de Aragón, Enrique de
Trastámara, le daba su protección en 1491.
Pero, ¿en qué se diferenciaban los grecianos
de los egipcianos? A falta de más referencias que las que se desprenden de los
documentos que nos han llegado, exclusivamente producidos por no gitanos,
echamos mano del primer intento de aclaración realizado por Pedro Salazar de
Mendoza, autor en 1618 del Memorial antigitano titulado Del hecho de los gitanos. Una descripción no exenta de prejuicios y
estereotipos, realizada siglo y medio después de la llegada de los primeros
gitanos.
De los grecianos dijo que eran herreros en su
mayor parte y que usaban el engaño a través de una palabrería que confundía a
la gente. De los egipcianos en cambio, dijo que gustaban de viajar a caballo y
estaban más dados al robo, al fraude y al engaño. Coincidía el arbitrista en
señalar a los integrantes de ambos grupos, como “personas de mala conducta y
abominables", a los que se unían todo tipo de delincuentes y vagabundos.
Perdido en su afán por desprestigiar a los gitanos, nada nos aclara.
Por otra parte, bien fuera por su propia organización
social tradicional y estilo de vida, bien fruto de las tensiones que ofrecían
los escasos recursos existentes, las luchas intestinas entre los gitanos que se
han documentado, acabaron dándoles fama de violentos, lo que unido a la de
ladrones y falsos peregrinos, acabaron por hacerles indeseables en los lugares
que frecuentaban, además de incidir negativamente en el ánimo de los reyes,
quienes posiblemente tuvieron en cuenta todas estas quejas para promulgar la
Pragmática de 1499.
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