DECLARACIÓN DE LUIS MALLA, FORZADO EN LAS
MINAS DE ALMADÉN, ANTE EL JUEZ VISITADOR MATEO ALEMÁN (1593)
Por la puerta de la izquierda, los forzados accedían a las minas desde la cárcel. Foto M. Martínez |
“En lo que toca al trabajo que se les da
ahora de presente, no es demasiado, porque trabajan de sol a sol y a medio día
se les da una hora de holgar, y aún dos para que coman y descansen. Y que habrá
más de tres años que éste que declara conoció en la dicha fábrica un capataz
que se llamaba Luis Sánchez, que era de Chillón, a lo que cree este testigo, el
cual vio que daba demasiado trabajo a los dichos forzados y les hacía que
trabajasen en los tornos de agua, que es el trabajo mayor que hay en la dicha
fábrica, y les hacía sacar entre cuatro forzados 300 zacas de agua sin cesar, y
al que ellos se cansaba antes de cumplir la dicha tarea y acabar de sacar las
dichas 300 zaques de agua, los sacaba fuera de la dicha mina y los hacía azotar
cruelmente a la ley de la vayona con un manojo de mimbres hasta que se
quebraban los mimbres y les saltaba la sangre. Y en especial vio este testigo
que a un forzado que estaba en la dicha fábrica que se llamaba Domingo
Hernández, que era de Castilla la Vieja, no se acuerda este testigo de qué
lugar, el cual tenía la boca llena de llagas muy dañadas del azogue y humo, de
manera que porque no se le cerrase la boca, traía de ordinario en ella un
canuto de caña, y no podía comer sino muy poca cosa por no poderlo meter en la
boca, y andando el dicho Domingo Hernández en los dichos tornos del agua
trabajando como hombre flaco y falto de virtud desmayo, y el dicho capataz Luis
Sánchez, lo sacó fuera dos veces en un día y lo azotó cruelmente, porque aunque
este testigo le oyó decir al dicho Domingo Hernández y a las demás personas que
a la sazón estaban en la dicha fábrica, y fue público y notorio en ella, y el
dicho Domingo Hernández dijo a este testigo y a los demás forzados, estando en
la cárcel de la dicha fábrica que pidiéndole al dicho Luis Sánchez que no lo
matase por amor de Dios, respondió: vos pagaréis aquí en este mundo y yo lo iré
a pagar en el otro; y mientras el dicho el dicho Luis Sánchez fue vivo pasaron
mucha malaventura los dichos forzados, y queriendo arrendar los tornos algunos
trabajadores para sacar el agua, el dicho capataz Luis Sánchez no lo consentía,
sino que los tirasen los forzados, y este testigo le conoció ser capataz y
mandar en la dicha fábrica tiempo de un año poco más o menos, y ha oído decir
este testigo públicamente que estuvo mucho tiempo, y a este testigo el mismo
día que vino a la dicha fábrica lo metió a tirar el torno, y porque no lo
acertó a tirar, como no sabía, como nuevo (que era), lo sacó afuera y lo azotó
con unos mimbres a la ley de la vayona”
FUENTE: BLEIBERG, Germán (1977). “El informe de Mateo Alemán sobre el trabajo
forzoso en las minas de Almadén”. Estudios
de Historia Social; p. 397.
COMENTARIO:
Las minas de Almadén, explotadas desde muy
antiguo, se reactivaron en 1554 con el descubrimiento de plata en América y la
aparición del método del patio para la amalgama del azogue. A partir de 1566, la explotación fue arrendada
por la Corona española durante más de un siglo a la familia Fugger, unos
banqueros alemanes que fueron conocidos en Castilla
con el nombre de “Fúcares”. Entre otras ventajas, se les autorizó a
aprovecharse de la mano de obra barata que ofrecían los reos que eran
condenados a galeras por los diferentes tribunales. Un contingente que
aumentaba o disminuía en función de las necesidades del azogue.
Las condiciones del trabajo que debían
realizar los forzados eran tan duro y peligroso, que el mismo Consejo Real tuvo
reparos en 1570 a mantener el envío de galeotes a Almadén, dado que a dicho
Consejo le constaba el “riesgo de la salud y de la vida con que sirven los reos
condenados a la mina de Almadén”; motivo por el que determinó que no cabía “en
los términos de justicia, alterar a los reos la pena que tienen ejecutoria”, ya
que habían adquirido el derecho de no conmutárseles una pena considerada menor
por otra mayor, como era el caso de la de Almadén.
Entrada a la galería llamada "Caña gitana", una denominación que revela una importante presencia gitana en las minas Foto M. Martínez |
Desde fechas tempranas, la presencia gitana fue
constante. Sabemos que en 1567 se recibió en Almadén, una cadena de cinco
galeotes procedentes de la cárcel de Toledo. Más tarde, en 1593, Mateo Alemán,
en su visita a las minas halla tres gitanos entre los 14 forzados existentes.
Uno de ellos, Francisco Hernández, es el que se encuentra en peores condiciones
de todos los galeotes existentes. Tan mal estaba que ni siquiera le pudo
interrogar, por parecer “estar tonto y fuera de juicio”, lo que no era nada
extraño dadas las extremadas condiciones de vida en que se desenvolvían sus
condenas, prácticamente unas penas de muerte en diferido.
Normalmente, los forzados trabajaban de sol a
sol, excepto cuando se les alargaba la jornada laboral en perjuicio de su
descanso. Sin embargo, lo peor de la estancia en Almadén no era el duro
trabajo, sino el riesgo que para la salud comportaba, el realizarlo en unas pésimas
condiciones. Efectivamente, el trabajo en un yacimiento de azogue no mejoraba
al del remo de las galeras, pues además de arriesgado y penoso, era completamente
nocivo para la salud, especialmente a través de la inhalación de los vapores
del azogue, que hacía enfermar mortíferamente a los forzados; y en el mejor de
los casos, alteraba su sistema nervioso, provocando temblores en todo el cuerpo
y la pérdida de la razón.
En 1644, los Fugger construyeron un túnel que
comunicaba la vieja cárcel de forzados con la mina del pozo. Desde ese momento,
éstos no volvieron a ver la superficie ni respirar aire puro. En 1749, con
ocasión de la redada general de gitanos, los que en ese momento se hallaban en
las minas, quedaron retenidos hasta que fueron indultados años después.
Finalmente, el 22 de mayo de 1799, el rey Carlos IV accedió a la propuesta formulada
desde la Junta de Gobierno de las Minas, para no admitir ningún otro condenado
a los trabajos de éstas.
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