“y porque somos informado que en estos reinos
y en mucha parte de ellos, no embargante lo que por leyes y pragmáticas nuevas
y viejas está proveído cerca de los que se dicen gitanos, hay mucho número de
ellos, ordenaréis a los dichos vuestros alcaldes mayores, que procuren con gran
diligencia de prender y tener a buen recaudo los que en su jurisdicción y
distrito hallaren. Y de los que así prendieren o trajeren presos, nos envíen
relación para que así en esto como en lo demás, se dé la orden que se ha de
tener, que en ello nos tendremos de vos por muy servido”
COMENTARIO:
La Cédula Real de 19 de diciembre de 1572 por la que
Felipe II mandó echar a galeras a los hombres gitanos que se hallaran vagabundos,
no puede entenderse sin asociarla a la existencia de un estereotipo negativo
antigitano y a las pérdidas de vidas humanas sufridas en la batalla de Lepanto
(7 de octubre de 1571). Respecto a la primera cuestión: la mala fama de los
gitanos alcanzó uno de sus más altas cotas a comienzos de la década de 1570,
época en la que ya se hallaban equiparados con figuras penales como la de los
rufianes y los vagabundos, tal como se recoge en dicha orden de aprehensión.
Esta identificación como elementos delictivos fue una de las causas por la que
muchas justicias acabaron generalizando la captura al conjunto del colectivo
gitano, estuvieran o no avecindados formalmente. Una tendencia que se
complementó con la propia imagen peyorativa que proyectaba los prejuicios
acuñados a lo largo del siglo XVI.
En
cuanto al combate naval de Lepanto, aunque este episodio histórico representó
una gloriosa victoria de la cristiandad, supuso una auténtica catástrofe para
los gitanos, no sólo por las vidas perdidas en la batalla y cautividades
posteriores para suplir sus pérdidas, sino también por la incidencia que tuvo
en el proceso asentador que la corona española había emprendido para eliminar
su nomadismo y forma de vida. En efecto, a pesar de que la orden distinguía
entre gitanos avecindados y no avecindados, y citar expresamente a estos
últimos, por contraventores de la Pragmática de 1499, como principal objetivo de la captura, la
urgencia por llenar los bancos de galeras hizo que muchas autoridades acabaran
ampliando el operativo hacia los que se hallaban en posesión de una vecindad
consolidada, incumpliendo incluso la instrucción que ordenaba apresar sólo a “los que están en disposición de poder
servir”.
La
Navidad, la época más festiva y entrañable para los gitanos, acabó
convirtiéndose ese año, en una auténtica tragedia para numerosas familias, que
se vieron desprovistas de sus hombres más jóvenes y fuertes -la edad media se
situó en torno a los 26 años-, por cuanto la operación se centró sólo en
aquellos que podían servir en galeras para no ser una carga por su edad y minusvalías.
Descabezadas las familias gitanas, mujeres y niños comenzaron a recorrer los
caminos que llevaban hacia el apostadero de galeras del Puerto de Santa María,
y demás puertos que servían como puntos de embarque de forzados y esclavos. Un
fenómeno que Lope de Vega reflejaría en el Arenal de Sevilla -1618- (f. 231
v.-232 r., versos 289-341/ http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-arenal-de-sevilla--0/html/ff884a04-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.html#I_4_).
Los
estudios de Thompson y José Luis de las Heras constatan una proporción de
galeotes gitanos superior a la del resto de forzados no gitanos. Un porcentaje
aproximado al 10 % según este último, para la etapa comprendida entre los años
1572 y 1573, una alta representación gitana debida a la incidencia que tuvo la
Cédula Real de 1572, aún más si tenemos en cuenta una estimación del 0,5 % de
población gitana respecto a los siete millones de personas en que se calcula la
población total española de aquellas fechas.
MÁS INFORMACIÓN:
“LOS GITANOS EN EL REINADO DE FELIPE II
(1556-1598). EL FRACASO DE UNA INTEGRACIÓN”
és muy importante para el pueblo gitano que se estudie nuestra historia ,para que de alguna manera las atrocidades del pasado no vuelvan a ocurrir....
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