El principal motivo con que se instituyó la
Santa Hermandad por el Santo rey don Fernando, fue el seguimiento de los
gitanos, cuya sediciosa y depravada gente se ha continuado y permanecido en
estos reinos, sin que todas las grandes providencias de los Santos reyes y sus
primeros ministros hayan podido extinguir tan perniciosa cizaña de los pueblos
de sus reinos. Estos reos son los que fatigan y tienen consumidos los caudales
de las Hermandades, porque sus prisiones son las más costosas y arriesgadas,
porque sus personas siempre están protegidas de las de mayor autoridad y de los
principales de los pueblos, por miedo de sus estafas y resguardo de sus vidas
en los caminos. Y siendo sus delitos dignos del más severo rigor del castigo y
satisfacer la vendetta pública con el escarmiento, se frustra todo después de
logradas sus prisiones, porque siempre tienen el resguardo del sagrado que
llaman frío, y procuran y prueban,
gastando la Hermandad el caudal en sus prisiones, seguimiento de causas y
competencia de inmunidad, sin otra utilidad que la hacer los más osados en su
escandalosa vida, de que hay en los archivos de esta Santa Hermandad infinitas
causas seguidas, sin haber llegado a sentencia, por el adquirido fuero de la
inmunidad que procuran, en que se hacen delincuentes con ellos los testigos,
que por miedo o empeño la califica.
Antigua cárcel de la Santa Hermandad Vieja de Tledo. Foto M. Martínez |
COMENTARIO
La Santa Hermandad, antecesora de la actual
Guardia Civil, fue un instrumento creado por los Reyes Católicos en 1476 con el
objetivo de someter a la nobleza, así como para controlar el orden público y
combatir los delitos que se cometían en despoblados y campos yermos. Concebido como cuerpo de ejército permanente, pervivió hasta 1835, año en que fue disuelta.
Contó
con órganos propios de gobierno: alcaldes y cuadrilleros comisionados por las
Hermandades de Toledo, Ciudad Real y Talavera, para perseguir en despoblado a delincuentes
y a gitanos, con lo que se convirtieron en los principales ejecutores de las
pragmáticas antigitanas desde el siglo XVI. Una actuación que crearía
innumerables conflictos jurisdiccionales con las autoridades municipales y
eclesiásticas, las primeras por ser permisivas, y las otras por causa de la inmunidad
eclesiástica.
Fue en las postrimerías del siglo XVII cuando
la persecución hermandina sobre la comunidad gitana sufrió un importante
repunte tras la promulgación de las pragmáticas de 1692 y 1695, concediéndose
licencia el 30 de enero de 1706 a los comisarios y demás ministros de la
Hermandad, para “llevar armas de fuego cortas de las prohibidas”, con las que salir
“con los alcaldes de ella, o ministro superior, a la prisión, y persecución de
gitanos, y para cualquier gente de mal vivir”.
Con
la Pragmática de 1717, por la que se dispuso el registro de todos los gitanos
del reino, con sus armas y animales, la
Santa Hermandad se erigió en la principal garante de su cumplimiento, prendiendo y sentenciado a
galeras a sus contraventores. Uno de ellos fue el
antequerano Bernardo José de la Cruz, condenado por los alcaldes
de la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real a
seis años de galeras “por
andar vagabundo de unos lugares a otros, haciendo trueques y cambios de
cabalgaduras”.
Al poco de empezar a servir sobre la galera San
Fernando, falleció frente
a la costa de Mecina el 16 de octubre de 1718. Una víctima más de una represión estatal
que pretendió a golpe de legislación, borrar la forma de vida gitana de los territorios
pertenecientes a
la corona española.
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