Instituto de Estudios Almerienses. 1998
Este libro analiza la definición y culminación del conflicto étnico que llevó a los gitanos al borde del genocidio. Se analiza la comunidad gitana almeriense en la época post-redada, hasta alcanzar la primera década del siglo XIX, durante la cual, aunque aparentemente había desaparecido el riesgo de nuevas redadas generales, las levas para el ejército continuaron ensañándose contra los miembros varones de esta minoría étnica.
TEXTO DE LA EXPOSICIÓN REALIZADA POR BERNARD LEBLOND CON OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE ESTE LIBRO
La obra de Manuel Martínez Martínez,
“La Minoría Gitana de la Provincia de Almería durante la Crisis del Antiguo Régimen”, nº 5 de la colección Almería y los Almerienses, publicada por el Instituto de Estudios Almerienses, es realmente única en su categoría y se puede decir que su título no da una idea exacta de la riqueza de su contenido. En efecto, los dos primeros capítulos -que representan casi 100 páginas de las 287 que contiene el libro- nos ofrecen un panorama completo de la historia de los gitanos de España, desde su llegada en el siglo XV, hasta la pragmática de 1783, firmada por Carlos III, pasando por la redada general de 1749. Es cierto que esta primera parte no es totalmente de primera mano, pero es una síntesis ideal de cuanto se ha escrito, no solamente sobre los gitanos, sino sobre la historia de los hombres y de las ideas en España, desde los años 50 hasta ahora. Es una síntesis ideal porque es a la vez crítica, completa, armoniosa y esencial. No le falta ningún dato importante ni le sobra ningún detalle superfluo, y es totalmente sana, porque no disfraza la realidad ni santifica a nadie; se conforma con denunciar los prejuicios, el odio y la indiferencia.
“Cotidianamente podemos cruzarnos en el camino, coincidir en las colas de un supermercado o de subida al autobús, sentarnos en la butaca contigua de un cine… Vivimos juntos y, tan cerca, pero… ¡tan desconocidos! Solamente cuando las vidas de unos y otros se trasponen de una forma más estable, se puede establecer una relación más trascendental mediante la comunicación y la comprensión mutua”. Así empieza la introducción del libro de Manuel Martínez, que sin proponérselo quizá, aparece como un alegato a favor del respeto y de la tolerancia hacia una minoría marginada y despreciada, sólo porque nos cuenta de una manera objetiva, sin exageraciones ni efectos líricos, la historia de un genocidio cultural y el desarrollo de una política cuyo propósito declarado era la destrucción total de una comunidad humana -una “nación” como se decía entonces, una “etnia” como decimos hoy. De paso, el autor dedica algunas páginas a la redada del siglo XVII, menos conocida que la de 1749, y que consistió en aplicar la pena de galeras a todos los gitanos válidos, sin haber cometido ningún delito, sólo
“por la necesidad que había de gente para el remo”. La orden de 1639 para prender a un mismo tiempo todos los gitanos de España”, prefigura ya la redada que se va a realizar 110 años más tarde. La explotación de las minas de azogue, metal utilizado para el tratamiento de la plata de América y cuyo contacto provocaba una enfermedad crónica, a menudo mortífera, llamada hidrargirismo, brindó hasta el final del siglo XVIII, otra oportunidad de utilizar esta mano de obra forzada y barata que representaban los gitanos. Manuel Martínez dedica un importante apartado a este tema, aportando como siempre documentos de cosecha propia.
Otro tema que llama la atención es el de los gitanos alistados en las guerras de Granada y Flandes. Por lo que toca a Flandes, además del caso de las familias de Moya, Bustamante, Rocamora, Montoya y Flores, conocido gracias a las investigaciones de Carmen Juan Lovera, Manuel Martínez cita una serie de documentos que le permiten afirmar que
“el número de gitanos integrantes de los tercios, parece pues ser mucho más alto de lo que hasta ahora se había pensado…”. Así, a las familias arriba citadas se añaden las del Campo, Belardo, Maldonado y Soto, incluyendo el caso particular de Sebastián de Soto, veterano de Flandes, quien propone en 1639 una leva de doscientos hombres de su “nación”, naturales de Sevilla y otros lugares de Andalucía para “volver al Real Servicio”. Tales testimonios parecen suficientes para justificar el mote de “flamencos” que se llegó a dar a los gitanos andaluces, teniendo en cuenta los enlaces matrimoniales posteriores de dichas familias y su notable ubicación en la geografía del cante. En cualquier caso, esta explicación documentada es la más seria de las que se han propuesto hasta ahora. A propósito de la redada de 1749, conocida sobre todo gracias a los trabajos de Antonio Gómez Alfaro, Manuel Martínez aporta una cantidad de precisiones interesantísimas relativas a los gitanos almerienses. Los capítulos III a VII, son el fruto de investigaciones minuciosas en los archivos nacionales, en Archivo Histórico de la provincia, así como en diversos archivos municipales y parroquiales de las provincias de Almería y Murcia -sin olvidar el Archivo de la Real Chancillería de Granada-.
Desde luego, la historia enfocada a ese nivel microscópico resulta siempre la más interesante, porque es la que nos presenta casos concretos de pueblos, familias y personas, y refleja de manera más viva la realidad cotidiana. La investigación que constituye la materia prima de esta parte esencial del libro empieza con las consecuencias de la redada de 1749 y se alarga hasta los años de la guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, periodo muy poco estudiado con este enfoque particular. El capítulo IV es una monografía sobre una de las familias más representativas de la provincia de Almería, los Moreno. El V capítulo tiene como eje la pragmática de 1783 y el VI ofrece una prolongación hasta 1811, incluyendo datos muy valiosos sobre las levas de 1794, 1803 y 1816.
El último capítulo del libro -el VII- dedicado a los aspectos socio-económicos, es uno de los más interesantes. Nos proporciona una enorme cantidad de datos sobre la demografía gitana, con la distribución de esta población por edad y sexo, la natalidad, el hogar y la familia, los matrimonios, el compadrazgo y, por fin, sobre las diversas actividades económicas practicadas por los gitanos almerienses repartidas según los sectores convencionales, evocando también el poder económico y el nivel de instrucción de dicha población.
Las notas, los anexos, el índice y la bibliografía hacen de este libro una obra de referencia imprescindible, de uso cómodo y lectura amena. Quisiera subrayar también, entre los aspectos más originales, la utilización de diversas fuentes orales y el doble aspecto histórico y sociológico de la obra.
Me es realmente muy grata la oportunidad que me brindan Manuel Martínez y el Instituto de Estudios Almerienses de presentar una obra tan importante y de expresar al autor mi más sincera admiración. Quiero agradecer a todos el haber hecho posible un homenaje tan merecido, y terminar citando las propias palabras de Manuel Martínez, las seis líneas del último párrafo de sus consideraciones finales, como botón de muestra de la calidad y elevación de tono que caracteriza la obra:
“Finalmente, el pueblo gitano en la actualidad, aunque perdido gran parte de su acervo cultural, conserva aún una gran cantidad de valores, que como bien señala Juan de Dios Ramírez Heredia, pueden ser aportados a una sociedad que los va perdiendo. La defensa de la familia, la unión de sus elementos, es algo de lo que podemos aprender de los gitanos; para lograrlo debemos conocerlos y respetarlos. Por esto, la historia del pueblo gitanos es fundamental”.
Bernard Leblond
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