Con motivo de la conmemoración del 500 aniversario de la pragmática de los Reyes Católicos, el 4 de marzo de 1999 el Defensor del Pueblo y los comisionados parlamentarios presentaron conjuntamente un manifiesto con el fin de lograr una convivencia en igualdad de todas las personas, las comunidades y las etnias de España, para lo que presentó unas recomendaciones que permitieran satisfacer las injusticias cometidas históricamente.
El reconocimiento político a nivel nacional
no llegó hasta el 27 de septiembre de 2015, cuando el pleno del Congreso de los
Diputados aprobó una proposición no de ley, instando al Gobierno a que
promocionara la cultura, la historia, la identidad y la lengua del Pueblo Gitano.
A partir de esta fecha, instituciones y parlamentos autonómicos comenzaron a
emitir declaraciones institucionales en este sentido, coincidiendo con fechas
señaladas, como el 8 de abril y los días del gitano, que en su mayor parte,
concuerdan con las fechas aceptadas de la presencia gitana más temprana en esas
comunidades.
Cataluña, no obstante, había sido la pionera
en reconocer al Pueblo Gitano en el artículo 42 de su Estatuto de Autonomía
–Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio–, en el que además de respetar la
diversidad social, cultural y religiosa, se abogaba por el impulso a las
relaciones interculturales a través del conocimiento recíproco, diálogo y
mediación; así como la intención de «garantizar el reconocimiento de la cultura
del Pueblo Gitano como salvaguarda de la realidad histórica de este pueblo». Posteriormente,
Andalucía, la región donde vive la mayor parte de la población gitana española,
visibilizó en 2007 al Pueblo Gitano en su Estatuto, incluyendo su compromiso
para promocionar «las condiciones necesarias para la plena integración de las
minorías y, en especial, de la comunidad gitana para su plena incorporación
social».
El acontecimiento histórico que ha dado origen a la celebración del Día del Gitano Andaluz, tuvo como protagonistas a dos condes egipcianos: Tomás y Martín “de la Pequeño Egipto”. Del primero nos ocuparemos en este artículo, de Martín ya lo hemos tratado en una ocasión anterior (https://adonay55.blogspot.com/2024/10/el-conde-martin-de-egipto-menor-en.html). Así pues, nos centraremos en Tomás y comentaremos su rastro histórico, antes de narrar su llegada a Jaén y recibimiento que le dispensó el condestable Miguel Lucas de Iranzo el 22 de noviembre de 1462.
Los egipcianos estuvieron siempre en constante movimiento durante el primer tercio del siglo XV, sin quedarse mucho tiempo en un mismo lugar. Los primeros grupos de egipcianos se adentraron en Europa occidental, comandados por líderes que ostentaban títulos nobiliarios que dijeron cumplían penitencia por haber apostado del cristianismo. Los primeros egipcianos que hicieron su entrada en la península Ibérica, fueron Juan del Pequeño Egipto y nuestro protagonista, el conde Tomás, de quien tenemos referencias de sus trayectos, tanto de ida como de vuelta. Sin embargo, de Juan no hallamos más noticias, posiblemente por haber sido enviado como una avanzadilla del conde Tomás, a fin de comprobar la buena o mala disposición de las autoridades a la hora de recibirlos.
La llegada de Juan el día 12 de enero de 1425, constituye la fecha oficial de la presencia gitana en lo que hoy es España. Un acontecimiento que justifica la celebración del 600 aniversario de la llegada del Pueblo Gitano el año que viene.
En el salvoconducto concedido a Juan de Egipto Menor en Zaragoza por el futuro Alfonso V, este primer egipciano no se autotituló conde o duque, tal como lo harían los líderes gitanos que llegaron más tarde, lo que nos hace suponer que, posiblemente, este grupo pionero, podría ser una avanzadilla del conde Tomás, quien llegó a dicha ciudad, solo cuatro meses después. Una estrategia que fue frecuente entre las diferentes compañías gitanas, a fin de comprobar la buena o mala acogida que las autoridades y población de las localidades que visitaban, dispensaban a los grupos gitanos, dado que en el resto de Europa, ya no eran bien recibidos en esas fechas en muchos lugares.Así pues, en España, dejando aparte de que probablemente,
dada la fecha temprana del salvoconducto del 12 de enero, ya habría compañías
de gitanos en territorio peninsular desde finales de 1424, la historia gitana
oficial dio comienzo cuando Alfonso V de Aragón, concedió una carta de seguro
válida para tres meses, a favor de Juan de Egipto Menor, en donde se ordenó
fuera “bien tratado y acogido”, con “pasaje seguro” para
viajar libremente a través de todo el reino Aragón con “todas sus monturas,
ropa, posesiones, oro, plata, alforjas y cualquier otro artículo que llevaran
con ellos”, de todo lo cual quedaban exentos de pagar peajes y demás impuestos.
Sólo cuatro meses más tarde, el 8 de mayo, el
conde Tomás, recibió en Zaragoza otro salvoconducto,
por el que entre otras cosas, se le otorgó la exención del
pago de peajes y demás impuestos, tanto para caballerías, como para cuantos
bienes de valor llevase consigo, incluido el oro y la plata. Sin embargo, a pesar
de estas garantías, el 16 de mayo, cuando al parecer volvían a adentrarse en el
corazón de Europa, al conde le robaron dos perros “uno alano, de pelo blanco, con una
oreja negra; y un galgo de pelo blanco”, adiestrados quizá para apuestas
de carreras o juegos de tipo circense. Unos animales que terminó recuperando tras pedir justicia al rey Alfonso V, quien el
24 de mayo de 1425, dio orden a la Justicia de Alagón para que se le
restituyesen “con la mayor
diligencia”.
Dentro de la
jerarquía nobiliaria, copiada de los reinos cristianos europeos, en la cúspide
se halló un duque, cargo que ostentó Andrés de Egipto Menor, por lo que también
podemos especular en el hecho de que Tomás formara parte de su comitiva, como
un explorador más, pues hasta su llegada a Zaragoza, existe constancia de su
paso por Hungría,
Austria, Alemania, Países Bajos, Suiza, Italia y Francia, siendo probablemente,
el mismo el que se presentó en París en 1427, de donde fueron expulsados a
principios de septiembre de ese año. Desde aquí, el conde Tomás llegó a Amiens el
27 de dicho mes y pidió permiso para entrar en la ciudad,
asegurando que iba de paso camino a Flandes. Reunidas sus autoridades, se
invitó a Tomás y a dos de sus compañeros para interrogarles sobre su
procedencia y su destino, momento en el que el conde mostró un salvoconducto
del Papa, en el que se decía, había sido expulsado de su país por profesar su
fe cristiana, causa por la que el pontífice pedía no fuera molestado y se le
permitiera viajar libremente. Además, pedía se le dieran limosnas como ayuda en
su peregrinación; a cambio, se le concedía el perdón de sus pecados, a todo
aquel que cumpliera con esta caridad. El consejo de Amiens, a la vista de esta
carta, decidió admitirlos durante dos o tres días, así como una limosna de 8
libras. Una hospitalidad que les animó a volver a visitar la ciudad
tiempo después.
En Metz, según el Journal des Mâitres Echevins de Metz, se registró cómo el 5 de
junio de 1530, se produjo el bautismo colectivo de ciento cincuenta gitanos,
entre hombres, mujeres y niños. Entre ellos, un duque y dos caballeros, por lo
que podemos sospechar se trataran del duque Andrés y dos condes –Miguel y
Tomás-. Un episodio bastante extraño, ya que este multitudinario bautizo rompió
el argumento de que habían vuelto al cristianismo, tras haber renegado de él,
para convertirse al Islam. Posiblemente, dada la creciente aversión hacia su
presencia, un acontecimiento como este, pudo suponer un golpe de efecto para
reforzar su historia de peregrinación para expiar su apostasía.
En Castilla
y Aragón, sin embargo, no eran necesarias estas representaciones, ya que no
existía aún el rechazo que se producía en el resto de Europa, por lo que los
peregrinos egipcianos siguieron obteniendo los privilegios que le otorgaba su
condición de peregrinos. Incluso, se reforzaron, cuando en primero de enero de
1434, Juan II de Castilla otorgó en Medina del Campo, una carta de seguro
general a todos los peregrinos procedentes de Italia, Francia, Alemania,
Hungría, Dacia, Suecia, Noruega, u otra nación cristiana, que quisieran
peregrinar a Santiago de Compostela. Una coyuntura que al conde Tomás debió
animarle para regresar a tierras peninsulares en ese mismo año, y presentara el
26 de
noviembre ante el notario de la veguería de Montblanch, al que le presentó la
carta de seguro concedida por el rey Alfonso V en 1425, con el fin de que le extendiera
una copia, para que “con su familia, sus servidores, su oro, plata, baúles,
vasos sacros y todos sus demás efectos, cruzar, entrando y saliendo de sus
dominios, sin ningún obstáculo, sea el que sea, o sin que paguen tasa ni peaje
alguno”, pidiendo a justicias y demás vasallos que se les socorriera con
limosnas y demás ayudas para facilitarles su viaje, advirtiendo que en caso de
no cumplirlo así, se incurriría “en su más augusto displacer y en una pena de
diez mil florines”. Además, como refugiados por haber “sido expulsados de sus propios
dominios”, se recomendaba se les socorriera, “hasta donde les sea posible con
limosnas y les den ayuda en su viaje”.
Ya con los privilegios renovados, recorrió el reino aragonés, haciendo su entrada en el navarra con la intención, al parecer, de volver a tierras francesas. Así, el 27 de abril de 1435 quedó registrado el paso del conde Tomás y su compañía por Olite, donde tuvo una buena acogida por parte de la reina Blanca de Navarra en su castillo, quien le proporcionó 23 florines de oro para comprar unos 40 sacos de trigo, como ayuda para proseguir su camino, según dijeron, hacia Santiago de Compostela y cumplir la penitencia impuesta por el Santo Padre. Sin embargo, a su paso por Jaca, el receptor de peaje Juan de la Sala, al comprobar el gran equipaje que transportaba, le reclamó los peajes correspondientes a esa ciudad y al puerto de Canfranc. Ante lo cual, el conde Tomás de Egipto Menor”, enseñó la carta de seguro obtenida en Montalbán el año anterior y declaró que el rey le había dado licencia para pasar libremente por el reino aragonés sin tener que pagar tributo. Juró que solo llevaba cinco caballos, cada uno de los cuales valía más de 20 florines; además llevaba cinco arrobas de ropa de seda de vestir y cuatro tazas de placa que pesaban cada una como un marco -unos 227 gramos-.
En mayo de 1436, el conde
Tomás se hallaba
en la ciudad de Nevers, a orillas del Loira, donde al frente de unas 30 personas, donde sin abandonar su título
nobiliario, elevó su rango al de “noble príncipe, conde Tomás del Pequeño Egipto”. Los años
siguientes se mantuvo en tierras francesas, ya que en 1441, en Troyes recibió una limosna, en atención a que él y sus
acompañantes “vivían y viajaban en la pobreza”.
No sabemos en qué momento volvió al reino aragonés, ni
tenemos certeza de que sea el mismo Tomás. El caso es que, el viernes 9 de
junio de 1447, quedó anotada en el Mantul
de novells ardits, vulgarmente llamado Dieteri, la llegada a Barcelona de
un grupo de gitanos liderados por el duque Pedro y el conde Martín, acompañados con una multitud de
egipcianos o bohemianos. A ellos y en este mismo mes, debieron agregárseles el duque
Andrés de Egipto Menor y los condes Pedro, Martín y Tomás[1],
junto con sus familiares y sirvientes, a quienes María de Castilla, como
lugarteniente de Alfonso V, concedió en Barcelona un salvoconducto, en atención
a que se hallaban cumpliendo la penitencia de peregrinar los siete años
impuestos por el Papa.
De 1451 hay noticias de un conde Tomás del Pequeño Egipto en
Middelburgo, a quien acompañaban “varias personas paganas”. Presentó cartas de
Felipe de Borgoña y de otros señores, en las que se pedía se les socorriera “por
la fe cristiana”, pues se habían visto obligados a dejar todas sus posesiones
en su país natal. La ciudad le concedió una limosna de 8 florines y sufragó
también los gastos de limpieza del lugar donde habían dejado sus caballos”. Igualmente,
dando otro salto en el tiempo, tenemos noticia de que llegó a Millau el 29 de mayo de 1457, presentándose
como el “noble Tomás, conde del Pequeño Egipto de Bohemia” se presentó en esta
ciudad con un salvoconducto del rey francés. A partir de
esta fecha, y hasta 1460, no tenemos más noticias del conde, año en el que
vuelve a aparecer en el reino aragonés. En caso de ser el mismo del que llegó
en 1425, ya tendría una edad avanzada.
Los documentos
inducen a pensar que a principios de marzo de ese año, ante la amenaza de una
guerra civil catalana, varios líderes gitanos tuvieron el propósito de expandir
nuevas expediciones de exploración hacia el sur peninsular, para lo que
precisaban de nuevos pasaportes. Así,
los condes Tomás y Martín de Egipto Menor, por separado, recibieron de
Juan II de Aragón sendos salvoconductos. En el caso de Martín, en Daroca; y Tomás,
en Tarazona, el 23 de marzo. A ambos, el monarca les otorgó la potestad de
juzgar, corregir y castigar a aquellos de su compañía que se le insubordinasen.
Ambos condes unirían sus comitivas en abril en Castellón, de donde partieron
para alcanzar Jaén dos años más tarde.Tarazona. Wikipedia
El 22 de noviembre, en Jaén, don Miguel Lucas de Iranzo,
condestable de Castilla y gobernador de dicha ciudad, recibió a los condes
Tomás y Martín “de la Pequeño Egipto”, junto a “un centenar de mujeres y niños,
sus compatriotas y vasallos”; a quienes del condestable, según la costumbre
cortesana de la época, los recibió junto con su esposa Teresa de Torres, “muy
honorablemente”, y “los mandó aposentar y hacer grandes cosas”, a lo largo de
los “quince o veinte días” en los que fueron agasajados con “pan, vino, carne,
pollo, pescado, frutas, paja y cebada en abundancia”.
Los condes manifestaron que habían sido “conquistados y destruidos por el Gran Turco”, motivo por el que renegaron de la Fe cristiana. Una apostasía por la que el Papa les mandó emprender una penitencia, para recorrer “todos los reinos y provincias de la cristiandad”. Acabada su estancia, Iranzo, además de darles un salvoconducto y mandar “dar de su cámara muchas sedas y paños, de que vistiesen, y buena copia de enriques para su camino”, les acompañó como “media legua fuera de la dicha ciudad de Jaén”, con lo que los condes quedaron según la crónica, “muy contentos y pagados” por el trato recibido, tal como se registró en la crónica de los hechos del condestable:
“A veintidós días del mes de noviembre de este año
llegaron a la dicha ciudad de Jaén dos condes de la pequeña Egipto, que se
llamaban, el uno don Tomás y el otro don Martín, con hasta cien personas de
hombres y mujeres y niños, sus naturales y vasallos. Los cuales habían sido
conquistados y destruidos por el Gran Turco; y porque después de ser conquistados
parece ser que negaron nuestra santa fe, había buenos días que, por mandado de
nuestro muy Santo Padre, andaban por todos los reinos y provincias de la
cristiandad haciendo penitencia.
Y como llegaron a la ciudad de Jaén, el señor Condestable
los recibió muy honorablemente, los mandó aposentar y hacer grandes cosas. Y
quince o veinte días que estuvieron con él, continuamente les mando dar todas
las cosas que hubieron menester, a ellos y a toda su gente, de pan, y de vino,
y carne, y aves, y pescados, y frutas, y paja, y cebada, abundantemente. Castillo de Santa Catalina, Jaén
Y
muchos días los dichos condes comieron con él y con la señor la condesa su mujer;
y al tiempo que se quisieron partir, les mandó dar de su cámara muchas sedas y
paños, de que vistiesen, y buena copia de enriques para su camino. Y salió con
ellos cuanto media legua fuera de la dicha ciudad de Jaén, por manera que los
dichos condes partieron de él muy contentos y pagados, loándose y maravillados
mucho de su gran liberalidad y franqueza”.
Un espléndido agasajo que incitó a nuevos
grupos gitanos a presentarse en tierras jienenses en 1470. En esta ocasión, en
Andújar, donde el conde Jacobo del Pequeño Egipto, junto con su esposa Loysa
-Eloísa o Luisa-, con una compañía de medio centenar de hombres, mujeres y
niños.
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