Una historia, un olvido... el discurrir invisible de lo que existió y se desconoce

Este espacio pretende entender la historia como una disciplina que proporciona, tanto la información como los instrumentos necesarios para conocer el pasado, pero también como una herramienta para comprender al "otro", a nosotros mismos y a la sociedad del presente en la que interactuamos.

Conocer la historia de los gitanos españoles es esencial para eliminar su invisibilidad, entender su situación en la sociedad y derribar los estereotipos acuñados durante siglos.

Las publicaciones contenidas en este blog-revista tienen derechos de autor. Se ruega citen su procedencia.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Los gitanos en la creación de la Superintendencia General de la Policía del Reino, antecesora de la actual Policía Nacional

Portada del Decreto
 Con anterioridad a la llegada de los Borbones y la consiguiente centralización del Estado, los cuerpos policiales existentes eran diversos y presentaban problemas jurisdiccionales, especialmente entre las Santas Hermandades, las justicias locales, los Migueletes, las Guardas del Reino, etc.

Con la vuelta al absolutismo en 1823, la situación de los gitanos empeoró. En principio, se derogó la Constitución de 1812, y a partir de 1827 se sucedieron recordatorios para extremar la vigilancia sobre los gitanos que aparecieran en las diferentes circunscripciones de la monarquía española. Un control para el que Fernando VII creó por Real Cédula de 1824, la Superintendencia General de la Policía del Reino, especificándose en el artículo XIV, sexto punto, el cometido de «recoger los gitanos sin domicilio […] y entregarlos a disposición de la Justicia para que los destinen con arreglo a las leyes».



Fernando VII. Wikipedia

En este Real Decreto, también quedaron definidas las cuarenta y dos atribuciones y funciones de esta nueva Policía, entre otras, la de realizar padrones del vecindario de los pueblos, expedir y visar los pasaportes de los viajeros nacionales, expedir los permisos necesarios para la venta de mercancías y ejercicio de profesiones en las calles, etc.

En los años siguientes, el cuerpo sufrió reorganizaciones en 1827, 1833 y 1835, hasta su desaparición completa en 2 de noviembre de 1840. Finalmente, se instituyó la Guardia Civil en mayo de 1844, a la que se le encargó a partir de entonces, hasta 1978, la vigilancia de los gitanos.


Fernando VII, en su vuelta a una política antigitana, intensificó la vigilancia y el control sobre la población gitana en España, institucionalizando una política de exclusión bajo el pretexto del orden público. La creación de la Superintendencia General de la Policía del Reino por Fernando VII no fue solo una reorganización administrativa: fue también una herramienta para reforzar el aparato represivo contra los cuerpos considerados “flotantes”, “sin domicilio”, “sospechosos”, en especial, los gitanos.

La Constitución gaditana había abierto tímidamente la puerta a la ciudadanía universal, aunque sin resolver la situación de los gitanos. Su derogación en 1823 significó el retorno a un modelo excluyente, donde la ley no protegía, sino que perseguía. La formulación del artículo XIV, punto sexto, ordenando “recoger los gitanos sin domicilio” y entregarlos a la justicia, convirtió la falta de domicilio, que no era más que una consecuencia de la exclusión, en un delito. Así, en lugar de proteger, la disposición se centró, una vez más, en la exclusión, en la desaparición física de las personas gitanas, destinándolos a trabajos forzados al servicio de la corona.



IMÁGENES: Colección Particular M. Martínez

Retrato de Fernando VII: Wikipedia

FUENTES:

MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel (2021). El pueblo gitano español en las revoluciones y guerras civiles (siglos XIX y XX), Almería: Círculo Rojo, p.

SAYAGO, Juan Manuel (2024). “Bicentenario de la Superintendencia General de la Policía del Reino: El cuerpo antecesor de la Policía Nacional”, en Efemérides, n.º 54 (13/01/2024).

martes, 30 de septiembre de 2025

Los 'gitanos políticos' o el Antigitanismo en el Congreso de Diputados del siglo XIX

No, no se trata de auténticas personas gitanas que formaran parte del Congreso de los Diputados del siglo XIX. Se trata, ni más ni menos, de la utilización de la mala fama de los auténticos gitanos para descalificar a sus adversarios políticos, a los que desde el diario La Posdata —opuesto al Gobierno del general Espartero— ya se les acusaba, en junio de 1842, de ser «conspiradores» y de atacar a la Constitución a través de «una política de gitanos», pretendiendo pasar «por buenos, por puros
españoles», pero sin enseñar nada «a los filósofos, ni a los políticos, ni a ningún hombre de bien».


De este modo, sin comerlo ni beberlo, la mala imagen de los gitanos entró en la política de confrontación entre liberales y moderados, colgándose unos a otros el sambenito que los gitanos venían arrastrando desde siglos atrás, con el único propósito de desacreditar a sus adversarios. Una expresión que, aunque surgida de forma espontánea y ocurrente, acabó calando en el argot político del siglo XIX.
El éxito de esta descalificación fue inmediato, colándose incluso en la proclama contra Espartero del republicano Abdón Terradas, en su llamada a las armas durante la insurrección catalana de 1842, al tildar al regente y sus acólitos de «falsos liberales y gitanos políticos».


En 1859, al comienzo del gabinete de O’Donnell, la prensa afín al Gobierno se defendió de los ataques y las críticas retomando esta locución peyorativa para aplicársela a los miembros de la oposición. Dado que su uso comenzó a ser muy corriente, desde El Clamor Público se quiso aclarar la relación que se establecía entre políticos y gitanos, argumentando que estos últimos, al igual que los ligueros, destacaban por «su vida nómada y el poco cariño que profesan al país en que viven». Además, debido a que los gitanos tenían afición a los caballos y al vino, los ligueros se habían propuesto «convertir a la nación en jumento», para quedarse «tranquilamente lo adquirido y mandarnos a latigazos», con lo que acabarían convirtiendo al país en una «feria o granjería». Y, al igual que los gitanos tenían horror a la ley, los ligueros la quebrantaban «en beneficio propio, y reservan sus rigores para los demás», motivo por el que «se parecen a los gitanos de raza en todas sus afecciones, y en vivir sin hijos, patria ni ley».
En respuesta, La España criticó a El Clamor Público por las formas empleadas, acusándolo de haberse callado muchas cosas, debido, posiblemente, «a creer que los gitanos no tienen su particular afición a los caballos, sino a otra clase de animales de más baja especie», que sin «tener horror a la ley» se acomodan «a la que más le conviene». Y por si no quedaba bien claro este paralelismo, aclaraba cómo los gitanos se distinguían por «ser los mediadores en todo trato de animales y en engañar a las dos partes», ya que «la gracia de un gitano está en que el vendedor venda más barato y el comprador compre más caro», un chalaneo que era practicado por aquellos políticos.


En septiembre de 1864 fue el caló el que acabó convirtiéndose en excusa para atacar a los moderados, negándole su entidad como lengua y rebajándolo a una jerga de delincuentes con el propósito de identificarlo con la palabrería empleada por los miembros de aquel partido político. Del caló se dijo, entonces, que se había inventado «para evitar en parte las persecuciones», como un lenguaje ininteligible con el que burlar a sus vigilantes y perseguidores; así, y al igual que los gitanos y los grandes criminales, «el partido moderado, para fascinar la opinión, inventó también su palabrería», sin cesar de hablar desde la tribuna y los documentos oficiales, para «ocultar su incapacidad o sus instintos reaccionarios, del orden social».



Esta contienda semántica mantuvo vivos los estereotipos y prejuicios negativos sobre el gitano, ya que los políticos de la época los tenían tan interiorizados que no dudaban en exteriorizarlos en sus luchas dialécticas. Un abuso que no tenían por tal, por el hecho de que la imagen peyorativa del gitano era general y comúnmente aceptada. Así, cuando en noviembre de 1864, El Pensamiento Español se lamentaba de que no existieran leyes que impidieran y castigaran la difamación, no se refería, por supuesto, a las injurias contra los gitanos, sino a los políticos. Según este periódico, España no merecía «figurar en el catálogo de los pueblos cultos y civilizados», al estar gobernada por «una horda de gitanos», que, para «vergüenza de todos», se había enseñoreado del país. Un descrédito del que Narváez echó mano en marzo de 1865, durante una convulsa sesión parlamentaria, cuando en plena polémica entre vicalvaristas y conservadores liberales, y tras haber debatido acaloradamente con un diputado de la oposición, exclamó exaltado: «Estas no son Cortes: parecemos gitanos».

Esta expresión formulada por los principales representantes de la política española del siglo XIX, muestra con crudeza cómo el antigitanismo que se había instalado en el lenguaje político de este siglo,  como un recurso habitual, aceptado y eficaz; por el que, la imagen del gitano no representa un sujeto histórico, sino que es utilizada como un insulto, como metáfora de desorden, incultura y amenaza. Lo que se denuncia no es la injusticia contra los gitanos, sino la supuesta degradación del sistema político por su “semejanza” con ellos.

La imagen peyorativa del gitano era “general y comúnmente aceptada”, confirmando que el antigitanismo no era solo ideológico, también era estructural, presente en el lenguaje, en la ley y en la cultura.




Para mayor información: MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel (2021). El pueblo gitano español en las revoluciones y guerras civiles (siglos XIX y XX)Almería: Círculo Rojo, pp. 138-157.

Imágenes de Wikipedia
Congreso: https://es.wikipedia.org/wiki/Cortes_Generales
General Narváez: https://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_Mar%C3%ADa_Narv%C3%A1ez



sábado, 26 de abril de 2025

EXPOSICIÓN "HISTORIA DEL PUEBLO GITANO. 600 ANIVERSARIO DE LA LLEGADA A ESPAÑA


Inicialmente prevista del 1 al 15 de abril, hubo de ampliarse hasta el día 23, debido a la gran demanda de centros colectivos y diversos colectivos  para visitarla.
La exposición se ha hecho realidad, gracias a la colaboración de la Asociación Dosta y la colección particular de Manuel Martínez. Igualmente, ha contado con el apoyo del ayuntamiento de Málaga, el conservatorio superior de danza y la delegación de cultura de la Junta de Andalucía.

Su contenido ha abarcado diferentes temáticas: la mujer gitana, la represión legislativa, el utilitarismo penal, los oficios tradicionales, el antigitanismo histórico, referentes gitanos, hitos históricos del siglo XIX, cultura gitana, bibliografía histórica. Todo original: paneles explicativos, carteles, documentos, herramientas, etc.





Le damos la enhorabuena a Ana que hizo de guía y a la Asociación Dosta, la verdadera artífice, de que esta exposición haya cumplido con los objetivos que la guían:

  • Que cada exposición de este tipo constituya una reivindicación para lograr un museo permanente del Pueblo Gitano.
  • Que si en la escuela no se estudia la historia y cultura gitana, que sea la escuela la que salga y la conozca en exposiciones como esta.











lunes, 10 de marzo de 2025

VIDEO INTERACTIVO: Historia de exclusión del Pueblo Gitano en el ámbito laboral y la condena a la pobreza

 ENLACE AL VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=N3mPwZ8tRgs

1.      Los primeros gitanos que llegaron a la península Ibérica, lo hicieron como peregrinos; y como tales, recibieron protección y ayuda para su viaje a los lugares santos. Además de las limosnas de particulares y cabildos municipales, sus ingresos económicos los completaban con sus actuaciones acrobáticas; prácticas adivinatorias; carreras de perros y juegos de azar; así como compra, venta y trueque de animales.

2.      Los pioneros gitanos no llegaron de vacío, por los salvoconductos para viajar con pasaje seguro,  sabemos que trajeron consigo un importante equipaje, que en el caso del conde Tomás en 1425, el rey aragonés debió ordenar a sus justicias,  se le respetara la posesión de “todas sus monturas, ropa, posesiones, oro, plata, alforjas y cualquier otro artículo que llevaran con ellos”, librándole de pagar peajes y demás impuestos; aunque, al pasar por Jaca, el receptor de peaje, al comprobar el extenso equipaje que llevaba el conde, le reclamó los peajes correspondientes a esa ciudad y al puerto de Canfranc.

3.      Cuando los Reyes Católicos dispusieron su expulsión, excepto para aquellos que tomaran señor y se dedicaran a oficios conocidos, lo hicieron con la intención de asentarlos en un sitio fijo, estable y controlable; donde debían ganarse la vida en trabajos útiles para la comunidad.

4.      Obligados por ley a avecindarse y a abandonar sus ocupaciones tradicionales. El poder del Estado colocó al gitano en una encrucijada, al exigirle en un escaso plazo de dos meses, cambiar una forma de vida que a las sociedades del mundo occidental, les llevó desarrollar miles de años.

5.      El gitano, preso por las limitaciones espaciales y laborales que se les impuso, pretendió adaptarse a las exigencias del Estado Moderno e intentar conservar su esencia gitana. Sin embargo, la corona española, en su política de homogenización social, empleó todos sus recursos para lograr su aculturación y servidumbre; abocando al gitano a sobrevivir en poblaciones convertidas en grandes cárceles, de donde no podían salir sin licencia de sus autoridades,. Una restricción que les impidió poder buscarse la vida en otros lugares o escapar de de cuantas epidemias y crisis de subsistencias se sucedieron durante la Edad Moderna.


6.      Tras la expulsión de los moriscos, en 1610 se aprobó también la de los gitanos. Sin embargo, la corona española, al comprobar los desastrosos efectos demográficos y económicos que tuvo aquella, decidió dar marcha atrás y emplearlos en las labores del campo, como única ocupación permitida, con objeto de sustituir a los moriscos en dichos trabajos.

7.      Al gitano, sin embargo, no se le facilitó el acceso a la propiedad de la tierra. Además, como desconocedor de las técnicas agrícolas, quedó a expensas de ser empleados por unos labradores, que siempre tuvieron reparos en ocuparlos en sus tierras. Y, aunque se ofreció la oportunidad de formar parte de la repoblación de Granada, el rechazo vecinal y las operaciones de captura emprendidas en aquellas fechas para dotar de forzados a las galeras, hicieron fracasar un incipiente asentamiento estable en tierras del antiguo reino de Granada.

8.      La pena de galeras tuvo una gran incidencia en el círculo de pobreza, al que el Estado había condenado al Pueblo Gitano. La corona aprovechó la fuerza de trabajo de los varones gitanos que se hallaban en los intervalos de edad más productivos, para hacer frente a sus empresas militares contra turcos, berberiscos y enemigos europeos. Sus familias quedaron descabezadas y sus mujeres hubieron de sobrevivir mediante la mendicidad y la pequeña delincuencia, lo que hizo consolidar y extender, los prejuicios peyorativos lanzados contra ellos.

9.      Otro aspecto que influyó en mantener a la comunidad gitana dentro de ese círculo de la pobreza, se halló en la rapacidad de las justicias locales y de la Santa Hermandad; las cuales, amparándose en las leyes antigitanas, procedieron con cuantos gitanos hallaban por los caminos, con el fin de apresarles y abrirles un proceso. Un procedimiento que encerraba realmente un auténtico negocio, ya que a pesar de que la sentencia fuera exculpatoria, se les condenaba al pago de los costas, que por ser frecuentemente elevadas, al no poder pagarlas, se liquidaban mediante la venta en pública subasta de los bienes que se les embargaban en el momento de ser presos.

10.  Igualmente, con ocasión de la Gran Redada de 1749, el marqués de la Ensenada determinó, que la operación de captura y traslado de las víctimas, fuera costeada con las propiedades que se les requisaran a los mismos gitanos. Y, aunque por Real Orden de de 28 de octubre de 1740 se decretó la libertad de cuantos acreditaran haber llevado una vida conforme a las pragmáticas, así como la devolución de los bienes que se les embargaron; éstos, en su mayor parte, no los recuperaron; y aquellos que tuvieron más suerte de recobrarlos, no los recibieron en las mismas condiciones.

11.  Con ocasión de la desamortización eclesiástica de Mendizábal en 1836, la oportunidad de acceder a la propiedad de la tierra se perdió nuevamente. Un fracaso que muchos gitanos quisieron superar a través de movimientos campesinos, con el objetivo de reclamar el reparto de tierras. En Andalucía la región más conflictiva, los gitanos participaron en revueltas y en revoluciones como la de Loja de 1861, en la que formaron un batallón de lanceros, que llegó incluso, a enfrentarse a un destacamento de la Guardia Civil.

12.  El gitano, condenado a la mera supervivencia y a la subalternidad, quedó atrapado durante el siglo XIX, en la temporalidad como peón agrícola y en trabajos marginales en las zonas rurales; de donde, a partir de la segunda mitad de este siglo, comenzó a emigrar hacia las ciudades, donde crearon barrios chabolistas, dedicándose a trabajos precarios mal pagados y en actividades de chatarreo, rebusca y otras de tipo marginal.

13.  Con la llegada de la República, la promesa de una reforma agraria tampoco supuso el deseado acceso a la tierra. Poco más tarde, la Guerra Civil acabó por terminar de empobrecer a las familias gitanas, dejando a los gitanos al final de la contienda en la mayor indigencia; sin que el Estado franquista creara programa alguno para remediar su situación, limitándose a relegar este cometido a las organizaciones caritativas dependientes de la Iglesia Católica.

14.  Sin acceso a la educación y a trabajos estables bien remunerados, el gitano sólo pudo heredar de sus padres, la pobreza y la exclusión social. No había perspectiva de futuro, sólo sobrevivir, pero sin perder el orgullo de ser gitano; el cual, aunque no les daba de comer, les confirió dignidad y respeto.

Con la llegada de la Democracia, el asociacionismo gitano comenzó a reclamar los derechos que la Constitución de 1978 concedía a todos los españoles, en cuanto a la vivienda, la sanidad, la educación y los demás campos en los que la comunidad gitana se hallaba desamparada. Con el tiempo, y la lucha de los activistas gitanos, se ha venido consiguiendo avances sociales con los que combatir el antigitanismo y lograr la igualdad efectiva de oportunidades, en el intento de superar la estigmatización que les dificulta a aspirar a un empleo, o incluso, al alquiler de una vivienda. Una realidad social en la que queda mucho por hacer.





sábado, 18 de enero de 2025

UNA PROPUESTA PARA QUE EL 25 DE MARZO SEA EL DÍA DEL GITANO CASTELLANO Y LEONÉS

 

Catedral de León. Wikipedia
La primera referencia sobre la presencia gitana de lo que hoy es España, data del 12 de enero de 1425, cuando a Juan de Egipto Menor le fue concedido por el rey de Aragón, Alfonso V, un salvoconducto para transitar tres meses el reino aragonés. Precisamente, casi tres meses después, sabemos gracias a la reciente aportación de Juan Carlos Barranco Nadal, llegó a León, “un caballero de Egipto la Menor, y otros hombres y mujeres que venían en su compañía”, cuyo nombre no trasciende en un documento fechado en Aragón el 25 de marzo de ese mismo año, por el que se constata haber recibido dichos egipcianos, una limosna de 300 maravedís. Se trata de un importante documento por varias razones, La primera, porque refiere la primera vez que en la Península Ibérica se exhibió la supuesta bula de Martín V, por la que se otorgaba “muchos perdones a todos los que hiciesen limosnas” a cuantos cumplieran con el contenido del documento (Barranco, 2025)[1]; la segunda, es la constatación de que en efecto, al menos este grupo, sí cumplieron con la peregrinación a Santiago de Compostela; y, la tercera, porque posiblemente, este caballero egipciano se trate del pionero Juan, el único líder gitano que no ostentó título nobiliario, como tampoco lo hizo el que llegó a León.

La continuidad de la peregrinación compostelana, parece confirmarse medio siglo más tarde en una carta de seguro concedida en Burgos, el 4 de septiembre de 1475, al conde Juan de Egipto Menor, que comandaba un numeroso grupo de egipcianos de todas edades y sexo.

El año 1475 fue convulso, es el del comienzo del reinado de Isabel I de Castilla (1475-1504), una vez que tras la muerte de Enrique IV, había sido proclamada reina, el 13 de diciembre del año anterior. Un hecho, que dio ocasión, hasta 1479, a la Guerra de Sucesión Castellana, entre los partidarios de Juana de Trastámara, hija del difunto monarca Enrique IV de Castilla, y los de Isabel, hermanastra de este último.

También resultó conflictiva, en estas fechas, la relación entre los vecindarios de los lugares que frecuentaban y los diferentes grupos gitanos que recorrían el territorio peninsular; pero también, entre los propios grupos de egipcianos y grecianos. Una circunstancia que contradice la opinión de historiadores que consideran el siglo XV como la edad de oro o el periodo idílico del Pueblo Gitano en España. Una denominación que creemos no se corresponde con la realidad, pues este buen trato se redujo al hecho de que la corona y la Iglesia favorecieron a los pioneros egipcianos por su condición de peregrinos que expiaban su pecado de apostasía y estaban perseguidos por los turcos. Además, sus cabecillas dijeron ser condes y duques, por lo que la nobleza peninsular los acogió en principio como iguales, permitiéndoseles, tanto en tierras de señorío como de realengo, de una amplia libertad de movimientos y de la potestad de ejercer una jurisdicción interna en cada uno de los grupos comandados por un noble egipciano (Martínez, 2022:15).

Esta situación se hizo perceptible en los salvoconductos otorgados a varios líderes gitanos, al pasar a un segundo plano las peticiones de seguridad para peregrinar; en su lugar, comenzaron a solicitarse la protección real frente a agresiones procedentes de dentro o fuera del grupo egipciano. Así, en dicho documento del 4 de septiembre, el futuro Fernando II de Aragón, al igual que en 28 de febrero del año anterior hiciera su padre en Barcelona con el mismo conde (Meneses, 1968:247), concedió en Burgos otro salvoconducto al “magnificus Joannes, comes in Egipto Minori”, quien lideraba un numeroso séquito de hombres y mujeres, tanto a caballo como a pie; a fin de acogerlo “bajo su protección y salvaguardia”, para que prosiguiera con seguridad, su viaje en romería a Santiago, Roma y otros lugares, ya que “el conde Martín, el conde Miguel y el conde Jacobo de Egipto Menor, odian y tienen mala voluntad” hacia dicho conde Juan (ACA, Cancillería Real, Reg. 3519, ff.36 v.-37 r.).

La presencia de dicho conde en tierras burgalesas, respondió posiblemente al viaje de vuelta de la peregrinación, pues sabemos, que el 16 de septiembre de ese mismo año, se encontraba en Logroño, donde recibió un nuevo salvoconducto, con el que posiblemente atravesaría el reino de Aragón camino de Francia, pues a partir de esta última fecha carecemos de más información de su presencia en territorio peninsular.

 

BIBLIOGRAFÍA:

BARRANCO NADAL, J. C. (2025) “La llegada de los gitanos a València (1425). El duque Miquel”, artículo inédito pendiente de publicar por la Universidad de Valencia. Se puede consultar en Academia edu (https://www.academia.edu/127071987/Llegada_de_los_gitanos_al_Reino_de_Valencia_1425_El_duque_Miguel).

BAUTISTA BAUTISTA, M., GARCÍA GARCÍA, M. T., NICOLÁS CRISPÍN, M I. (1990): Documentación medieval de la Iglesia Catedral de León. (1419-1426). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.LÓPEZ DE MENESES, Amada. (1968) “La inmigración gitana en España en el siglo XV (apuntes para su estudio)”, en Martínez Ferrando archivero, miscelánea de estudios, 1968, pp. 230-263

MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel (2022). El Pueblo Gitano en España. Seis siglos de represión y exclusión, Palma de Mallorca: Calumnia edicions.



[1] El documento recogido por Juan Carlos barranco procede el trabajo publicado en 1990 por Mateo Bautista, María Isabel Nicolás y María Teresa García, reseñado en la bibliografía, a la página 155.

EL CONDE/DUQUE MIGUEL DE EGIPTO MENOR EN VALENCIA. UNA PROPUESTA PARA QUE EL DÍA DEL GITANO VALENCIANO SEA EL 18 DE AGOSTO

 La presencia documental gitana en Europa, se remonta posiblemente a principios del año mil, mencionada dentro de una Vida de San Gregorio, escrita por un monje griego del monasterio del monte de Athos –Grecia-, en donde habla de unos adivinos y hechiceros llamados Adsincani, contratados por el emperador de Bizancio para matar a unos animales salvajes.

Más tarde, en 1244, existe constancia de unas cartas otorgadas por los venecianos en Nauplion, a Johannus Cinganus, bastante similares a las que posteriormente obtuvieron los grupos gitanos que llegaron a Europa occidental, al concederles  títulos de duques y condes a los líderes de las compañías gitanas, en contraprestación de sus servicios para combatir las incursiones otomanas. Ya en la segunda mitad del siglo XIV, los gitanos se hallan esparcidos por toda la península balcánica, reducidos a la esclavitud en Valaquia.

Por último, a comienzos del siglo XV se encuentran en Europa central, bajo la protección de Segismundo, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, quien otorgó una carta de seguro al vaivoda Ladislao, en la que se ordenaba, se les tratara bien, “sin ningún impedimento, ni ninguna perturbación”, en consideración a que debían cumplir los siete años de penitencia que se les había impuesto por su apostasía. Además, en caso de que “ocurriese alguna cizaña entre ellos o algún trastorno”, solo el líder del grupo podía juzgar y absolver los delitos de su gente. De esta forma, exhibiendo este salvoconducto, atravesaron los territorios del Imperio y les abrió el camino hacia otros países; siempre en constante movimiento y sin quedarse mucho tiempo en un mismo lugar.


Compañía gitana en marcha. Grabado de Callot

Los grupos estuvieron comandados por líderes, como el duque Andrés y el conde Miguel, ambos hermanos y compañeros de viaje hasta su separación en 1422, cuando iban camino a Roma, donde es posible que Andrés obtuviera una bula papal, de la que no hay rastro en los archivos vaticanos, por lo que no podemos descartar el que dicha bula fuera una falsificación.

La llegada a la península Ibérica de los primeros egipcianos está documentada en 1425. Un año, que, gracias a Juan Carlos Barranco[1], sabemos, que la presencia gitana fue mucho más numerosa, y posiblemente anterior a este año. En efecto, Juan Carlos Barranco, al recuperar del olvido dos publicaciones que se remontan a principios de la década de los noventa[2], ha abierto nuevas perspectivas sobre la presencia gitana en los reinos cristianos peninsulares; si bien, la fecha del salvoconducto otorgado el 12 de enero por el rey Alfonso V de Aragón, a un tal Juan del Pequeño Egipto, sigue siendo el documento más antiguo y fecha oficial de la llegada del Pueblo Gitano a lo que hoy es España.

Los nuevos datos recuperados por Juan Carlos Barranco, permiten sospechar que Juan del Pequeño Egipto continuara su peregrinación en dirección a Santiago de Compostela, pues posiblemente sea el mismo caballero gitano que acompañado de “otros hombres y mujeres que venían en su compañía”, recibió el 25 de marzo de este mismo año, la suma de 300 maravedís. En esta ocasión, sí presentó la bula supuestamente concedida por el Papa Martín V, por la que otorgaba muchos perdones a quienes les dieran limosnas. De ser Juan el mismo “caballero” que se menciona, el único líder gitano que no ostentó título nobiliario, también nos hace sospechar, que tuvo de tener algún contacto con el conde Miguel, quien si tenía en su poder dicha bula, la cual presentó presumiblemente al obispo valenciano, según documento fechado en Valencia el 18 de agosto de 1425[3].

Entre ambas fechas de marzo y agosto, el 8 de mayo del mismo año, sería el conde Tomás el que recibiera en Zaragoza, idéntico privilegio concedido por el monarca aragonés. A partir de estas fechas, la presencia gitana comenzó a ser habitual, y nuevos grupos gitanos recorrerían la península, en su mayor parte, sin echar raíces en ella.

Lo que sabemos del camino europeo del conde Miguel y su hermano, el duque Miguel, comienza en noviembre de 1417, cuando un cronista anónimo registró la presencia de gitanos en Baviera. Se trataba de una compañía de unos 300 individuos, comandados por los dos hermanos, de los que se dice, “administraban la justicia y cuyas órdenes eran acatadas” por los demás[4]. Exhibieron una Carta de Seguro otorgada por el emperador Segismundo, en la que ordenaba se les tratara bien por ser peregrinos, obligados a cumplir siete años de penitencia por haber apostatado. Atravesaron los territorios del Imperio y vagaron de lugar en lugar explorando nuevas regiones. De ellos ya se comenzó a decir que “eran grandes ladrones, sobre todo sus mujeres, y más de uno, ha sido cogido y ajusticiado”[5].

Tras recorrer juntos varias ciudades de la Europa occidental, los hermanos, que, durante al menos quince años compartieron el viaje, tomaron en 1422, diferentes direcciones en algún punto de Suiza. A Basilea, llegó el 4 de julio la compañía de “paganos, llamados sarracenos” del conde Miguel, con medio centenar de caballos, pero no se le permitió entrar a la ciudad. Tras pasar por Bolonia, Forli y Lucca, Miguel y su comitiva siguieron su marcha hacia Roma, con el propósito de obtener del papa Martín V, un nuevo salvoconducto con el que recorrer todo el mundo cristiano. Un encuentro, que, de haberse producido, lo sería en 1423, durante el jubileo del Papa.

Desde tierras italianas volvió sus pasos hacia el reino de Francia, el que atravesarían para alcanzar la frontera aragonesa, posiblemente al año siguiente, a través del Pirineo catalán, para continuar su camino hacia tierras valencianas, donde su presencia no resultó una novedad. Unas tierras, en las que la presencia gitana no resultaba una novedad, ya que en la visita de Miguel con su gente a Valencia, en agosto de 1425, se les identifica como "bohemianos", como también se les llamaba en Cataluña y otras partes de Europa”, un término que los mismos gitanos corrigen diciendo que eran egipcianos y cristianos. Además, en el documento se dice textualmente: “que nuevamente han entrado en la ciudad”, de lo que se infiere. El hecho de que la ciudad ya había sido visitada anteriormente por este u otro grupo de egipcianos, tal como señala igualmente Juan Carlos Barranco.

Aparte de Miguel y del conde Tomás, otro conde gitano que se recorrió tierras catalanas y valencianas, fue el conde Martín de Egipto Menor, quien junto otros líderes gitanos, según el Mantul de novells ardits, vulgarmente llamado Dieteri, se hallaron en Barcelona en junio de 1447, en donde se concentró una gran cantidad de egipcianos o bohemianos, descritos como “gente triste y de mala fragua, que se entremeten mucho en adivinar algunas venturas de las gentes”.

El conde Martín, posiblemente, sea el mismo que en 1459 visitó el ducado de Gueldres, en los Países Bajos, dada la gran movilidad con que se desenvolvían estos grupos de egipcianos. En caso de serlo, no tardaría en regresar al reino de Aragón, debido a ya en esas fechas, los grupos gitanos no eran tan bien recibidos como en años anteriores. Un cambio de actitud, perceptible en que el señor de esas tierras, si bien le otorgó un salvoconducto para cruzar libremente el ducado, le impuso la condición de que no debían quedarse más de tres días en cada lugar donde se presentaran.



[1] Barranco Nadal, J. C. “La llegada de los gitanos a València (1425). El duque Miquel”, artículo inédito pendiente de publicar por la Universidad de Valencia. Se puede consultar en Academia edu (https://www.academia.edu/127071987/Llegada_de_los_gitanos_al_Reino_de_Valencia_1425_El_duque_Miguel).

[2] Bautista Bautista, M., García García, M. T. y Nicolás Crispín, M I. (1990): Documentación medieval de la Iglesia Catedral de León. (1419-1426). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Cárcel Ortí, Milagros (1994): La lengua vulgar en la administración episcopal valentina. Siglos XIV y XV. Castelló de la Plana: Sociedad Castellonense de Cultura.

[3] La referencia del documento es: ADV Colaciones de beneficios. Caja 139/1, fol.100 r (Cárcel, 1994: 99). Se halla reproducido en el mencionado artículo de Juan Carlos Barranco.

[4] SZASZDI LEÓN-BORJA, I. (2005). “Consideraciones sobre…”, p. 220.

[5] PLÖTZ, R. (2015). “De peregrinos…”, p. 193.


Ermita de Santa María Magdalena en Castellón. Lugar de peregrinación desde 1375.
De Millars - Thttps://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=122866951


Así pues, volvió a la península y atravesó Cataluña para llegar a Castellón, en donde recibió un salvoconducto por parte de su justicia y jurado, con el que continuar su romería. Desde esta ciudad, se juntó con el conde Tomás para emprender camino hacia el sur peninsular, alcanzando Jaén, el 22 de noviembre de 1462, “con hasta cien personas de hombres y mujeres y niños, sus naturales e vasallos”. Un acontecimiento histórico, por el que, en octubre de 1996, el Parlamento Andaluz, aprobó dicho día 22 de noviembre de cada año, para celebrar el “Día de los gitanos andaluces”.

Recibidos espléndidamente por el condestable Miguel Lucas de Iranzo, los condes le dijeron que habían sido “conquistados y destruidos por el Gran Turco”, a causa de lo cual renegaron de la Fe cristiana. Una apostasía por la que el Papa les mandó emprender una penitencia a lo largo de “todos los reinos y provincias de la cristiandad”. Acabada su estancia, Iranzo, además de darles un salvoconducto y mandar “dar de su cámara muchas sedas y paños, de que vistiesen, y buena copia de enriques para su camino”, les acompañó como “media legua fuera de la dicha ciudad de Jaén”, con lo que los condes quedaron según la crónica, “muy contentos y pagados” por el trato recibido.


Castillo de Santa Catalina en el siglo XV

Posiblemente, ambos líderes se encaminaron hacia Murcia, para desde allí atravesar el reino de Valencia nuevamente. Desde entonces, no volvemos a tener noticia del conde Martín, hasta diez años más tarde, cuando el 24 de septiembre, hallándose en Lleida, recibió una carta de seguro, en la que se mandaba, le diesen ayudas para sus viajes a Santiago y a Roma. Sin embargo, en lugar de encaminarse a estos lugares, tomó camino a tierras valencianas, y volver a Castellón, recibiendo el 18 de octubre de 1472, de su cabildo, una limosna de quince sueldos. Desde allí pasó a Valencia, donde se encontraba Fernando de Aragón, por entonces rey de Sicilia y príncipe de Girona, del que, el conde Martín recibió el día 29 del mismo mes, otro salvoconducto para proseguir su peregrinación.

Tras visitar Valencia el 4 de julio de 1471[1]volvió a Cataluña en 1473, donde la actitud hostil de la población hacia los diferentes grupos de gitanos había crecido considerablemente. Una conflictividad que también, se estaba produciendo entre los diferentes grupos de egipcianos y grecianos; incluso, dentro de las mismas compañías. Unas rencillas, que contribuyeron a incrementar el rechazo de los vecinos de los lugares que visitaban. Una de ellas tuvo lugar entre los hombres de su compañía, cuando estando en Tortosa, uno de sus hombres, Juan Feto, mató de una cuchillada por la espalda a Jorge Serpa, tras lo cual huyó para refugiarse en el castillo de dicho lugar e invocar el derecho de asilo.


[1] Rubio Vela, Agustín (1998) Epistolari de la València Medieval (II). Valencia-Barcelona: Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana i de Publicacions de l’Abadía de Montserrat, pp. 326-327 y 419. Citado por Barranco nadal, J. C. (2025).

Maestro del Gabinete de Ámsterdam, Mujer con dos niños, 1475-1480,
Museo de Bellas Artes de Boston

Estos conflictos se hicieron perceptibles en los salvoconductos que se otorgaron a partir de estas fechas, pues en lugar de pedir los líderes gitanos, seguridad para peregrinar; en su lugar, se comenzó a incluir peticiones de protección real frente agresiones procedentes de dentro o fuera de sus grupo. Así, el 4 de septiembre de 1476, el futuro Fernando II de Aragón, al conceder un salvoconducto al conde Juan de Egipto Menor, el príncipe lo acogió bajo su protección y salvaguardia, debido a que “el conde Martín, el conde Miguel y el conde Jaboco de Egipto Menor”, le “odian y tienen mala voluntad” hacia él, procediendo “injustamente contra él y sin causa legítima", conspirando "constantemente para traicionarlo hasta la muerte".

La última referencia al conde Martín se produce en Castellón, el 19 de mayo de 1484, con ocasión de recibir una nueva carta de seguro a nombre de  “Martín, conde de Egipto, junto con toda su familia y compañía, vulgarmente llamados bohemianos”. De ellos se dice, que hacían “penitencia en remisión de sus pecados […], por diversas maneras yendo, peregrinando y visitando, así a los gloriosos San Pedro y Santiago de Galicia, como otras partes santas y devotas”. Además, el contenido de dicho salvoconducto revela “el mal acogimiento que les es hecho, como todavía en los pocos sufragios y caridades que por los cristianos les son hechas”. Un rechazo ya evidente como peregrinos a través de una disminución de limosnas, que justificaban su queja, de que habían quedado abocados a una “paupérrima y miserable vida en los dichos peregrinajes, como no tienen nada propio discurriendo por el mundo, no pueden sustentarse”.

Familia gitana en Cosmographia Universalis

La etapa de oro y buena acogida, con la que algunos historiadores han denominado la presencia gitana en el siglo XV, estaba más que finiquitada. Es más, posiblemente habría que remontarse a mediados del siglo, para datar el fin de esta mal llamada etapa dorada o periodo idílico. En su lugar, sería más correcto llamarla de exploración o de peregrinación. Se visibiliza así un conflicto que aflora en salvoconductos similares: y que, hasta 1499, se caracterizan por el empeño de los reyes por seguir protegiendo a los condes gitanos, a pesar de las quejas de unos vecinos que hacían una mala acogida los gitanos, provocándoles “varios escarnios y enojos por parte de muchos indevotos cristianos”, motivo por el que el futuro rey Fernando, dictaminó en la carta de seguro del conde Martín, “que de aquí en adelante, haciendo dicho peregrinaje, puedan andar, venir, estar y retornar, en y por todo el presente principado de Cataluña y otras partes, y tierras del dicho señor rey […], sin contradicción de ninguna persona, de manera que no puedan ser expulsados, injuriados, oprimidos ni damnificados o en otra manera impedidos, ni maltratados por persona o personas algunas de palabra o de hechos […], so pena de dos mil florines de oro de Aragón”. Y, para mayor cumplimiento, instaba a las justicias, a que a “dicho respetable conde, familia, compañía y gente suya, acojan y recepten como mejor puedan y aquellos favorezcan y ordenen y les den todo consejo, favor y ayuda que haga menester, haciéndoles venir y entregar todas las vituallas y otras cosas necesarias, en justos y razonables precios”. Induciendo y persuadiendo a todos los fieles cristianos, a darles “sufragios, almonedas y caridades, de manera que puedan pasar la su miserable vida en el dicho peregrinaje”.


Poco efecto tuvo esta carta de seguro, pues más tardetambién en Castellón, el conde Martín, junto los condes Luis y Felipe, fueron expulsados por las autoridades, por estar causando “un gran daño en la ciudad y en el término de ella”. Para forzar su salida inmediata de la jurisdicción castellonense, sus autoridades autorizaron el uso de la fuerza en caso necesario. El reino de Valencia ya no era tierra de buena acogida, como tampoco el resto de los reinos peninsulares, por lo que el conde Martín, que ya debía ser anciano, pudo haber vuelto a atravesar los Pirineos y buscar otros lugares donde ser mejor tratados.

domingo, 12 de enero de 2025

In memoriam Teresa San Román

El pasado año de 2024 nos faltó Teresa San Román Espinosa, una antropóloga que desarrolló su actividad científica, estudiando principalmente, las comunidades gitanas de Madrid y de Cataluña. Dirigió diferentes grupos de investigación centrados en interculturalidad y marginación, distinguiéndose en su concepción diferenciada entre la marginación y la cultura.


Su obra es extensa, con monografías imprescindibles como Gypsies, tinkers and other travellers (1975); Vecinos gitanos (1976); Entre la marginación y el racismo: reflexiones sobre la vida de los gitanos (1986) y La diferencia inquietante: Viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos (2010).

Igualmente, son numerosos los reconocimientos que recibió: el Premio Hidalgo (1994); la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social, del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (2005); el Premio del Instituto de Cultura Gitana (2009)​ y la Medalla de Oro al Mérito Científico (2022) d el Ayuntamiento de Barcelona, reconociendo su trayectoria científica y compromiso social.

Desgraciadamente, Teresa va a estar ausente en este Año del Pueblo Gitano, declarado así por el gobierno español. No le ha concedido la vida llegar a esta efemérides del 12 de enero, cuando se  cumple el 600 aniversario de la llegada de los pioneros egipcianos, y que promete va a ser un año crucial para el Pueblo Rromanó.

A Teresa, el destino le ha privado vivir, el año en que quizá se produzca el reconocimiento histórico y cultural que ella misma ha `propugnado ya en 1983 en uno de sus artículos, al señalar los criterios, sobre los que deberían apoyarse las soluciones políticas para facilitar la convivencia con la minoría gitana:

 

1.     El reconocimiento del pueblo gitano como poseedor de una cultura con características propias, capaz de una convivencia responsable con el resto de la sociedad.

2.     Los gitanos son los que deben enfrentarse con su desarrollo, mediante la selección de factores culturales operativos en cada situación; por lo que su participación es imprescindible y deseable desde el primer momento en cualquier programa que les afecte.

3.     El reconocimiento de una pluralidad cultural amparada por el Estado español, precisa de normas, órganos, que protejan la cultura minoritaria frente a la marginación social y a sus posiciones etnocéntricas mayoritarias, y que posibilite el desarrollo cultural propio.

4.     El problema, por tanto, rebasa cualquier posibilidad privada y cualquier incumbencia individual, por lo que debe ser plenamente asumido por la administración.

5.     El reconocimiento de la actual situación de subdesarrollo del pueblo gitano y la necesidad de apoyo a las acciones que se orienten a su desarrollo global

6.     Se trata, pues, no solo de dotar a la población afectada por el realojamiento de un medio adecuado donde poder desarrollarse en las condiciones mínimas aceptadas como normalizadas por la sociedad, no cooperar a su inserción social como grupo étnico diferenciado con identidad propia, y como individuo y comunidades de ciudadanos en igual con otros ciudadanos del país. En este sentido, hoy el tipo de medio urbano se ha mostrado como variable de enorme importancia para favorecer o inhibir el cambio social, para favorecer o impedir el desarrollo individual y comunitario.

 

Descanse en paz Teresa San Román, su recuerdo seguirá presente a lo largo de estos 365 días.