La reactivación de la
explotación de las minas de Almadén se produjo en 1554. Posteriormente, los Fugger obtuvieron licencia en
1566 para disponer de forzados condenados por tribunales de Justicia, entre los que siempre se hallaron los gitanos acusados principalmente por hurtos y contravenir a las pragmáticas. En el periodo
comprendido entre 1646 y 1699, al menos, cuatro decenas de gitanos
recalaron en ellas.
Con motivo de una redada
efectuada en Puerto de Santa María en 1745, 37 de los 55 gitanos varones
apresados fueron enviados a Almadén, lo que supuso la mayor
concentración de forzados gitanos de su historia. Muchos de los cuales debieron permanecer en ellas tras la redada de 1749, a pesar de haber cumplido los cuatro años de encierro a los que se les condenó. Finalmente, el doce de marzo de
1764, el rey accedió a que “obtengan su libertad los comprendidos en aquella
concesión” (indulto de 1763).
El testimonio de Luis de Malla a Mateo Alemán describe la crueldad y ensañamiento, que capataces como Luis Sánchez ejercieron hacia los
esclavos y los forzados de las minas, donde al duro trabajo que debieron desarrollar los esclavos y los forzados, se vino a sumar el peligro de azogamiento.
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