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1. Los
primeros gitanos que llegaron a la península Ibérica, lo hicieron como
peregrinos; y como tales, recibieron protección y ayuda para su viaje a los
lugares santos. Además de las limosnas de particulares y cabildos municipales,
sus ingresos económicos los completaban con sus actuaciones acrobáticas;
prácticas adivinatorias; carreras de perros y juegos de azar; así como compra,
venta y trueque de animales.
2. Los
pioneros gitanos no llegaron de vacío, por los salvoconductos para viajar con pasaje seguro, sabemos que trajeron consigo un importante
equipaje, que en el caso del conde Tomás en 1425, el rey aragonés debió ordenar
a sus justicias, se le respetara la posesión de “todas sus
monturas, ropa, posesiones, oro, plata, alforjas y cualquier otro artículo que
llevaran con ellos”, librándole de pagar peajes y demás impuestos; aunque, al pasar por Jaca, el receptor de peaje, al
comprobar el extenso equipaje que llevaba el conde, le reclamó los peajes correspondientes
a esa ciudad y al puerto de Canfranc.
3. Cuando
los Reyes Católicos dispusieron su expulsión, excepto para aquellos que tomaran
señor y se dedicaran a oficios conocidos, lo hicieron con la intención de
asentarlos en un sitio fijo, estable y controlable; donde debían ganarse la
vida en trabajos útiles para la comunidad.
4. Obligados
por ley a avecindarse y a abandonar sus ocupaciones tradicionales. El poder del
Estado colocó al gitano en una encrucijada, al exigirle en un escaso plazo de
dos meses, cambiar una forma de vida que a las sociedades del mundo occidental,
les llevó desarrollar miles de años.
5. El gitano, preso por las limitaciones espaciales y laborales que se les impuso, pretendió adaptarse a las exigencias del Estado Moderno e intentar conservar su esencia gitana. Sin embargo, la corona española, en su política de homogenización social, empleó todos sus recursos para lograr su aculturación y servidumbre; abocando al gitano a sobrevivir en poblaciones convertidas en grandes cárceles, de donde no podían salir sin licencia de sus autoridades,. Una restricción que les impidió poder buscarse la vida en otros lugares o escapar de de cuantas epidemias y crisis de subsistencias se sucedieron durante la Edad Moderna.
6. Tras
la expulsión de los moriscos, en 1610 se aprobó también la de los gitanos. Sin
embargo, la corona española, al comprobar los desastrosos efectos demográficos
y económicos que tuvo aquella, decidió dar marcha atrás y emplearlos en las
labores del campo, como única ocupación permitida, con objeto de sustituir a
los moriscos en dichos trabajos.
7. Al
gitano, sin embargo, no se le facilitó el acceso a la propiedad de la tierra.
Además, como desconocedor de las técnicas agrícolas, quedó a expensas de ser
empleados por unos labradores, que siempre tuvieron reparos en ocuparlos en sus
tierras. Y, aunque se ofreció la oportunidad de formar parte de la repoblación
de Granada, el rechazo vecinal y las operaciones de captura emprendidas en
aquellas fechas para dotar de forzados a las galeras, hicieron fracasar un
incipiente asentamiento estable en tierras del antiguo reino de Granada.
8. La
pena de galeras tuvo una gran incidencia en el círculo de pobreza, al que el Estado
había condenado al Pueblo Gitano. La corona aprovechó la fuerza de trabajo de los
varones gitanos que se hallaban en los intervalos de edad más productivos, para
hacer frente a sus empresas militares contra turcos, berberiscos y enemigos
europeos. Sus familias quedaron descabezadas y sus mujeres hubieron de
sobrevivir mediante la mendicidad y la pequeña delincuencia, lo que hizo consolidar
y extender, los prejuicios peyorativos lanzados contra ellos.
9. Otro
aspecto que influyó en mantener a la comunidad gitana dentro de ese círculo de
la pobreza, se halló en la rapacidad de las justicias locales y de la Santa
Hermandad; las cuales, amparándose en las leyes antigitanas, procedieron con
cuantos gitanos hallaban por los caminos, con el fin de apresarles y abrirles
un proceso. Un procedimiento que encerraba realmente un auténtico negocio, ya
que a pesar de que la sentencia fuera exculpatoria, se les condenaba al pago de
los costas, que por ser frecuentemente elevadas, al no poder pagarlas, se liquidaban
mediante la venta en pública subasta de los bienes que se les embargaban en el
momento de ser presos.
10. Igualmente,
con ocasión de la Gran Redada de 1749, el marqués de la Ensenada determinó, que
la operación de captura y traslado de las víctimas, fuera costeada con las
propiedades que se les requisaran a los mismos gitanos. Y, aunque por Real
Orden de de 28 de octubre de 1740 se decretó la libertad de cuantos acreditaran
haber llevado una vida conforme a las pragmáticas, así como la devolución de
los bienes que se les embargaron; éstos, en su mayor parte, no los recuperaron;
y aquellos que tuvieron más suerte de recobrarlos, no los recibieron en las
mismas condiciones.
11. Con
ocasión de la desamortización eclesiástica de Mendizábal en 1836, la
oportunidad de acceder a la propiedad de la tierra se perdió nuevamente. Un
fracaso que muchos gitanos quisieron superar a través de movimientos campesinos,
con el objetivo de reclamar el reparto de tierras. En Andalucía la región más
conflictiva, los gitanos participaron en revueltas y en revoluciones como la de
Loja de 1861, en la que formaron un batallón de lanceros, que llegó incluso, a
enfrentarse a un destacamento de la Guardia Civil.
12. El
gitano, condenado a la mera supervivencia y a la subalternidad, quedó atrapado durante
el siglo XIX, en la temporalidad como peón agrícola y en trabajos marginales en
las zonas rurales; de donde, a partir de la segunda mitad de este siglo,
comenzó a emigrar hacia las ciudades, donde crearon barrios chabolistas,
dedicándose a trabajos precarios mal pagados y en actividades de chatarreo,
rebusca y otras de tipo marginal.
13. Con
la llegada de la República, la promesa de una reforma agraria tampoco supuso el
deseado acceso a la tierra. Poco más tarde, la Guerra Civil acabó por terminar
de empobrecer a las familias gitanas, dejando a los gitanos al final de la contienda
en la mayor indigencia; sin que el Estado franquista creara programa alguno
para remediar su situación, limitándose a relegar este cometido a las
organizaciones caritativas dependientes de la Iglesia Católica.
14. Sin
acceso a la educación y a trabajos estables bien remunerados, el gitano sólo
pudo heredar de sus padres, la pobreza y la exclusión social. No había perspectiva
de futuro, sólo sobrevivir, pero sin perder el orgullo de ser gitano; el cual,
aunque no les daba de comer, les confirió dignidad y respeto.
Con la llegada de la Democracia, el asociacionismo gitano comenzó a reclamar los derechos que la Constitución de 1978 concedía a todos los españoles, en cuanto a la vivienda, la sanidad, la educación y los demás campos en los que la comunidad gitana se hallaba desamparada. Con el tiempo, y la lucha de los activistas gitanos, se ha venido consiguiendo avances sociales con los que combatir el antigitanismo y lograr la igualdad efectiva de oportunidades, en el intento de superar la estigmatización que les dificulta a aspirar a un empleo, o incluso, al alquiler de una vivienda. Una realidad social en la que queda mucho por hacer.