miércoles, 20 de noviembre de 2024

El conde Tomás y el Día del Gitano Andaluz

 

Con motivo de la conmemoración del 500 aniversario de la pragmática de los Reyes Católicos, el 4 de marzo de 1999 el Defensor del Pueblo y los comisionados parlamentarios presentaron conjuntamente un manifiesto con el fin de lograr una convivencia en igualdad de todas las personas, las comunidades y las etnias de España, para lo que presentó unas recomendaciones que permitieran satisfacer las injusticias cometidas históricamente.

El reconocimiento político a nivel nacional no llegó hasta el 27 de septiembre de 2015, cuando el pleno del Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley, instando al Gobierno a que promocionara la cultura, la historia, la identidad y la lengua del Pueblo Gitano. A partir de esta fecha, instituciones y parlamentos autonómicos comenzaron a emitir declaraciones institucionales en este sentido, coincidiendo con fechas señaladas, como el 8 de abril y los días del gitano, que en su mayor parte, concuerdan con las fechas aceptadas de la presencia gitana más temprana en esas comunidades.

Cataluña, no obstante, había sido la pionera en reconocer al Pueblo Gitano en el artículo 42 de su Estatuto de Autonomía –Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio–, en el que además de respetar la diversidad social, cultural y religiosa, se abogaba por el impulso a las relaciones interculturales a través del conocimiento recíproco, diálogo y mediación; así como la intención de «garantizar el reconocimiento de la cultura del Pueblo Gitano como salvaguarda de la realidad histórica de este pueblo». Posteriormente, Andalucía, la región donde vive la mayor parte de la población gitana española, visibilizó en 2007 al Pueblo Gitano en su Estatuto, incluyendo su compromiso para promocionar «las condiciones necesarias para la plena integración de las minorías y, en especial, de la comunidad gitana para su plena incorporación social».

El acontecimiento histórico que ha dado origen a la celebración del Día del Gitano Andaluz, tuvo como protagonistas a dos condes egipcianos: Tomás y Martín “de la Pequeño Egipto”. Del primero nos ocuparemos en este artículo, de Martín lo trataremos más adelante. Así pues, nos centraremos en Tomás y comentaremos su rastro histórico, antes de narrar su llegada a Jaén y recibimiento que le dispensó el condestable Miguel Lucas de Iranzo el 22 de noviembre de 1462.

Los egipcianos estuvieron siempre en constante movimiento durante el primer tercio del siglo XV, sin quedarse mucho tiempo en un mismo lugar. Los primeros grupos de egipcianos se adentraron en Europa occidental, comandados por líderes que ostentaban títulos nobiliarios que dijeron cumplían penitencia por haber apostado del cristianismo. Los primeros egipcianos que hicieron su entrada en la península Ibérica, fueron Juan del Pequeño Egipto y nuestro protagonista, el conde Tomás, de quien tenemos referencias de sus trayectos, tanto de ida como de vuelta. Sin embargo, de Juan no hallamos más noticias, posiblemente por haber sido enviado como una avanzadilla del conde Tomás, a fin de comprobar la buena o mala disposición de las autoridades a la hora de recibirlos.

La llegada de Juan el día 12 de enero de 1425, constituye la fecha oficial de la presencia gitana en lo que hoy es España. Un acontecimiento que justifica la celebración del 600 aniversario de la llegada del Pueblo Gitano el año que viene. 

En el salvoconducto concedido a Juan de Egipto Menor en Zaragoza por el futuro Alfonso V, este primer egipciano no se autotituló conde o duque, tal como lo harían los líderes gitanos que llegaron más tarde, lo que nos hace suponer que, posiblemente, este grupo pionero, podría ser una avanzadilla del conde Tomás, quien llegó a dicha ciudad, solo cuatro meses después. Una estrategia que fue frecuente entre las diferentes compañías gitanas, a fin de comprobar la buena o mala acogida que las autoridades y población de las localidades que visitaban, dispensaban a los grupos gitanos, dado que en el resto de Europa, ya no eran bien recibidos en esas fechas en muchos lugares.

Así pues, en España, dejando aparte de que probablemente, dada la fecha temprana del salvoconducto del 12 de enero, ya habría compañías de gitanos en territorio peninsular desde finales de 1424, la historia gitana oficial dio comienzo cuando Alfonso V de Aragón, concedió una carta de seguro válida para tres meses, a favor de Juan de Egipto Menor, en donde se ordenó fuera “bien tratado y acogido”, con “pasaje seguro” para viajar libremente a través de todo el reino Aragón con “todas sus monturas, ropa, posesiones, oro, plata, alforjas y cualquier otro artículo que llevaran con ellos”, de todo lo cual quedaban exentos de pagar peajes y demás impuestos.

Sólo cuatro meses más tarde, el 8 de mayo, el conde Tomás, recibió en Zaragoza otro salvoconducto, por el que entre otras cosas, se le otorgó la exención del pago de peajes y demás impuestos, tanto para caballerías, como para cuantos bienes de valor llevase consigo, incluido el oro y la plata. Sin embargo, a pesar de estas garantías, el 16 de mayo, cuando al parecer volvían a adentrarse en el corazón de Europa, al conde le robaron dos perros “uno alano, de pelo blanco, con una oreja negra; y un galgo de pelo blanco”, adiestrados quizá para apuestas de carreras o juegos de tipo circense. Unos animales que terminó recuperando tras pedir justicia al rey Alfonso V, quien el 24 de mayo de 1425, dio orden a la Justicia de Alagón para que se le restituyesen con la mayor diligencia”.

Dentro de la jerarquía nobiliaria, copiada de los reinos cristianos europeos, en la cúspide se halló un duque, cargo que ostentó Andrés de Egipto Menor, por lo que también podemos especular en el hecho de que Tomás formara parte de su comitiva, como un explorador más, pues hasta su llegada a Zaragoza, existe constancia de su paso por Hungría, Austria, Alemania, Países Bajos, Suiza, Italia y Francia, siendo probablemente, el mismo el que se presentó en París en 1427, de donde fueron expulsados a principios de septiembre de ese año. Desde aquí, el conde Tomás llegó a Amiens el 27 de dicho mes y pidió permiso para entrar en la ciudad, asegurando que iba de paso camino a Flandes. Reunidas sus autoridades, se invitó a Tomás y a dos de sus compañeros para interrogarles sobre su procedencia y su destino, momento en el que el conde mostró un salvoconducto del Papa, en el que se decía, había sido expulsado de su país por profesar su fe cristiana, causa por la que el pontífice pedía no fuera molestado y se le permitiera viajar libremente. Además, pedía se le dieran limosnas como ayuda en su peregrinación; a cambio, se le concedía el perdón de sus pecados, a todo aquel que cumpliera con esta caridad. El consejo de Amiens, a la vista de esta carta, decidió admitirlos durante dos o tres días, así como una limosna de 8 libras. Una hospitalidad que les animó a volver a visitar la ciudad tiempo después.

En Metz, según el Journal des Mâitres Echevins de Metz, se registró cómo el 5 de junio de 1530, se produjo el bautismo colectivo de ciento cincuenta gitanos, entre hombres, mujeres y niños. Entre ellos, un duque y dos caballeros, por lo que podemos sospechar se trataran del duque Andrés y dos condes –Miguel y Tomás-. Un episodio bastante extraño, ya que este multitudinario bautizo rompió el argumento de que habían vuelto al cristianismo, tras haber renegado de él, para convertirse al Islam. Posiblemente, dada la creciente aversión hacia su presencia, un acontecimiento como este, pudo suponer un golpe de efecto para reforzar su historia de peregrinación para expiar su apostasía.

En Castilla y Aragón, sin embargo, no eran necesarias estas representaciones, ya que no existía aún el rechazo que se producía en el resto de Europa, por lo que los peregrinos egipcianos siguieron obteniendo los privilegios que le otorgaba su condición de peregrinos. Incluso, se reforzaron, cuando en primero de enero de 1434, Juan II de Castilla otorgó en Medina del Campo, una carta de seguro general a todos los peregrinos procedentes de Italia, Francia, Alemania, Hungría, Dacia, Suecia, Noruega, u otra nación cristiana, que quisieran peregrinar a Santiago de Compostela. Una coyuntura que al conde Tomás debió animarle para regresar a tierras peninsulares en ese mismo año, y presentara el 26 de noviembre ante el notario de la veguería de Montblanch, al que le presentó la carta de seguro concedida por el rey Alfonso V en 1425, con el fin de que le extendiera una copia, para que “con su familia, sus servidores, su oro, plata, baúles, vasos sacros y todos sus demás efectos, cruzar, entrando y saliendo de sus dominios, sin ningún obstáculo, sea el que sea, o sin que paguen tasa ni peaje alguno”, pidiendo a justicias y demás vasallos que se les socorriera con limosnas y demás ayudas para facilitarles su viaje, advirtiendo que en caso de no cumplirlo así, se incurriría “en su más augusto displacer y en una pena de diez mil florines”. Además, como refugiados por haber “sido expulsados de sus propios dominios”, se recomendaba se les socorriera, “hasta donde les sea posible con limosnas y les den ayuda en su viaje”.

Ya con los privilegios renovados, recorrió el reino aragonés, haciendo su entrada en el navarra con la intención, al parecer, de volver a tierras francesas. Así, el 27 de abril de 1435 quedó registrado el paso del conde Tomás y su compañía por Olite, donde tuvo una buena acogida por parte de la reina Blanca de Navarra en su castillo, quien  le proporcionó 23 florines de oro para comprar unos 40 sacos de trigo, como ayuda para proseguir su camino, según dijeron, hacia Santiago de Compostela y cumplir la penitencia impuesta por el Santo Padre. Sin embargo, a su paso por Jaca, el receptor de peaje Juan de la Sala, al comprobar el gran equipaje que transportaba, le reclamó los peajes correspondientes a esa ciudad y al puerto de Canfranc. Ante lo cual, el conde Tomás de Egipto Menor”, enseñó la carta de seguro obtenida en Montalbán el año anterior y declaró que el rey le había dado licencia para pasar libremente por el reino aragonés sin tener que pagar tributo. Juró que solo llevaba cinco caballos, cada uno de los cuales valía más de 20 florines; además llevaba cinco arrobas de ropa de seda de vestir y cuatro tazas de placa que pesaban cada una como un marco -unos 227 gramos-.


En mayo de 1436, el conde Tomás se hallaba en la ciudad de Nevers, a orillas del Loira, donde al frente de unas 30 personas, y sin abandonar su título nobiliario, elevó su rango al de “noble príncipe, conde Tomás del Pequeño Egipto”. Los años siguientes se mantuvo en tierras francesas, ya que en 1441, en Troyes recibió una limosna, en atención a que él y sus acompañantes “vivían y viajaban en la pobreza”.

No sabemos en qué momento volvió al reino aragonés, ni tenemos certeza de que sea el mismo Tomás. El caso es que, el viernes 9 de junio de 1447, quedó anotada en el Mantul de novells ardits, vulgarmente llamado Dieteri, la llegada a Barcelona de un grupo de gitanos liderados por el duque Pedro y el conde Martín, acompañados con una multitud de egipcianos o bohemianos. A ellos y en este mismo mes, debieron agregárseles el duque Andrés de Egipto Menor y los condes Pedro, Martín y Tomás, junto con sus familiares y sirvientes, a quienes María de Castilla, como lugarteniente de Alfonso V, concedió en Barcelona un salvoconducto, en atención a que se hallaban cumpliendo la penitencia de peregrinar los siete años impuestos por el Papa.

De 1451 hay noticias de un conde Tomás del Pequeño Egipto en Middelburgo, a quien acompañaban “varias personas paganas”. Presentó cartas de Felipe de Borgoña y de otros señores, en las que se pedía se les socorriera “por la fe cristiana”, pues se habían visto obligados a dejar todas sus posesiones en su país natal. La ciudad le concedió una limosna de 8 florines y sufragó también los gastos de limpieza del lugar donde habían dejado sus caballos”. Igualmente, dando otro salto en el tiempo, tenemos noticia de que llegó a Millau el 29 de mayo de 1457, presentándose como el “noble Tomás, conde del Pequeño Egipto de Bohemia” se presentó en esta ciudad con un salvoconducto del rey francés.  A partir de esta fecha, y hasta 1460, no tenemos más noticias del conde, año en el que vuelve a aparecer en el reino aragonés. En caso de ser el mismo del que llegó en 1425, ya tendría una edad avanzada.

Los documentos inducen a pensar que a principios de marzo de ese año, ante la amenaza de una guerra civil catalana, varios líderes gitanos tuvieron el propósito de expandir nuevas expediciones de exploración hacia el sur peninsular, para lo que precisaban de nuevos pasaportes. Así,

Tarazona. Wikipedia
los condes Tomás y Martín de Egipto Menor, por separado, recibieron de Juan II de Aragón sendos salvoconductos. En el caso de Martín, en Daroca; y Tomás, en Tarazona, el 23 de marzo. A ambos, el monarca les otorgó la potestad de juzgar, corregir y castigar a aquellos de su compañía que se le insubordinasen. Ambos condes unirían sus comitivas en abril en Castellón, de donde partieron para alcanzar Jaén dos años más tarde.

El 22 de noviembre, en Jaén, don Miguel Lucas de Iranzo, condestable de Castilla y gobernador de dicha ciudad, recibió a los condes Tomás y Martín “de la Pequeño Egipto”, junto a “un centenar de mujeres y niños, sus compatriotas y vasallos”; a quienes del condestable, según la costumbre cortesana de la época, los recibió junto con su esposa Teresa de Torres, “muy honorablemente”, y “los mandó aposentar y hacer grandes cosas”, a lo largo de los “quince o veinte días” en los que fueron agasajados con “pan, vino, carne, pollo, pescado, frutas, paja y cebada en abundancia”.

Los condes manifestaron que habían sido “conquistados y destruidos por el Gran Turco”, motivo por el que renegaron de la Fe cristiana. Una apostasía por la que el Papa les mandó emprender una penitencia, para recorrer “todos los reinos y provincias de la cristiandad”. Acabada su estancia, Iranzo, además de darles un salvoconducto y mandar “dar de su cámara muchas sedas y paños, de que vistiesen, y buena copia de enriques para su camino”, les acompañó como “media legua fuera de la dicha ciudad de Jaén”, con lo que los condes quedaron según la crónica, “muy contentos y pagados” por el trato recibido, tal como se registró en la crónica de los hechos del condestable:


“A veintidós días del mes de noviembre de este año llegaron a la dicha ciudad de Jaén dos condes de la pequeña Egipto, que se llamaban, el uno don Tomás y el otro don Martín, con hasta cien personas de hombres y mujeres y niños, sus naturales y vasallos. Los cuales habían sido conquistados y destruidos por el Gran Turco; y porque después de ser conquistados parece ser que negaron nuestra santa fe, había buenos días que, por mandado de nuestro muy Santo Padre, andaban por todos los reinos y provincias de la cristiandad haciendo penitencia.

Y como llegaron a la ciudad de Jaén, el señor Condestable los recibió muy honorablemente, los mandó aposentar y hacer grandes cosas. Y quince o veinte días que estuvieron con él, continuamente les mando dar todas las cosas que hubieron menester, a ellos y a toda su gente, de pan, y de vino, y carne, y aves, y pescados, y frutas, y paja, y cebada, abundantemente. 

Castillo de Santa Catalina, Jaén

Y muchos días los dichos condes comieron con él y con la señor la condesa su mujer; y al tiempo que se quisieron partir, les mandó dar de su cámara muchas sedas y paños, de que vistiesen, y buena copia de enriques para su camino. Y salió con ellos cuanto media legua fuera de la dicha ciudad de Jaén, por manera que los dichos condes partieron de él muy contentos y pagados, loándose y maravillados mucho de su gran liberalidad y franqueza”.

Un espléndido agasajo que incitó a nuevos grupos gitanos a presentarse en tierras jienenses en 1470. En esta ocasión, en Andújar, donde el conde Jacobo del Pequeño Egipto, junto con su esposa Loysa -Eloísa o Luisa-, con una compañía de medio centenar de hombres, mujeres y niños.

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS:

GIMÉNEZ GIMÉNEZ, J. (1997). “Historia de los gitanos de Huesca y comarca (siglos XV al XVII)”, en Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, nº. .

JUAN LOVERA, C. (1968). “Los gitanos y el Santo Reino”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 55, 1968, p. 10.

LÓPEZ DE MENESES, A. (1968). “La inmigración gitana en España en el siglo XV (apuntes para su estudio)”, en Martínez Ferrando, Miscelánea de Estudios, Barcelona: Anaba.

MARTÍNEZ DHIER, A. (2011). “Los gitanos en Andalucía en el antiguo régimen: de “peregrinos” a “marginados”, en García Castaño; Kressova, N. (Coords.): Actas del I Congreso Internacional sobre Migraciones en Andalucía. Granada: Instituto de Migraciones.

PLÖTZ, R. (2015). “De peregrinos gitanos del siglo XV en el camino a Santiago de Compostela”, en Ab Limina, Vol. 6.

SÁNCHEZ ORTEGA, M. H. (1994). “Los gitanos españoles desde su salida de la India, hasta los primeros conflictos en la península”, en Espacio, Tiempo y Forma, Historia Moderna, T. VII.

SZASZDI LEÓN-BORJA, I. (2005). “Consideraciones sobre las cartas de seguro húngaras e hispanas a favor de los gitanos”, en La España medieval, nº. 28.

VAUX DE FOLETIER, F. (1977). Mil años de historia de los gitanos, Barcelona: Plaza & Janes.


[1] A.C.A., Cancillería Real, Registro, 3197, ff. 101 r.-101 v.

sábado, 9 de noviembre de 2024

EL CASTILLO DE DENIA. PRISIÓN DE MUJERES Y NIÑOS GITANOS PROCEDENTES DE LA GRAN REDADA DE 1749

Como consecuencia de la redada general de gitanos desarrollada entre la noche del 30 de julio de 1749 y la madrugada del día siguiente en los antiguos reinos de Murcia y Valencia, un total de 1.024 personas gitanas -1.209 a finales del mes de agosto- de todas las edades y sexos fueron capturadas. Desechado el proyecto de expulsión impulsado por el Consejo de Castilla, el marqués de la Ensenada diseñó un proyecto de exterminio biológico, ordenó recluir a los varones mayores de siete años en el castillo de Santa Bárbara de Alicante; en tanto las mujeres, niñas y niños varones menores de esa edad, dispuso su encierro en el castillo de Denia. Unos destinos provisionales, donde la población presa fue creciendo conforme se producían nuevas capturas, y en donde debieron esperar a que el marqués señalara los lugares definitivos de confinamiento de por vida.
Según el presbítero Francisco Palau, el primer contingente de gitanas y niños llegó a Denia el 15 de agosto, escoltado por varios piquetes de tropa de infantería y caballería. Dos días más tarde, la población de reclusas ascendía ya a un total de 254 personas, hasta alcanzar las 928  el 3 de septiembre. Una de las mayores remesas procedió de Lorca. En total 125 partieron de esa ciudad el 13 de septiembre con su correspondiente escolta. Aún el 27 de agosto, el contingente humano seguía creciendo y preocupando al duque de Caylús, quien en esta fecha comunicaba a Ensenada que seguía buscando lugares apropiados para proceder “con toda moderación y cuidado de la facultad que S.M me concede, para colocarlas -las gitanas- con separación y seguridad en los parajes que considerare a propósito del distrito de este mando, minorando el crecido número que hay en Denia, donde no pueden subsistir”.
Plano del castillo de Denia.
El número 14 señala el lugar donde estuvieron presas las mujeres gitanas

Entre tanto se localizaba un lugar adecuado y se autorizaba a Caylús el traslado de las mujeres, las remesas de nuevos contingentes siguieron llegando, constituyendo la que partió de Lorca el 13 de septiembre con 125 personas, una de las más numerosas. Alarmado Caylús por la aparición de epidemias de “calentura en las mujeres y de viruelas en los niños”, advirtió a Ensenada del riesgo que suponía su transmisión a la población de Denia. Un peligro real, por cuanto según datos del archivo parroquial, existe constancia de la defunción de cinco mujeres entre el 5 de septiembre y el 14 de noviembre de 1749, y de 18 niños entre el 19 de agosto de ese año y el 24 de noviembre del año siguiente. Frente a estos fallecimientos, son de reseñar los cinco nacimientos que se produjeron entre el 24 de septiembre de 1749 y el 6 de marzo de 1750: Fernando Antonio de Vargas, Luis Miguel de Vargas, Jaime Ramón Díaz, Manuela Francisca Bermúdez y Raimundo Mariano de Vargas.
Vista de Denia desde el castillo en 1811. Grabado de Alexandre Laborda

Las continuas reclamaciones de Caylús tuvieron fruto por fin el 20 de septiembre, cuando Ensenada le comunicó la aprobación del rey “para desahogar la estrechez del depósito de gitanas de Denia”. Para ello, se acordó el traslado a Valencia capital,de un total de doscientas mujeres con sus niños pequeños, más otras 47 personas procedentes de Ciudad Real -entre ellas diez mujeres que tenían sus maridos presos en las minas de Almadén-.
El castillo de Denia. Archivo General de Simancas

Este interés y preocupación por los gitanos no fue compartido sin embargo por otras autoridades valencianas, como el intendente Malespina y el arzobispo de Valencia, el cual quiso instrumentalizar la ubicación del lugar del encierro de las mujeres, para conseguir su propósito de hacer desaparecer las comedias de teatro, queriendo encerrar a las mujeres en el lugar que ocupaba la Casa de Comedias, para en caso de lograrlo, “no dejar sitio, donde en tiempo alguno se puedan representar”. En su intento, propuso a la Junta de administración del Hospital General, de la que dependía dicha Casa, el derribo de la referida Casa de Comedias, para construir “en el terreno que ocupa, casas habitables”, cuyo gasto ofrecía incluso costear. Un interesado plan que fue desestimado principalmente por el hecho de que dicha Casa de Comedias rendía 3.000 pesos al año al Hospital General de Valencia.
Opuesto Caylús a las maquinaciones del arzobispo, halló acomodo para 120 personas en la Casa de la Señoría de Oliva y de 200 en el Real de Gandía, para lo que consiguió igualmente, “con la economía posible y justificación conveniente”, y a cuenta de la real Hacienda, cubrir el gasto necesario para “remover y colocar los gitanos y gitanas depositadas en ese reino”.
Sin embargo, la lentitud burocrática demoró el traslado, por lo que Caylús volvió a apremiar el 28 de octubre el desalojo del castillo de Denia, reiterando las ventajas que suponía el traslado a Valencia, pues además de quedar mejor acomodadas, “se ahorrarían los salarios de los empleados en aquel -castillo de Denia-”. Además de su preocupación por aliviar las condiciones de habitabilidad de su encierro, Caylús
Puerta interior del castillo

también quiso dispensar a las mujeres un buen tratamiento humano, para lo que propuso para su cuidado al comisario de guerra Juan Francisco de Vega, de quien dijo “tiene gracia particular para manejar a estas gentes”. Además, para tenerlas ocupadas y rentabilizar su estancia, sugirió “dar que trabajar en hilar cáñamo para la fábrica de lona de Cartagena”, con lo que “se remediarían los daños de la ociosidad y se sacaría algún útil de estas mujeres”. En respuesta a dicha sugerencia, el 5 de noviembre siguiente, Ensenada trasladaba al capitán general valenciano la aprobación del rey para reunir en Valencia todo el contingente de “mujeres, niñas y niños” que aguardaban un destino definitivo, así como la idea de “hacerlos trabajar en cáñamo para las lonas de la fábrica de Cartagena”, con lo que en opinión del ministro “así ganarán a lo menos para vestir, se evitarán los vicios a que la ociosidad induce”.

FUENTE: MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Manuel. El castell de Dénia, centre de reclusió per a dones gitanes i xiquets procedents de la "Gran Redada" de 1749, en Aguaits, revista d'investigació i assaig, IECMA Institut d'Estudis Comarcals de la Marina Alta, 2021, pp. 95-125.

El texto completo de este artículo puede consultarse en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8760077.

NOTA: El ayuntamiento de Denia, junto a la Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de Valencia, recordará nuevamente los próximos 15 y 16 de noviembre, a las mujeres y niños gitanos que fueron víctimas de la Gran Redada de 1749, antesala del Proyecto de exterminio ideado por el marqués de la Ensenada. Un homenaje que reitera otro anterior en 20 de julio de 2017.